La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Escritor y autor de ‘La reina sola’

Jorge Molist: “Nuestra historia es como un gran ‘Juego de Tronos’, pero real”

| lp/dlp.

Fue escritor antes que ingeniero, pero se ganó los primeros garbanzos trabajando en una imprenta, vendiendo libros o en una central nuclear francesa. Jorge Molist (Barcelona, 1951) dio un volantazo en su vida para convertirse en un autor de éxito. Ganó el Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio con ‘La reina oculta’ y el Fernando Lara con ‘Canción de sangre y oro”. Ahora regresa con ‘La reina sola’, una trama protagonizada por Constanza de Sicilia y Aragón.

¿Cómo nació ‘La reina sola’?

En una lectura del que creo es el mejor historiador británico, Steven Ruciman, que, a su vez, tiene el título de Sir... El libro hablaba del Mediterráneo, concretamente de Sicilia... Me llamó mucho la atención que estuviera contando la historia de mi país, que es algo que prácticamente ignoro. Por aquellas páginas pasó Ricardo Corazón de León camino de las Cruzadas. A pesar de que él insista argumentando que fue un mal hijo y un mal rey, es un personaje admirado en España.

¿Qué le atrapó de esa lectura?

Cómo contaba el inicio de nuestra presencia en el Mar Mediterráneo, que empezó con la Corona de Aragón, siguió con España y continuó con el Imperio español...

Entonces sí que éramos grandes...

Sí que lo fuimos. Solo la parte mediterránea era un pequeño imperio porque muchas islas y el sur de Italia pasaron a ser nuestros. Incluso, durante más de cien años, llegamos a tener Atenas bajo control... En realidad, nuestra historia en el Mediterráneo es un gran Juego de Tronos, lo que ocurre es que este es real y encima nuestro.

Y ahí es cuando entra usted, ¿no?

La que entró fue Constanza de Sicilia y Aragón. Al volver al sur de Italia su marido cumplió una promesa que parecía imposible: vengar la muerte de su padre y devolverle el reino que le habían robado los franceses, para ser más exacto, Carlos de Anjou... Pero tanta felicidad se rompe cuando su esposo, Pedro III de Aragón, la abandona porque él es todo un caballero y tiene que batirse en duelo en territorio hostil... La que se le viene encima a Constanza es de órdago.

Entretenida parece que está.

Pues esa es la idea... Que el lector pase un rato y que cuando cierre el libro diga: “¡Jolín, qué bien que lo he pasado; qué pena que se haya acabado ya!”.

“Cuando encuentro algo que me motiva, empiezo a investigar y termino escribiendo”

decoration

¿Además de escritor, se considera un historiador o un amante de la historia?

Más bien lo segundo, un amante de la historia... Para mí un historiador es una palabra algo grande. Yo no voy a las fuentes originales, es decir, que no me encierro en una biblioteca a leer libros con letra gótica, manuscritos y en latín... Lo que sí tengo en casa son unas estanterías repletas de libros y revistas con artículos históricos.

¿Eso no es una especie de síndrome de Diógenes literario?

Ja, ja, ja... La historia es una fuente de argumentos que me emocionan y, cuando encuentro algo que me motiva, empiezo a investigar y termino escribiendo. Mi intención es pasarlo bien lo que me quede de vida y, sin duda, escribiendo me lo paso realmente bien.

Hace tiempo que se ha posicionado como un autor de novela histórica, ¿pero no le apetece explorar otros territorios?

Yo empecé en otros territorios...

‘Los muros de Jericó’ fue el principio de todo

Sí que lo fue. Mire que me costó posicionar ese libro... Mis primeras aventuras literarias estaban mucho más cerca del thriller que de la novela histórica. Más que un género u otro, lo que busco son emociones.

Fue asiduo a una biblioteca en el Raval, llegó a trabajar en una imprenta, vendió libros... ¿Su futuro, de alguna forma, estaba bien marcado desde joven?

Los momentos más felices de mi infancia están ligados a los libros y a esa biblioteca. Ahí aprendí a vivir rodeado de relatos.

También llegó a ser reparador de televisiones y radios.

Eso fue lo que determinó mi futuro... Mi padre me metió en la imprenta porque no aprobaba y la familia no podía mantener a un tipo que no estudiaba. Creí que por estar en una imprenta me iba a mantener más cerca de los libros, pero lo único que se imprimía allí eran cartones de medicamentos. A partir de ahí me busqué un trabajo de mecánico en un taller en el que hacían piezas para amperímetros y voltímetros, pero me volví a aburrir y terminé arreglando transistores y televisiones... Encontrar la válvula que fallaba me hacía sentir como Sherlock Holmes.

Usted era de los que trabajaba de día y estudiaba de noche.

Sí, así fue como empecé a sacar buenas notas y pude orientar mi vida hacia una ingienería...

Y llegó incluso a trabajar en una central nuclear.

Sí, durante mi periodo de becario en el sur de Francia. Ahí aprendí un montón de cosas, entre ellas, que lo de ser ingeniero no me iba.

¿Ya se sentía escritor?

Eso siempre estuvo dentro de mí, pero las exigencias en una familia en la que mis padres llegaron a pasar hambre en la guerra eran otras... Aquel no era mi momento.

Al final, acabó colgando el título de ingeniero en la pared y “a otra cosa mariposa”.

Algo parecido (sonríe)... Me puse a trabajar de comercial y seguí escribiendo porque publicar ya no era tan complicado como cuando saqué Los muros de Jericó.

Compartir el artículo

stats