Sin perder ese sello particular que siempre ha presidido su trayectoria, y que resume en un trazo austero que se mueve entre el diseño modernista y el pop-art, tan asociado a editoriales independientes tan recomendables como Apa Apa o Trilita en las que había trabajado hasta ahora, el catalán Arnau Sanz Martínez inicia una nueva etapa ahora en Astiberri con este Un fntasma en donde presenta un futuro no tan distópicos, cuando vivimos en plena era del coronavirus, en el que un virus ha infectado a una gran parte de la humanidad a la que un grupo de militares tiene que atrapar para su confinamiento y probable exterminio. 

La historia se desarrolla a través de dos marcos argumentales que van paralelos. Por un lado, las vidas pasadas y presentes tanto de un sargento con dudas morales como de un general expeditivo . Y por el otro, la de los supervivientes que tratan, de todas las maneras posibles, no ser sorprendidos.  

Bañada cada viñeta de colores vivos y chillones, realmente Sanz recupera esa manera de entender el noveno arte en el que la simple contemplación del dibujo sea un disfrute artístico por si mismo, como sucede con autores cercanos a él del tipo Ana Galvañ o Sergi Puyol, y cuyo trazo a veces parece una deconstrucción del paisaje, el mobiliario, el contorno y hasta los rostros de los personajes al modo de un cultista arrebato artístico cercano a teóricos del arte contemporáneo como André Derain u Otto Freundlich. 

Sin embargo, el resultado se acerca más que nada a grandes del cómic europeo como Peeters o Deslire, aunque aliñado con las atmósferas de South park y Padre de familia a través de expresiones cadavéricas o los contornos reducidos a la mínima expresión. Hasta los propios globos tienen su personalidad en el desarrollo de la historia.

Pero si desde el punto de vista gráfico, su impronta se difumina con estos precedentes, el argumento que hilvana no se queda muy lejos de algunos clásicos que todos tenemos en mente. Así, la forma de actuar de la policía del estado recuerda a la novela Farenheit 451 de Ray Bradbury, e incluso los soldados, embutidos en grandes chalecos azules, recuerdan la recreación que realizara Francoise Truffaut. 

Por otro lado, el ambiente de vigilancia obsesiva por parte del Estado y su forma poco humana de actuar acoge elementos claros del 1984 de George Orwell. La protagonista va pasando por diferentes lugares en su huida sin destino, ya sea una librería, un teatro o una floristería, y los fondos neutros, las superposición de líneas, e incluso los tonos pasteles, hacen que el lector se vea atrapado por un mundo entre real y onírico que Sanz logra desarrollar muy astutamente. 

Una de esa obras especialmente recomendable para todos aquellos que opinen, acertadamente, que el noveno arte tiene que ser, por encima de todo, imagen y que los textos sólo deben ser un simple apoyo para comprender mejor la trama.