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Un ‘Otello’ con alma canaria

Los tenores canarios Jorge de León (Otello) y Airam Hernández (Casio) y Vanessa García, en el coro, en el elenco que estrenó obra en el Liceu

Jorge de León en el rol del moro de Venecia. | | E.D.

El estreno el pasado sábado de la ópera Otello de Verdi en el Liceu de Barcelona lleva marcado acento canario. Los tenores tinerfeños Jorge de León, en el rol del moro de Venecia, y Airam Hernández, que encarna a Cassio, su fiel escudero, están acompañados en el coro por la grancaria Vanessa García Diepa, nacida en la localidad de Gáldar.

No es la primera vez que Jorge de León asume este rol. Tras aquella fulgurante aparición en el Real de Madrid en el año 2011 con el Andrea Chenier de Umberto Giordano –un punto de inflexión que catapultaría definitivamente su carrera–, fue el maestro Zubin Metha quien en 2013 le propuso convertirse en el moro de Venecia en la idea de interpretarlo en 2015. Pero en un arranque de prudencia y también de enorme madurez, no se dejó seducir por los aplausos ni por cantos de sirena y estimó que aún no había llegado el momento oportuno. “No me veía”, dice. “Consideré que antes tenía que debutar otras obras”, como Renato Des Grieux, de Manon Lescot, o el Riccardo de Un ballo in maschera. Y fue en mayo de 2019, en el Teatro Cervantes de Málaga, junto al barítono Carlos Álvarez, cuando se metería por primera vez en la piel del personaje. “Uno nunca está preparado para un debut”, afirmaba entonces el lagunero, “sino que asume esos roles y los va cambiando, una y otra vez, hasta hacerlos suyos”.

A su juicio, para llegar a Otello, papel tan temido como ansiado por cualquier cantante, hay que batirse previamente en otros personajes: “Se trata del culmen para el registro en el que me muevo”. Y ya no sólo por la intensidad vocal que precisa, sino también “dramática y psicológica”, señala.

Más allá de la creatividad y la riqueza del texto del genial William Shakespeare, nos encontramos con un Verdi de 82 años, en clara competencia con Richard Wagner y bajo la sombra del Otello de Rossini –hasta el punto de que se planteó titular su obra con el nombre de Jago–, cuajado de experiencia, y ya metido de lleno en la música verista, descriptiva, muy diferente al de la primera época. De León considera que la obra en sí ahonda en las relaciones humanas: luchas de poder; racismo; conflictos bélicos; amor, desamor y celos; la figura del maltratador que desemboca en violencia de género... “Es una obra que transmite poca felicidad”.

A propósito del montaje escénico subraya que se trata de “una propuesta distinta e interesante, que se centra en la visión de Desdémona”, a quien la directora de escena, Andrea Niermeyer, eleva a la categoría de heroína, “situándola como el eje de la acción”. De hecho, los cuatro actos de la obra se escenifican en el entorno cerrado y opresivo de su habitación, siempre envuelta en sombras, como un espacio claustrofóbico, maldito. En cambio, esta producción propone una reflexión sobre la psicología de Otello al que se presenta no como un hombre celoso, sino como la víctima involuntaria de un trastorno bipolar. El tenor entiende que “se trata de un recurso que proyecta y visibiliza una situación compleja como la que representa la violencia de género y supone, en definitiva, una manera de reivindicar el rechazo”.

Airam Hernández se mete en la piel de Casio. | | DARÍO ACOSTA

A la exigencia vocal de la partitura se suman los cuatro actos de un intenso drama, de casi tres horas, razón por la que los tres protagonistas (Otello, Desdémona y Jago) son encarnados por varios intérpretes “para así no tener que hacer doblete”, explica.

Sin embargo, destaca el cantante que no se trata de un papel “que sea complicado de aprender; al contrario, resulta muy emocionante y es maravilloso interpretarlo”. La cuestión está en que un teatro como el Liceu, “con una gran orquestación, a foso abierto y mucha banda, mucho metal y madera, obliga a proyectar un gran derroche vocal para que el canto sea realmente efectista, sobre todo en los momentos dramáticos”.

Tras debutar el papel en Málaga (2019), en adelante se preparó cantando fragmentos entre actos y viajes hasta que le llegó la oportunidad de repetirlo en marzo de 2020 en la Deutsche Ópera de Berlín, momento en el que apareció el coronavirus y la pandemia obligó a cancelar. Ahora, después de dos años, “vuelvo a hacer otra incursión” y sostiene que esta segunda vez la siente como la primera, porque se trata de un rol “que vas madurando y terminas inoculando en tu ADN”.

Durante el tiempo de ensayos ha tenido la oportunidad de seguir las evoluciones del otro Otello, su compañero Gregory Kunde, “y disfruto mucho, como supongo que él también conmigo, porque ambos aportamos al personaje nuestra particular sutileza, nuestro sello”. Además, Jorge de León considera “un auténtico regalo” disfrutar de la maestría del director Gustavo Dudamel, con el que ya había trabajado anteriormente en Los Angeles, Tokio y Osaka. “Está muy al servicio de la música, de los intérpretes; me encanta esa actitud en un director”.

Artista de la semana

Y las buenas noticias lo han acompañado. La revista especializada Platea Magazine lo nombraba el lunes de la semana pasada artista de la semana, una iniciativa que tiene como objetivo potenciar y dar mayor visibilidad a las citas musicales que tienen lugar en España, así como a los artistas que participan en ellas. “Es una revista que creo está haciendo las cosas muy bien”, porque lo del nombramiento no queda en eso, sin más. “A cada artista se le plantea que cada día de la semana proponga una selección musical”. Y esta fue la suya: el lunes, Bridge: The Sea, por Vernon Hadley y Ulster Orchestra; el martes, Liszt: Les jeux d’eaux à la Villa d’Este, por György Cziffra; el miércoles, Puccini. Manon Lescaut: Intermezzo, por Giuseppe Sinopoli y la Philharmonia Orchestra; el jueves, Soutullo y Vert. La leyenda del beso: Intermedio, por Benito Lauret y la Orquesta Sinfónica de Barcelona, y el viernes, Cilea. Adriana Lecouvreur: L’anima ho stanca, por Giuseppe Giacomini. “No se trata sólo de entrevistar al personaje, sino descubrir sus gustos y rasgos de su personalidad, que al fin y al cabo nos humanizan”.

La sensación de que el universo operístico va alzando poco a poco los telones, desempolvando partituras y afianzando la voz lleva al tenor a afirmar que “España está siendo pionera en esa resurrección”, aunque confiesa que el despertar todavía está marcado por “un ritmo bastante lento”. El mayor impedimento, las normativas de seguridad inherentes a la pandemia y por eso subraya que le resulta “penoso ver los teatros desangelados, a la mitad de su aforo”. Eso sí, señala que “el público tiene más ganas de asistir a los teatros que nosotros de interpretar”. Y lo resume gráficamente: “la gente se está aplaudiendo encima; quiere vivir y sentir esa cultura que nos ayuda a mantener la esperanza, a viajar, y la ópera es la mejor máquina del tiempo”.

El también tenor Airam Hernández, que interpreta en este drama el papel de Cassio, no cabe en sí de gozo: vuelve al Liceu, la que ha sido su casa, y lo expresa sin ambages: “Contentísimo, no, lo siguiente”. Trompista durante doce años antes de lanzarse a escena como cantante, ha ido cubriendo diferentes etapas a lo largo de su carrera, y reconoce que “cada una de ellas ha sido imprescindible para mi crecimiento como artista”.

Eso sí, recuerda con una especial emoción los seis maravillosos años durante los cuales formó parte del coro del Liceu, un periodo que le dio la posibilidad de acercarse al conocimiento del gran repertorio operístico y sinfónico, un tiempo en el que “también aprendí a desarrollar mis dotes escénicas, a protagonizar mis primeras intervenciones como solista y a trabajar de cerca con los grandes maestros, directores de escena y las mejores voces de nuestro tiempo”, explica.

En el plano académico señala como referencia su etapa en la ciudad de Barcelona, en el Conservatori Liceu, donde afianzó y modeló la técnica vocal, desarrollando diferentes estilos y familiarizándose con un amplísimo repertorio gracias, fundamentalmente, a su maestra, Dolors Aldea. Más adelante fueron llegando las competiciones, como Operalia, el concurso Viñas, el Concurso Internacional de Canto Ciudad de Logroño y otros tantos que le sirvieron de plataforma profesional, al igual que los años en los que formó parte del proyecto Opera (e)Studio del Auditorio de Tenerife y del Ensamble de solistas de la Ópera de Zúrich. Lleva ya unos años “dedicado exclusivamente a mi carrera como solista y siento que llevo toda mi vida preparándome para estos momentos”. El tenor tinerfeño considera que “la mejor carta de presentación de un artista es la preparación, el trabajo constante y el respeto por la profesión”.

Tras pedir excedencia en el coro para vivir su aventura profesional en solitario pasaron algunos años hasta que volvió a pisar el escenario del Liceu. Fue en un concierto junto a Plácido Domingo y Ana María Martínez, “pero con una ópera, esta es la primera vez”.

Airam Hernández se deshace en elogios hacia los dos elencos que protagonizan este Otello, que considera “un lujazo” y, además, no duda en calificarlos como “lo mejor de cada generación”, sin olvidar a los secundarios. El ambiente que se ha generado en el grupo, la armonía, procura a este montaje unas notas especiales que auguran funciones exitosas. “Para mí ha significado el reencuentro con el pasado (al volver a acuar en el Liceu) y verme en esa nueva situación de trabajar bajo estas condiciones”, al tiempo que anuncia un rol muy interesante para el próximo año.

En la piel de Cassio, que debuta, el tenor está en escena los cuatro actos y protagoniza todas las funciones, algo que resulta “agotador”. Reconoce que con los ensayos, el pregeneral y el general, no ha descansado mucho, pero le resulta fabuloso que así sea, porque le ofrece la oportunidad de alternar con los dos castings, cada uno con sus particularidades, “y así experimentar con esas pequeñas cosas que los diferencian”.

Sobre su personaje dice que vocalmente tiene el registro de un tenor lírico, con cuerpo. “En sus intervenciones, incluso hasta cuando Jago lo utiliza para arremeter contra Otello, es mucho más fluido y le da cierto frescor a la intensidad, y es capaz de matizar la densidad de tanta dramaturgia como contiene esta obra”. Y en cuanto a la propuesta escénica, sin entrar en más debates, considera que se trata de una “propuesta conceptual” que privilegia sobre todo el papel de Desdémona.

Tras un exitoso estreno de la ópera Caruso in Cuba de Hamel en la Ópera de Ámsterdam, el tenor tinerfeño viajaba en 2019 a Estados Unidos para debutar con la Ópera de Dallas el papel de Fenton en Falstaff, de Verdi, un montaje de la Ópera de Los Ángeles con Riccardo Frizza en el podio, el director que lo solicitó para el papel de Cassio. Ahora, con Dudamel a la batuta, no puede por menos que admitir la maestría del venezolano: “Ama la música, transmite una enorme pasión, escucha, es cercano al cantante y dosifica los esfuerzos”. Claves de éxito.

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