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En guerra contra el orden mundial

El grupo Montreal Godspeed You! Black Emperor extrema su rock experimental catártico en ‘Gd’s Pee atstate’s end!’, un trabajo “sobre todos nosotros esperando el final”

Imagen fantasmagórica de Gospeed You! Black Emperor.

Por fin, la realidad se ha puesto a la altura de la música de Godspeed You! Black Emperor: turbia, con pulsiones paralizantes, amenazadora. El grupo, o colectivo, de Montreal lleva más de dos décadas manejando sus teorías anarcoapocalípticas, a juego con una banda sonora que no deja títere con cabeza. Así ha llegado a este año de gloria de 2021 topándose con un mundo casi tan sofocante como sus composiciones, propensas al minucioso aplastamiento del oyente con tacto fino, haciendo confluir la distorsión extrema y la marejada lírica.

Como relamiéndose ante el estado catatónico del mundo, esta tropa erigida en 1997 en tótem del post-rock más invasivo (con permiso de Mogwai), entrega un trabajo en el que nos quiere decir que tenía razón y que la forma en que los seres humanos nos organizamos no podía acabar bien. Este State’s end es, en fin, un disco “sobre todos nosotros esperando el final”, hace saber el grupo en las notas adjuntas, puesto que “todas las formas de gobernanza han fallado”. Pero, según los músicos, de la ceniza debe salir un cultivo regenerador. Menos mal, aunque el método Godspeed para salir de esta pasa por atender una serie de “exigencias” tan facilitas y practicables como las que siguen: “Vacía las cárceles, quítale el poder a la policía y dáselo a los vecinos a los que aterrorizan; termina con las guerras interminables y los demás tipos de imperialismo; pon impuestos a los ricos hasta que se empobrezcan”.

A la espera de que sus reclamaciones sean escuchadas, o no, tenemos una obra que desarrolla los instintos más implacables de Godspeed You! Black Emperor en una doble dirección: oscurantista en la primera mitad del trabajo y tendente a una épica expiatoria en la segunda. Como otras de sus obras, esta se articula alrededor de dos serpenteantes composiciones, rondando los 20 minutos cada una de ellas, y sendos temas más cortos y apaciguadores.

La bienvenida la dan las interferencias radiofónicas con ecos bélicos que abre esa pieza que llamaremos A military alphabet (el título entero se llevaría medio párrafo), construida a partir del crescendo en torno a un rugoso riff de guitarra con cualidades de drone, sobre el cual la banda procede a levantar su catedral de sonido. Textura de guerra abierta: percusiones que dictan dinámicas marciales, un órgano preso del pánico y que transmite una severidad gótica, y los dibujos de un violín en estado alterado. Godspeed en su forma más intimidante y enfática, dando paso al intranquilo pasaje de Fire at static valley, con resonancias ancestrales.

El horizonte tiende a abrirse en el segundo maratón, el de Government came, pero con sangre, sudor y lágrimas, hasta alcanzar un estadio de liberación, con acordes mayores, inusuales en el grupo, y una peripecia de cadencia victoriosa acelerada en su tramo final. Clímax sinfónico y una bacanal de guitarras que haría feliz a Glenn Branca, esbozando inéditas sonrisas rumbo a la meditación que desliza la pieza de cierre, Our side has to win, algo así como una canción de cuna para el día después.

Es el nuevo puñetazo sobre la mesa (con guante de seda) de este octeto alérgico a las entrevistas, a las redes sociales y a las fotos promocionales nítidas. Coincida uno más o menos con su fondo ideológico, y asumiendo que el grupo trabaja sobre un lenguaje instrumental muy asentado, G d’s Pee at state’s end habla por sí mismo y nos suministra una entrega de hermosa música convulsa para conjurar el choque pandémico.

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