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Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga | Escritor y paleoantropólogo

“Nuestra relación camina por el filo estrecho que hay junto al precipicio”

De izquierda a derecha, el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga y el escritor y periodista Juan José Millás, a su llegada a Las Palmas de Gran Canaria. | | ANDRÉS CRUZ

El escritor y periodista Juan José Millás y el paleoantropólogo y director del Museo de la Evolución Juan Luis Arsuaga aterrizaron ayer en Las Palmas de Gran Canaria para presentar su exitoso libro ‘La vida contada por un sapiens a un neandertal’ (Alfaguara, 2020), donde esta extraña pero entrañable pareja literario-científica traza un recorrido por la gran historia de la existencia, que combina la mirada lúcida y poética de Millás con la honda sabiduría de Arsuaga. El acto se enmarca en el programa ‘No solo libros’, producido por Jab Iniciativas, y se celebra esta tarde, a las 18.30 horas, en la Biblioteca Pública del Estado.

Juan José Millás, siempre ha defendido que la Prehistoria no es un asunto del pasado, sino que goza de “una actualidad conmovedora”. ¿Cómo decidió asociarse con Juan Luis Arsuaga para escribir este gran relato sobre la existencia?

Juan José Millás: Pues una vez que conozco Atapuerca y el Museo de la Evolución Humana, que dirige Arsuaga, y que es único en el mundo, yo vuelvo a casa con la impresión de que no puedo quedarme con eso dentro y de que tengo que escribir algo. A partir de ahí, me empiezo a documentar pero, cuanto más me documento, menos sé, o más se ensancha mi ignorancia, como dice Arsuaga. Mi frustración era muy grande, porque yo necesitaba contar que la gente de la Prehistoria me explicaba mi vida mejor que mis abuelos reales. Y esa ansiedad no me la podía quitar como escritor. Entonces me acordé de Arsuaga en Atapuerca y de que me había fascinado por su fantástica capacidad de narración oral. Ahí empecé a darle vueltas a la idea de proponerle esta aventura, pero Arsuaga me parecía inalcanzable, porque ha escrito en las mejores revistas científicas del mundo. Entonces, pedí que nos organizaran una comida y, después de media botella de vino, le propuse hacer esta cosa que podía ser absolutamente novedosa e interesantísima. Y le dije: Arsuaga, tú y yo podríamos asociarnos para hablar de la vida.

“Me interesó este delirio de Millás porque se trataba de hacer algo que no se había hecho nunca”

Juan Luis Arsuaga

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Amén de esa media botella de vino, Juan Luis Arsuaga, ¿qué le llevó a embarcarse en esta propuesta de Millás?

Juan Luis Arsuaga: Pues yo había leído Que nadie duerma, la novela anterior de Millás, que me había gustado mucho porque tiene un estilo de realismo mágico que se mueve en los límites entre la razón y el despropósito, el delirio o lo imaginario. Por eso ya me parecía que podía ser una aventura porque, claro, si no, la sensación era que, para contar lo que él quería contar, ya podía escribirlo yo, que también he publicado más de 20 libros. De hecho, mi libro anterior a este tuvo mucho éxito.

J. J. M: Claro, porque lo presenté yo. (Risas)

J. L. A: Lo que quiero decir es que, para que yo me embarcase, me tenías que proponer algo que no pudiese hacer yo solo. En el mundo de la ciencia hay mucha gente que no es capaz de trasladar al libro su materia de investigación y, en esos casos, es normal que se asocien con un escritor que sepa traducir esa disciplina. Pero no es mi caso. Por eso, al principio, me resistí, porque yo he escrito muchísimos libros sobre evolución humana. Pero como se trataba de hacer algo que no se había hecho nunca antes, porque no iba a ser un libro de divulgación científica -y el libro es cualquier cosa menos eso- me empezó a interesar este nuevo delirio de Millás.

“El libro tiene una extraña unidad por debajo que, para mí, sigue siendo un misterio”

Juan José Millás

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Y entonces dio un golpe en la mesa y exclamó: “Lo hacemos”.

J. J. M: El golpe fue real y por eso lo cuento en el primer capítulo.

J. L. A: ¡Y al final nos salió este engendro!

J. J. M: Al principio, nosotros no sabíamos lo que iba a ser.

J. L. A.: No, pero sí sabíamos lo que no iba a ser.

Este experimento alumbra un género nuevo, entre la literatura de viajes, la road movie y la divulgación científica.

J. J. M: Cuando hemos acabado nos hemos dado cuenta de que es una novela que no es una novela; un ensayo que no es un ensayo; y un hilo de conversación que refleja, sobre todo, la relación entre dos personas muy distintas: una que viene del mundo de las ciencias y otro que viene del mundo de las humanidades. Entonces, digamos que el producto es Arsuaga y que yo soy el valor añadido.

J. L. A: Me ha gustado, Juanjo. Creo que este es un libro que no podíamos hacer por separado y que solo podíamos hacer juntos. Además, nos embarcamos en esto sin saber a dónde íbamos a parar y esa fue una muy buena decisión porque, si nos hubiéramos puesto a racionalizarlo, no habría salido tan bien. La literatura también hay que dejarla que ocurra.

“Lo difícil son las preguntas. Y Juanjo me plantea preguntas que a mí nunca se me habrían ocurrido”

Juan Luis Arsuaga

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J. J. M: Pero yo estaba preocupado -porque mi cabeza es novelesca- por la unidad del relato, que es lo que yo le pido a un cuento. Hubo un momento en que yo le contaba esta preocupación mía a Arsuaga y él me dijo: olvídalo, porque la cohesión será un efecto secundario. Y al igual que a veces, cuando estás en esa búsqueda en un cuento, caes en el peligro de la artificiosidad, en este caso bajé la guardia y resulta que la cosa fluyó, y que el libro tiene una extraña unidad por debajo que, para mí, sigue siendo un misterio, porque es un efecto colateral.

Millás escribe en el libro que “Arsuaga es un enseñante compulsivo y yo, un alumno insaciable”. ¿No es esa curiosidad compartida, desde sus respectivas disciplinas, el motor común de este viaje?

J. L. A: Es que lo difícil son las preguntas. A mí me pasa con los alumnos, que todos los trabajos que me proponen es como si se salieran del programa de clase. Lo que yo quiero es que se hagan preguntas y que luego traten de responderlas, y que rompan a escribir. Pero tiene que haber una pregunta, la que sea, o estamos muertos. Y lo que Juanjo pone en el libro son las preguntas, porque un científico, por lo general, se hace las preguntas en su propia burbuja. Entonces, lo bueno de Juanjo es que, como no está encerrado en mi mundo particular de la ciencia, me plantea preguntas que a mí nunca se me habrían ocurrido.

Pero ambos mundos tejen afinidades y puentes, como en el capítulo en que Arsuaga explica la diferencia entre la anatomía y la fisiología, y Millás lo traslada a la diferencia entre morfología y sintaxis. Uno explica el mundo con datos y el otro, con metáforas.

J. J. M: Esto me parece muy interesante porque creo que fue una desgracia ese momento histórico en que las humanidades y las ciencias decidieron separarse. Yo siempre digo que puedes ser un gran médico, pero no puedes ser un gran médico sin formación científica; o puedes ser un gran arquitecto, pero no puedes serlo sin formación científica. Pero Arsuaga es un gran científico porque tiene una base humanística.

J. L. A: Dice Edward O. Wilson: ¿Qué otra cosa es la ciencia sino humanidades?

J. J. M: Sí, nosotros tenemos la ilusión de que hemos hecho otra vez ese regreso al encuentro entre las humanidades y la ciencia.

“Yo necesitaba contar que la gente de la Prehistoria me explicaba mejor mi vida que mis abuelos”

Juan José Millás

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Esta es también la historia de una amistad que se fragua a medida que se construye el relato, un poco en la estela de El Quijote y Sancho Panza.

J. J. M: Claro, ese es uno de los hilos conductores del libro: nuestra relación o des-relación, porque es una cosa muy misteriosa que no es una relación de amistad.

J. L. A: La nuestra es una relación que camina por el filo estrecho que tiene a un lado el precipicio de la ruptura. Y esa es la gracia del libro, que es una relación de lo más natural y llevadera y, a ratos, es de total incompatibilidad.

J. J. M. Esa tensión está ahí. Yo, a veces, no te aguanto.

J. L. A: Claro, ¿ves? Eso es muy productivo, me parece.

Hacia el final del libro reflexionan sobre por qué envejecemos y por qué morimos, y ambos concluyen que esto da para un segundo libro. ¿Entonces?

J. J. M: Estamos en ello.

J. L. A. Pero hay que llegar a alguna parte, Juanjo, si lo hacemos esta vez tenemos que llegar a alguna parte.

J. J. M: Bueno, estamos en ello, porque yo soy viejo y Arsuaga, no. Entonces, yo veo la vejez desde dentro de la casa y él la ve desde fuera. Eso ha dado, cuando hemos hablado, unos resultados interesantísimos, porque yo veo las conducciones, las tuberías, mientras que él ve la fachada. Yo le mando noticias del interior y él me las manda desde el exterior. Yo creo que podría salir algo interesante.

J. L. A: Pero también sin rumbo.

J. J. M: También sin rumbo.

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