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Letras

La virgen del Pino en la historia de Gran Canaria

La bibliografía dedicada a la patrona de la Isla a lo largo de sus cinco siglos de presencia en nuestro día a día ha sido muy corta en su difusión y alcance social

Una imagen de la llegada de la Virgen a Teror, el pasado 2019.

La bibliografía dedicada a Nuestra Señora del Pino, su relación con la historia de Teror o cualquiera de los múltiples aspectos que ésta ha presentado a lo largo de los cinco siglos de presencia en el día a día de los hombres y mujeres de nuestra tierra ha sido muy corta en su difusión y alcance social y ha estado hasta hace medio siglo necesitada de un compendio, de un texto aglutinante y cohesionado de todo ello.

Ha ido apareciendo desde inicios del siglo XX una infinidad de artículos, poemas, conferencias, pregones que analizados en su totalidad podían ser algo así como una “enciclopedia del Pino” pero, por razones obvias de poca costumbre o interés en la lectura de este tipo de temática; e incluso de la posibilidad económica de poder adquirir los libros que se pubicaran; éstos fueron muy poco conocidos y bastante esporádicos en su aparición.

Datos sueltos, fragmentos de capítulos en libros dedicados a otros temas, pequeñas citas de otras citas, referencias a documentos en medio de investigaciones o estudios dedicados a otros temas es lo que la advocación a la Virgen del Pino y el desarrollo de la misma en el territorio terorense y canario en general, son lo único que nos han traído durante más de tres siglos una serie de textos, protocolos, cronistas o investigadores como las Sinodales de Cámara y Murga de 1631; Francisco López de Ulloa con su “Historia de las siete Islas Canarias” de 1646; Marín y Cubas en la “Historia de la Conquista de las siete Islas Canarias” con sus dos textos de 1687 y 1694; Núñez de la Peña con la obra “Conquista y Antigüedades de las Islas Canarias” de 1676; la “Topografía de Gran Canaria» de Fray José de Sosa de 1678; la “Descripción Histórica y Geográfica de las Islas Canarias” de Pedro Agustín del Castillo de 1737; Diego Álvarez de Silva con la “Descripción de las fiestas de la Dedicación del Templo de Teror” en 1767; y Viera y Clavijo, Antonio Romero Zerpa, Isidoro Romero y Ceballos, Agustín Millares Torres, Álvarez Rixo, Domingo J. Navarro, Batllori Lorenzo, Eduardo Benítez Inglot, Sebastián de la Nuez Caballero, Andrés Hernández Navarro, Néstor Álamo, Ignacia de Lara, el Magistral José Marrero, Juan del Río Ayala, Luis Doreste Silva, Luis García de Vegueta, Florencio Rodríguez Artiles, los pregones del Pino desde 1948, etcétera.

Las publicaciones que iniciaron esta bibliografía dedicada exclusivamente a Teror, pero de muy corta tirada fueron ya en el siglo XX las de Manuel Picar y Morales, cronista de la Villa por la época, con su folleto titulado “A Teror, gratitud” y el Libro “Teror” que Francisco González Díaz sacará a luz pública en 1918. Pero ambos, de extraordinario lirismo y verdaderos documentos de la visión que hombres como ellos pudieran tener de Teror, sus personajes, paisajes y devociones, no eran verdaderos libros de investigación histórica y patrimonial sobre Teror y Nuestra Señora del Pino.

El primer libro que cumplió esta premisa nos llegó en 1927 con la “Historia de la Muy Milagrosa y de antiguo venerada Imagen de la Virgen del Pino que existe en la Villa de Teror (Gran Canaria)” del maestro terorense José Miranda Naranjo. Pequeño, plagado de recuerdos, pero ya enfocado a la investigación más seria de la comprensión y análisis de las razones de ser de lo que había ocurrido en Teror desde el siglo XVI.

Nueve años más tarde, un libro serio, profundo, interesante, documentado e instructivo se unió a esta relación. La “Historia del Culto a la venerada Imagen de Ntra. Sra. del Pino, Patrona de la Diócesis de Canarias” se publicó en 1936 por la Librería y Tipografía Católica de Santa Cruz de Tenerife. Paradójicamente, en un momento de enfrentamiento y controversias sobre los respectivos patronazgos del Pino y la Candelaria, fue un cura natural de la Villa Mariana y a la vez canónigo de la Diócesis de Tenerife, José García Ortega, quien lo llevó adelante. Pese a las aportaciones bibliográficas de las décadas siguientes y hasta la llegada del que hoy aquí tratamos, fue la obra del canónigo un permanente libro de consulta para todo el que quisiera escudriñar sensatamente en una historia fiable del Pino y Teror.

Vendrían luego, en 1948 “El Árbol de la Virgen (Pinus Canariensis)”, obra póstuma del también canónigo terorense Miguel Suárez Miranda; en 1955 la “Sucinta Historia de la Devoción del Pueblo Canario a Ntra. Sra. del Pino, Patrona de Gran Canaria” de Sebastián Jiménez Sánchez y en 1960 la “Iconografía de la Virgen del Pino” del inefable y siempre estimado maestro José Miguel Alzola.

Pero el libro que, sin menoscabo alguno para los mencionados, significó un punto y aparte en la bibliografía sobre la Patrona y su pueblo se publicó hace medio siglo con todas las condiciones para convertirse en un libro leído, difundido y conocido. Nacido de la autoría conjunta del periodista terorense Ignacio Quintana Marrero y del sacerdote tirajanero Santiago Cazorla León, con un impresionante despliegue de fotografías a color; planos del XVIII inéditos hasta entonces y un impresionante cúmulo de datos hasta aquel momento casi ignorados, la profunda investigación del periodista y el sacerdote llevó a muchísimos lectores el primer estudio por el que se interesó muchísima gente y a través del cual muchos conocimos el devenir y las razones de muchas historias terorenses.

En 1971 éste fue un verdadero impacto en la bibliografía de temática religiosa de Canarias.

En una concienzuda campaña de impacto propagandístico, aunque iba a aparecer en otoño; desde semanas antes se adelantaba la temática de los distintos capítulos, el prólogo que escribiera Joaquín Artiles o la estructura basada en relaciones prolijas de fuentes y procedencias documentales. Se veía interesante pero difícil el resultado de conjugar estilos tan diferentes, pero ello no hacía otra cosa que aumentar el interés por su lectura. Afirmaba que las muchas circunstancias que acompañaban a su publicación y el distinto talante de sus autores llevaban consigo “una carga insoslayable de riesgos y, primeramente, el doble riesgo de esta disyuntiva tentadora: o una retórica de entusiasmo que puede sofocar la precisión de datos, o una información amontonada, todo lo valioso que se quiera, pero de difícil asimilación”.

Pero los autores supieron hacerlo bien conjugando a la perfección lirismo y noticia; literatura e investigación; “información abundante y buen decir” como acertadamente se resumió.

También Mario Hernández Álvarez, autor del extraordinario dibujo que se despliega maravillosamente en la sobrecubierta, escribió en aquellos primeros momentos de su difusión y venta afirmando que los lectores del mismo encontrarían en el texto un material interesante de la historia de toda Gran Canaria ya que “contemplar y analizar un buen trozo de nuestra entrañable historia desde lo alto de un pino, ya tiene a mi entender, un gran mérito de equilibrio, valentía y devoción”.

Néstor Álamo, incidiendo en las diferencias estilísticas y hasta de enfoque sobre el Pino, de Quintana y Cazorla expresaba que se advertía “el estilo fogoso y espejeante de pasión en sus fondos, latinizante” del periodista a la vez que “la serena erudición asentada, muy al aire del XIX y de franciscanas irisaciones” del canónigo.

Rumeu de Armas diría del libro que era “de alta calidad histórica. Para mí ha constituido una obra del máximo interés a la que juzgo tan valiosa como completa…saben dar a la magnificencia documental una presentación viva y atractiva en todos los casos, esplendidez ésta que se combina siempre, en un plano más elevado, con una prosa fluida que lleva al lector por el camino de la poesía de una forma hábil, sencilla, rica en extremo”. Los autores en su dedicatoria reconocían que el magisterio y la solvencia científica de Rumeu alumbraron mucho de lo que aparecía en el libro. Uno lo dedicó en rojo, otro en azul; hasta en eso eran diferentes, lo que no fue inconveniente para que escribieran una magistral obra.

También para mí fue un texto deseado, consultado y estimado en su justa medida desde que lo vi con once años en las estanterías de la tienda de los Pulido -en la actualidad ocupada por el restaurante Majocaya- hasta que pude tenerlo, leerlo, releerlo, consultarlo e investigarlo.

Asimismo, ustedes deben celebrar el Día del Libro de este año y la efeméride conmemorada recorriendo la amplia geografía del mismo desde el recuerdo a Diego Henríquez el de la “verdadera Fortuna hasta las historias de Marquina o el Císter pasando por el Pino, sus luces, las Bajadas, el Patronazgo o la Romería. (*)

Disfrutarán y verán la historia de Teror con otros ojos; los de un poeta y un cura que hace medio siglo escribieron del Pino.

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