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Real Academia Española | Historia de una discriminación

Doce letras con nombre de mujer

Desde el ingreso de Carmen Conde en 1978 hasta el de Paloma Díaz-Mas han transcurrido 43 años y de los 46 académicos actuales solo nueve son mujeres

Doce letras con nombre de mujer

El ingreso de Emilia Pardo Bazán en la Real Academia Española fue rechazado hasta en tres ocasiones, en los años 1889, 1892 y 1910. Entonces, sus conspicuos miembros esgrimieron como argumento que “las señoras no pueden formar parte de este instituto”. Antes, allá por 1853, la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda ya había sido rehusada.A juicio de Juan Varela, “a poco que abriésemos la mano, la Academia se convertiría en aquelarre”. Hubo que esperar a la llegada de la democracia para acabar con la secular reticencia de los académicos. Habían pasado 246 años de una vetusta, larga e injusta discriminación.

Hasta en tres ocasiones, concretamente en los años 1889, 1892 y 1910, los entonces conspicuos miembros de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) rechazaron el ingreso de Emilia Pardo Bazán, esgrimiendo como argumento la simple razón de que “las señoras no pueden formar parte de este Instituto”. Pero no fue la única. Antes que la insigne escritora gallega, ya había intentado entrar a formar parte de la institución la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, novelista, dramaturga y poetisa española del Romanticismo. Corría el año 1853 y el escritor José Zorrilla fue todavía más contundente en su oposición: la mujer que escribía era, a su juicio, “un error de la naturaleza”. También por aquel entonces, Juan Valera predijo: “No sería esto lo peor, sino la turba de candidatos que nos saldrían luego. Tendríamos a Carolina Coronado, a la baronesa de Wilson, a doña Pilar Sinués y a doña Robustiana Armiño. Y a poco que abriésemos la mano, la Academia se convertiría en aquelarre”.

Hubo una miembro honorífica en 1784, de nombre María Isidra de Guzmán y de la Cerda, a la que se conocía con el sobrenombre de la doctora de Alcalá por ser la primera mujer en ostentar este título y pertenecer a la Academia, entre otros méritos.

Sin embargo, y a pesar de ser muy inteligente y de educación esmerada, se cree que estos títulos le fueron otorgados por la presión del rey Carlos III (solo contaba con 17 años). “La Academia, informada de los extraordinarios progresos y adelantamientos de esta Señora en la eloqüencia y en las lenguas y particularmente en la castellana, sin embargo de no haber habido hasta ahora exemplar semejante, en atención a las expresadas circunstancias y al mérito personal que de ellas resulta a dicha Señora, acordó admitirla y efectivamente la admitió con uniformidad de votos por Académica Honoraria”.

Otras merecieron una silla y no la lograron caso de María Moliner, Carmen Martín Gaite o Carmen Laforet

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En los albores de la democracia, allá por 1972, la candidatura de María Moliner, autora de uno de los diccionarios más completos de la lengua española, perdía la votación frente a la del mucho menos trascendente filólogo Emilio Alarcos Llorach. En 1978, todavía bastante fresco en la memoria aquel bochorno histórico y a punto de estrenarse la Constitución, tocaba poner a una mujer. La primera desde su fundación en 1714. “Convenía por el ambiente general, y además, para acabar con esta discriminación”, declaraba por entonces el académico Antonio Tovar. El director Dámaso Alonso afirmaba, por su parte, que “las mujeres tienen siempre posibilidades de llegar a la Academia (…) No hay misoginia alguna –aseguraba– por parte de la Academia como corporación”.

Entonces se presentaron tres candidaturas para ocupar el sillón que había dejado vacante Miguel Mihura: la de Rosa Chacel, la de Carmen Guirado y la de Carmen Conde. Obviamente, una de ellas rompería con la tradicional reticencia de los académicos a compartir sus puestos con colegas femeninos. Finalmente, fue la tercera la que se convirtió en la primera académica de la lengua en los entonces 264 años de historia (a menudo se menciona a María Isidra de Guzmán y de la Cerda pero no, ella solo fue, leyó su carta y se marchó, y por imposición de Carlos III). Lo hizo con un discurso titulado Poesía ante el tiempo y la inmortalidad: “vuestra noble decisión pone fin a una tan injusta como vetusta discriminación literaria”, comenzaba, inocentemente agradecida por el gesto.

Poco podía imaginar Conde que el suyo era el primer apaño en una historia de desplantes (también se los hicieron a Blanca de los Ríos o a Concha Espina, y a otras que lo hubiesen merecido como Carmen Martín Gaite o Carmen Laforet) en una institución que, por supuesto, jamás ha dirigido una mujer.

El ínclito José Zorrilla consideraba que una mujer que escribiera suponía “un error de la naturaleza”

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Antes de que terminase el siglo XX, tal y como había pronosticado el ínclito Valera, llegaba aquella turba de mujeres y se nombraron dos académicas más: Elena Quiroga (1984) y Ana María Matute (1998). Luego lo harían Carmen Iglesias (2002) y Margarita Salas (2003). Con el cambio de década parece que planeó de nuevo esa sensación de “ya toca”, porque en estos seis últimos años han entrado más mujeres que en los otros 300 juntos: Soledad Puértolas Villanueva (2010), Inés Fernández Ordóñez (2011), Carmen Riera Guilera (2013), Aurora Egido (2014), Clara Janés (2016) y Paz Battaner (2016).

Que las políticas de elección de académicos han sido evidentemente machistas y que se ha obviado a muchas de nuestras mejores escritoras y lingüistas no es ningún secreto para nadie. Desde 1978, y con los inicios de la democracia, la RAE comenzó a aceptar mujeres en su seno. Tal vez no al ritmo adecuado, aunque ciertamente la institción está experimentando un cambio importante en todas sus áreas y, muy especialmente, en lo que a la incorporación de la mujer a la institución se refiere, lo que resulta evidente es que el tránsito está siendo lento y con ritmo gradual. Desde la Academia aseguran que los miembros son elegidos por sus méritos y no por su sexo.

Carmen Conde

Silla‘K’ en 1978

  • Carmen Conde pronunció su discurso de ingreso en 1979: “Majestades, académicos. Mis primeras palabras son de agradecimiento por elegirme para un puesto que no se ha concedido a ninguna de nuestras grandes escritoras ya desaparecidas. Permitid mi homenaje de admiración y respeto a sus obras. Vuestra noble decisión pone fin a una injusta discriminación literaria”. Nacida en Cartagena en 1907 comenzó a escribir desde joven y perteneció a Las Sinsombrero, nombre que se le daba a las mujeres de la generación del 27. Murió en Madrid en 1996.

Elena Quiroga

Silla ‘a’ en 1984

  • Fue propuesta por Carmen Conde y Rafael Lapesa, quien dijo: “Entra en esta casa no por ser mujer, ni porque es hermosa, linajuda y distinguida, sino por el valor de su obra literaria; y en ella se manifiesta el don de sabiduría como conocimiento del alma humana, sagaz obnservación de lo significativo, rechazo de la desmesra y dominio del arte de novelar”. En 1951 recibió el Premio Nadal por Viento del norte. Su estilo y narrativa fueron comparados a los de Emilia Pardo Bazán. Por desgracia, yparte de su obra está descatalogada. Murió en La Coruña en 1995. 

Ana María Matute

Silla‘K’ en 1998

  • “Ni en mis más locos sueños juveniles pude imaginar que un día me hallaría aquí, ante ustedes y en ocasión tan solemne. De haber sabido que un día mis cuentos y mis novelas me llevarían a pronunciar un discurso tan difícil, tan comprometido y tan arriesgado, jamás me habría atrevido a escribir tan solo una línea”, manifestaba en su discurso ante la RAE. En 1979 fue propuesta para el Nobel de Literatura y en 1984 ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. Se marchó de este mundo en 2014, dejándonos con ganas de más Ana María.

Carmen Iglesias

Silla ‘E’ en 2002

  • Madrileña (1942), se licenció en Historia en la Universidad Complutense de Madrid, la primera mujer en ingresar en la RAE que no se dedicaba a la literatura. “Si es verdad que la literatura no garantiza la felicidad, ni los libros se levantan en masa a ayudarte cuando se esá en apuros (...), ayudan a asumir el infortunio y a comprender y tener criterios independientes. Y no solo a los lectoes sino incluso a los no lectores, hacia los que estoy convencida se extiende de una manera u otra los personajes y algunos valores esenciales apendidos de los libros”. 

Margarita Salas

Silla ‘i’ en 2003

  • -Asturiana (1938), licenciada en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid, Doctora en Bioquímica, discípula de Severo Ochoa y Alberto Sols, su discurso de ingreso se titiló Genética y Lenguaje: “Ciertamente, el esta hoy aquí supone para mí un privilegio que nunca había soñado alcanzar. El azar ha heh+cho que me haya correspondido el sillón i, letra que inmediatamente asocio a investigación, que, sin duda, ha llenado mi vida”. Destaca la medalla Echegaray, que recibió en 2016 de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Murió en Madrid, en noviembre de 2019.

Soledad Puértolas

Silla ‘g’ en 2010

  • Nació en Zaragoza (1947). En su discurso agradeció a los académicos ue la propusiean para ingesar en la RAE: “He de confesarles que la elación que tengo con la Lengua no me permite, ni mucho menos, considerarme experta en la materia. Ni en eso ni en nada. Como novelista soy una permanente aprendiz de la expesión escrita, y eso es lo que, con toda humildad y entrega, pongo desde ahora a su servicio: la relación de cercanía, el trato natural con la lengua que se ha ido forjando a lo largo de mi vida de escritora y que me da el necesario atrevimiento, cercano a la osadía, para dirime ahora a ustedes”.

Inés Fdez.-Ordóñez

Silla ‘P’ en 2011

  • Doctora en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, Fernández (Madrid, 1961) ejerce como catedrática en esta misma universidad. Desde 2015 es la segunda vocal de la Junta de Gobierno de la RAE. Trabaja desde 1990 en la formación del Corpus Oral y Sonoro del Español Rural (COSER), que también dirige, y en el que se recopilan los dialectos de España. Además de haber publicado numerosas obras críticas a textos medievales, y una importante bibliografía lingüística, forma parte del Consejo Asesor de varias revistas científicas.

Carme Riera

Silla ‘n’ en 2013

  • Riera (Mallorca, 1948) no aprendió a leer hasta los siete años y fue el poema Sonatina, de Rubén Darío, el que le abrió la curiosidad por la lectura, y con ocho ya escribía y reinventaba los cuentos que le relataba su abuela Caterina. En su discurso afirmó que la palaba gracias, “sencilla y usualísima”, era la que “mejor” resumía lo que quería transmitir: “He tenido suerte, mucha suerte, no solo porque hay muchas personas que merecen estar en la Academia tanto o más que yo, sino por esa banquetita que es la h, una letra que siempre me ha atraído”.

Aurora Egido

Silla ‘B’ en 2014

  • Licenciada y doctora en Filología Española por la Universidad de Barcelona, Aurora Egido (Guadalajara, 1948) es catedrática emérita de Literatura Española de la Universidad de Zaragoza. Una de las mayores defensoras de las Humanidades, critica que se las considere “las hermanas tontas” de las ciencias y aboga por llevar a cabo una reforma educativa, lejos del partidismo, que lleve “a la dignificación de las humanidades”, ya que lamenta “se han utilizado con fines exclusivos en discursos nacionalistas que sustituyen la verdad por la fábula”.

Clara Janés

Silla ‘U’ en 2016

  • Hija del editor y poeta Josep Janés i Olivé, Clara nació en Barcelona en 1940. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona y la de Navarra. Terminó sus estudios con el grado de Maître és Lettres en Literatura Comparada en la Universidad de París IV Sorbona. Destaca como poeta, aunque ha publicado ensayos, biografías y novelas. Su primer poemario, Las estrellas vencidas, apareció en 1964. Cuenta con el Premio de Poesía Ciudad de Barcelona (1983) por Vivir y el Premio de Poesía Gil de Biedma por Los secretos del bosque.

Paz Battaner

Silla ‘s’ en 2017

  • Filóloga y lexicógrafa (Salamanca, 1938) se pronunció sobre la desigualdad de mujeres en la institución: “hay que hacer esfuerzos en incorporarlas”, señalaba. “El Diccionario de María Moliner es buen ejemplo de lo que pueden aportar las mujeres al conocimiento de la lengua; es cambiar la mirada”, señala. “Las cuotas desmerecen. Hay que luchar por salir de los lugares discretos, sin focos, en los que las mujeres nos albergamos y hacer en ellos hueco amplio a los varones. La frase de que tras un gran hombre hay una mujer tiene que ser invertida; los casos en que esta frase se cumpliría son poquitos”. 

Paloma Díaz-Mas

Silla ‘i’ en 2021

  • La filóloga y escritora (Madrid, 1954) era elegida este jueves, en pugna con la lexicógrafa tinerfeña Dolores Corbella, para ocupar la silla i. Estudió Filología Románica y Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. De 1983 a 2001 fue profesora de Literatura Española en la Facultad de Letras de la Universidad del País Vasco y ese año se incorporó al Instituto de la Lengua Española. Destacan sus investigaciones sobe el romancero, la literatura en judeoespañol producida en la diáspora sefardí desde el siglo XVIII hasta la actualidad. En 1984 quedó finalista del premio Herralde de novela con El rapto del Santo Grial.

La RAE desde la A hasta la Z

La brecha de género

  • La Real Academia Española (RAE) fue legalmente constituida por una real cédula del rey Felipe V el 3 de octubre de 1714. La institución había sido promovida por Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, a imitación de la Academia Francesa que había fundado Richelieu en 1635. En sus 307 años de historia, las mujeres han formado parte de la Academia solo los últimos 43. De 483 académicos, solo 11 han sido mujeres, un exiguo 2.27%. En la actualidad, de 46 académicos de número, solo 8 son mujeres, un 17,39%.

Más allá de los Pirineos

  • Si miramos a otras academias vecinas, el panorama no mejora demasiado. En la Académie Française, encontramos a cinco mujeres de entre sus 38 inmortales (13%). En la Rats für deutsche Rechtschreibung (Academia de la lengua germana) es algo mejor: cuentan con 11 mujeres entre sus 40 miembros (27,5%). La Academia Sueca la conforman 18 miembros, entre ellos, solo cuatro mujeres (22%). Las academias hispanoamericanas muestran ratios similares en los que las mujeres no superan el 25%, salvo raras excepciones como Guatemala en el que son el 40%.

Académicos de número

  • Aunque la Academia contó con veintiséis miembros al principio, en la actualidad son muchos más los que hacen su labor posible. Actualmente son cuarenta y seis los miembros que se sientan en una silla, llamados académicos de número. Los académicos de número son aquellos que se sientan en las famosas sillas de la RAE. En total son cuarenta y seis, entre letras mayúsculas y minúsculas, aunque hay ocho letras que no se han representado nunca: v, w, x, y, z, Ñ, W, Y. 

Los correspondientes

  • Se dividen en españoles, hispanoamericanos y extranjeros. Son personas reconocidas por sus investigaciones, publicaciones y estudios. Se eligen en sesiones plenarias, con el mismo procedimiento que los académicos de número, y pueden participar en los Plenos relacionados con la lingüística. 

Los honorarios

  • Este título, creado en el XIX, puede otorgarse a españoles y extranjeros que tengan méritos reconocidos públicamente en nuestra lengua. Las candidaturas deben ir refrendadas por cinco académicos y la elección ser unánime. Solo trece personas han conseguido este honor. Todos hombres.

Seis meses de luto

  • Las candidaturas son convocadas en el BOE y deben ir refrendadas de al menos tres académicos. Los cargos son electos por unanimidad y de carácter vitalicio. Como curiosidad, cuando un miembro muere se conserva su silla vacía como muestra de respeto y no se procede a la elección de un nuevo componente hasta al menos seis meses más tarde.

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