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Mucho más que ‘Nada’

El pensamiento social y literario de Carmen Laforet, una denuncia a los silencios que rodearon a las mujeres escritoras durante siglos

Mucho más que ‘Nada’ La Provincia

Cabello y Ripoll recogen los artículos que la autora escribió para la revista Destino entre noviembre de 1948 y febrero de 1953 bajo el título general que da nombre al libro. Carmen Laforet había saltado a la fama al ganar el Premio Nadal en su primera convocatoria, la de 1944, con su primera novela, Nada, y los editores de la revista Destino, muy unida a la creación del premio literario, no quisieron perder la ocasión de contar con ella en sus páginas. Pero corrían los años más duros de la dictadura y una mujer tenía que dejar claro que sus ideas correspondían a aquellas fijadas como propias de su sexo y condición.

Aún así, Laforet, con una prosa bien medida y una elegante argumentación, consigue esquivar la censura y proporcionar a sus lectoras juicios claros y una buena dosis de crítica social, así como el placer que causa la ironía. La autora no pierde la compostura ni cuando lanza un certero dardo a las ideas sobre las mujeres que se pavoneaban con ilusa certeza por los mentideros sociales de la época. En más de ciento treinta artículos periodísticos, Laforet igual comenta obras literarias que opina sobre todo aquello que constituye la vida cotidiana del momento, pero nunca olvida que es una mujer escribiendo para mujeres, haciendo suyo el que será un cuarto de siglo más tarde lema feminista fundacional: lo personal es político. La prologuista, Inés Martín Rodrigo, acierta al indicar que “su nada inocua escritura periodística […] convierte en extraordinaria la vida ordinaria”.

La autora igual comenta obras literarias que opina sobre todo aquello que constituye la vida cotidiana

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Sus artículos hablan de Dante, de Rilke, de Dostoyevski o de Proust, pero también de Sor Juana Inés de la Cruz, Emilia Pardo Bazán, Virginia Woolf, Selma Lagërlof, Gabriela Mistral, Carmen Conde, Elena Quiroga o Josefina Carabias, entre otras. Como dicen las compiladoras, Laforet lleva a cabo “un ajuste de cuentas con los silencios” que rodearon a las mujeres escritoras durante siglos.

Es imposible dar aquí rendida cuenta del mundo laforetiano en este libro, así que voy a destacar solamente tres artículos a modo de ejemplo. En busca de un tema (01.04.50) ilustra la soledad de quien se enfrenta a la página en blanco con la misión de escribir para un público lector “en un diálogo, una conversación, un comentario [conmigo misma]”. Cuando estos recursos se resisten, Laforet recurre al diccionario en busca de palabras evocadoras, y las encuentra. En Faltan abuelas (11.03.50) la autora contrapone la imagen tradicional de las abuelas “dulces, con muchos cuentos escondidos en la imaginación”, de mujeres “quietas de cabellos blancos”, a su propia visión: “Las abuelas de hoy en día son jóvenes sin las desventajas ni los trabajos que recargan los hombros de sus hijas, y quieren gozar, justamente, desde luego, de sus derechos”.

“Sobre la doblez de la mujer” (26.02.49) desarrolla un diálogo aún vigente. Laforet hace gala de su retranca al responder a un anónimo lector que asegura que no conoce a ninguna mujer que sea sincera, aunque en algunas ha descubierto “un atisbo de sinceridad; pero esas no cuentan, porque no parecían mujeres”. La autora le explica cómo la historia ha fomentado el disimulo en las mujeres “hasta ahogarles toda personalidad” al definir patrones de “mujeres respetables” y considerando “no respetables” a las que no se sometían a tal patrón. Y concluye Laforet: “es una empresa de titanes predicar a las mujeres contra este feo y humillante defecto mientras haya hombres capaces de decir que las pocas mujeres sinceras que han encontrado ‘no parecían mujeres’”. A buen entendedor…

Ana Cabello y Blanca Ripoll ilustran en su texto de la obra el ambiente literario de las décadas de los 1940 y 1950

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Las editoras, Ana Cabello y Blanca Ripoll, hacen en su introducción un recorrido del inicio tanto de la revista Destino como del Premio Nadal y, al hacerlo, ilustran el ambiente literario de las décadas de los 1940 y 1950. En Destino publicaron muchos de los autores significativos entonces, con Josep Pla “como buque insignia”. Pero fue el Premio Nadal el que abrió las puertas a las autoras; el hecho de que Laforet, joven y desconocida, lo ganara con su primera novela animó a otras a intentarlo.

Elena Quiroga lo ganó en 1950 con Viento del norte, Dolores Medio con Nosotros, los Rivero en 1952, Lluïsa Forrellad con Siempre en capilla en 1953, Carmen Martín Gaite en 1957 con Entre visillos y Ana María Matute en 1959 con Primera memoria. Las escritoras habrán luego de esperar a 1981 para recibir otro Nadal, esta vez a otra asturiana, Carmen Gómez Ojea, por Cantiga de agüero. Entre las novelas finalistas, igualmente importantes por el volumen de ventas, se nos perdió Cinco sombras, en 1946, de Eulalia Galvarriato.

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