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Tom Jones, vuelta de tuerca a los ochenta

Sorprende con ‘Surrounded by time’, un álbum reflexivo donde mezcla vestigios de blues y folk con aventuradas texturas electrónicas

Tom Jones. | |

Hace algo más de una década que Tom Jones dio un giro a su carrera con Praise and blame (2010), dejando atrás el pop vestido para vender y decantándose por la exploración de sus amores de juventud, del góspel a los sonidos roots entroncados en el blues y el folk. Un punto de inflexión acorde con el alejamiento de unos hit parades cada vez más difíciles de atar corto y con su edad provecta. En esa estela, aunque expandiendo el paisaje con novedades aventuradas de estilo y sonido, se sitúa este Surrounded by time, proyectando a un Tom Jones hondo y despierto a punto de cumplir los 81.

El cantante galés siempre se ha mostrado receptivo al cambio y la innovación: recordemos, en otro orden, aquel Kiss, de Prince, con The Art of Noise, en 1988, o los duetos de Reload (1999), donde se las vio hasta con Portishead. En su última trilogía de álbumes se puso en manos de Ethan Johns (Kings of Leon, Ryan Adams, Paul McCartney; hijo del también productor Glyn Johns), que se convirtió así en algo parecido a lo que Rick Rubin representó para el último Johnny Cash. La alianza ha dado ahora para un capítulo más, el cuarto, en el que Jones expresa una poderosa voz propia a través de un cancionero de firmas muy variadas, de Bob Dylan a Michael Kiwanuka, alternando texturas de cantautor crepuscular con soundscapes electrónicos sobre los que su vozarrón de barítono adopta formas narrativas.

El caballero Sex bomb se aleja del perfil depredador, y en el canto a corazón abierto de la primera pieza, I won’t crumble with you if you fall, de la activista Berenice Johnson Reagon, se puede intuir la promesa de resistir sin desmoronarse dispensada a su esposa Linda, fallecida hace cinco años, tras casi seis décadas de matrimonio. Las atmósferas intranquilas envuelven el clásico The windmills of your mind, de Michel Legrand, y el encuentro del lenguaje musical tradicional y las pistas electrónicas da resultados sustanciosos: la incursión bluesy con sitar y psicodelia de No hole in my heart, de Malvina Reynolds, o el spoken word de Talking reality television blues, pieza del cantautor Todd Snider en torno a las fake news favorecidas en la era Trump.

Este es un disco de puro Tom Jones alejado de lo que, hasta no hace mucho, se suponía que debía ser un álbum de Tom Jones. Con sus autores más queridos (Tony Joe White en la reflexiva Ol mother Earth; Dylan en la más canónica One more cup of coffee), ejercicios expansivos de afirmación vital (This is the sea, de The Waterboys) y abundancia de pistas autorreferenciales: ahí se cuelan, al final, la confesión de I’m growing old (Bobby Cole), asistida por el piano, y la mirada a la trascendencia de Lazarus man (Terry Callier). Afianzan la sensación de que este Tom Jones todavía tiene mucho por decir.

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