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Marta Jiménez Serrano Escritora

Marta Jiménez: «Los hombres se han quedado con la parte divertida de la paternidad»

La escritora Marta Jiménez Serrano. | | LP / DLP

La poeta y novelista pone en valor en ‘Los nombres propios’ (Sexto Piso) a todas aquellas mujeres cuyo trabajo doméstico ha sido invisibilizado. En este trabajo la poeta y editora cuenta a través de una amiga invisible de la protagonista todo el proceso para convertirse en una persona adulta. Se trata de un camino por la infancia y la adolescencia hasta alcanzar la edad adulta en un diálogo con su abuela y su madre.

¿Qué importancia tiene la identidad, tanto en esta novela como en su figura como escritora?

Mucha. Esta profesión es compleja porque, cuando una no ha publicado, existe una paradoja muy grande ya que pasas muchas horas escribiendo y eso aún no está reconocido socialmente. Alejandro Zambra dice que «escritor es el que escribe». Yo estoy de acuerdo, aunque muchas veces falta algo para estar a gusto y poder decirle a los demás: sí, soy escritora y este es mi libro.

El reconocimiento del trabajo de las mujeres es un tema muy presente en el libro. ¿Por qué?

Uno de los motivos por los que he escrito esta novela ha sido el poder reflejar la vida de la abuela y darle valor a las vidas de tantas mujeres en las que parece que no ha ocurrido nada. Parece que, a ojos de la óptica capitalista de hoy, nada de lo que hacían tenía relevancia. Son mujeres que han trabajado muchísimo durante toda su vida, siempre sin reconocimiento. Quería hablar sobre ese trabajo invisibilizado. Además, la generación siguiente ha pringado doble. Está claro que la incorporación al mercado laboral fue un triunfo social, pero tendría que haber venido acompañado de que el hombre accediera a la vida doméstica. Por eso nos encontramos a mujeres que tienen que llevar una vida laboral fuera de casa y, además, encargarse de la parte doméstica. Seguimos arrastrando inercias que vienen de esa época.

«El amor adolescente es un relato en el que entras en desigualdad de condiciones»

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Escribe sobre la diferencia que se establece en la infancia entre el padre y la madre.

Sí. Cuando eres pequeño recibes una visión que es la común en la sociedad. Si alguien tiene un trabajo fuera de casa parece más importante que la persona que se queda en casa haciendo el trabajo doméstico. Heredamos esa visión errónea. Al hacerte mayor, te das cuenta de lo ingrato que puede ser el trabajo de una madre que regaña, se encarga de todo lo de la casa, etcétera. Y, además, históricamente los hombres se han quedado con la parte divertida de la paternidad.

Una constante en el libro es el tema del amor, que puede llegar a ser problemático en la edad adolescente, por ejemplo. ¿Por qué era importante hablar sobre ello?

En el libro hay una visión muy femenina de las relaciones. El amor adolescente es un relato en el que entras en desigualdad de condiciones. Todo parecen problemas: si no follas eres una monja, si follas mucho eres una puta, tienes que ir con cuidado con los chicos pero a la vez no debe parecer que no te gusta ninguno. La aproximación a un tema como el sexo es totalmente diferente si eres un chico o si eres una chica. Lo bueno de que haya tantas escritoras que empiezan a escribir desde su perspectiva es que estamos viendo que el relato no era del todo correcto.

«La aproximación al sexo es totalmente diferente si eres un chico o si eres una chica»

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Habla sobre el peligroso discurso del «no necesito a nadie».

Esta concepción de no necesitar a nadie me parece engañosa. Tampoco quería incidir en la creencia de que necesitamos al amor para completarnos. Creo que son situaciones irreales porque necesitamos los afectos. Nos necesitamos los unos a los otros.

La sexualidad es fundamental en la novela.

Sí. Tenía claro que quería abordarlo como algo cotidiano y hacerlo desde la perspectiva femenina, porque hasta ahora siempre eran otros los que lo contaban. Dos libros que me ayudaron mucho fueron El fin del amor, de Tamara Tenenbaum, y Normal People, de Sally Rooney.

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