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Música

Alexandra Dovgan, a los 13 años: un recital memorable

El pianismo de Alexandra Dovgan, moscovita adolescente (13 años) que ha traido el Teatro Pérez Galdós en pleno boom mundial de su nombre y talento, tiene algo de sobrenatural. Los artistas precoces suelen delatar su bisoñez en detalles de ejecución o de expresión que, sin menoscabo del mérito, señalizan un desarrollo en curso. Si escuchamos a la señorita Dovgan con los ojos cerrados, nada delata que la distinga de un gran virtuoso en plena madurez.

Con una técnica de ejecución trascendental como la creada en el siglo XIX por Chopin y Liszt, su lenguaje es vivo, caliente, desprejuiciado y muy creativo, sin licencia alguna “contra” la partitura. Estas condiciones innatas le permiten desarrollar lecturas de extraordinaria energía , a la vez canónicas y personales, llenas de vivacidad e imaginación, sin concesión a los estereotipos de volumen y fraseo que con frecuencia condicionan la expresión de Chopin.

Porque este programa de Las Palmas ha sido un monográfico chopiniano contemplado con pleno rigor y, al tiempo, una familiaridad, una soltura que nada dejan oculto ni incurren en códigos exquisitos o en claves neurológicas. La musicalidad es plena y el frescor de la interpretación hace aún más transparente el logos.

Es un acierto abrir programa con las cuatro Baladas de Chopin, escritas con lapsos considerables y, por ello, diferentes a pesar de la fijeza del modelo, que comienza con un tema lírico y tierno seguido de un desarrollo épico, de virtuosismo espectacular, dramatizante y muy fértil en ideas de desarrollo. “Cañones ocultos entre flores”, escribió Mauclair. La ejecución de Dovgan fue deslumbante en las dos esferas: la del delicado cantábile temático, con pulsación ténue y articulada en una corta gama dinámica; y las explosivas elucubraciones épicas que exhiben la fantasía del compositor. Todo el conjunto fue excelente, pero la tercera y la cuarta baladas, en la bemol mayor y en fa menor (opp. 47 y 52), que son las más bellas, llevaron la inspiración de la intérprete a cotas inmejorables.

Finalizó el programa con el famoso Andante spianato y gran polonesa brillante op.22, obra de juventud también armada sobre la forma lírico-épica, este caso una larga melodía soñadora y tierna que desemboca triunfalmente en el ritmo de danza nacional. Auténtica exhibición de intimidad y delicadeza en el tema cantable y explosiva felicidad mundana en la polonesa.

Con tres bises, también chopinianos, premió Dogva los vítores del público: dos poéticos nocturnos y un vals espectacular. La sala pedía más, pero una niña de 13 años acababa de bordar un tour de force agotador para ella e inolvidable para todos los presentes.

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