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Letras

Juan Cruz: «Polanco decía que ‘El País’ tenía el ideario que puso en marcha el PSOE»

Juan Cruz Ruiz. | | GORKA LEGARCEGI

Jesús Polanco (Madrid, 1929-2007), «El Jesús del Gran Poder», como le llamó un amigo y terminaron por llamarle sus enemigos, es una figura central en la historia de España. Juan Cruz Ruiz (Puerto de la Cruz, 1948), periodista, escritor y editor, acaba de publicar ‘Ciudadano Polanco’ (Debate, 2021), una biografía del que fuera presidente de Prisa, el más importante grupo de comunicación de habla hispana.

Más allá de su condición de magnates de la comunicación, ¿tienen algo en común el ciudadano Kane de la célebre película de Orson Welles y el ciudadano Polanco que protagoniza su libro?

Para mí tan solo el hecho de que ambos eran propietarios, o presidentes, de un grupo de medios. A Polanco le importaba que sus medios, El País entre ellos, cumplieran las bases de su Libro de estilo, que él contribuyó a poner a disposición de los periodistas, y cuyas máximas giran casi desde su fundación en torno al respeto a la libertad de informar manteniendo la atención a las fuentes y el respeto a las distintas versiones sobre los hechos. Leía El País cuando se había publicado, igual que cualquier lector del diario, y es sabido que Kane no sólo leía antes el diario de su propiedad sino que a veces hasta lo escribía.

El libro parte de una encomienda del propio Polanco, que durante varios meses de 2003 se entrevistó con usted a tal efecto, aunque luego desestimó el proyecto. Polanco murió en 2007 y ahora el libro ve la luz. Cuéntenos como ha sido el proceso que ha concluido con la publicación de «Ciudadano Polanco».

El libro nació de una idea de la última esposa del empresario, Mariluz Barreiros. Empezamos a trabajar a muy buen ritmo, hasta que un día Polanco percibió que, dijera lo que dijera sobre su vida y sus trabajos, no iba a rebajarse nunca la maledicencia organizada contra su persona y su trabajo, zaherida a causa de su posición al frente de Prisa, que en algún momento lo convirtió en enemigo de gobiernos, tanto socialistas como populares, hasta tal punto que padeció banquillo judicial tanto en la época de Felipe González como en la de José María Aznar. Éste último instó su encarcelamiento, además, a raíz de un caso llamado Sogecable. El libro se paralizó cuando decidió que no valía la pena que él mismo abordara su vida tan vapuleada. Años después de su muerte sus hijos me pidieron que retomara el proyecto. Junto a la conversación que habíamos tenido añadí muchas otras con personas de su entorno o que lo conocieron en el curso de su larga vida de editor y empresario. 

El único partido al que se adhirió Polanco, y por poco tiempo, fue al que creó Dionisio Ridruejo»

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En una de estas entrevistas Polanco le dice que la figura política que más le influyó fue Dionisio Ridruejo. ¿Puede abundar en ello?

Podría decirse hoy, con el lenguaje propio de su tiempo, que era un liberal socialdemócrata. No era un hombre de izquierdas, pero no era un hombre de derechas. Si acaso podríamos decir que era un liberal progresista, que había nacido antes de la guerra y que se hizo en la época de Franco, donde inició tareas editoriales que le llevaron a tener contacto con personajes del exilio interior y del exilio exterior. Dionisio Ridruejo, que fue en las labores del régimen de Franco una pieza fundamental de su entramado intelectual, dejó luego esa militancia y se convirtió también en exiliado. Ya en el interior de nuevo sugirió una asociación política digamos que socialdemócrata, y a ese fue al único partido al que se adscribió Polanco, pero por muy poco tiempo.  

«El País», principal estandarte de Prisa, comenzó a gestarse en 1972, impulsado por figuras de la derecha como Manuel Fraga, que designó como director a Juan Luis Cebrián. Hay otros actores relevantes como José Ortega Spottorno, presidente de Prisa, que invitó a Polanco a entrar en su equipo directivo. ¿Cómo fue aquel momento de gestación?

Fue Ortega el factor principal de la búsqueda de accionistas, por toda España y de todos los colores políticos más o menos liberales o socialdemócratas de entonces. Luego necesitó que entre esos contactos hubiera uno que representara ese ideario que perseguía su proyecto, y le pidió a Polanco que optara a ser su consejero delegado. Se resistió Jesús, pero entre otros lo convenció Ramón Tamames, comunista entonces. En el libro Polanco cuenta que Tamames fue luego, cuando se votó su idoneidad para ese puesto, el que votó en su contra. El periódico empezó a gestarse en un piso de la calle Núñez de Balboa; nadie podía pensar entonces que saliera adelante el proyecto. Si vale esta anécdota personal, cuando opté a ser redactor de El País, Ernesto Salcedo, director de El Día, el periódico de Tenerife en el que trabajaba, le recomendó a mi madre que me hiciera desistir porque ese periódico no duraría nada.   

Si la dictadura no hubiese obstaculizado la aparición de «El País», este no habría nacido como el periódico de la democracia. Un timbre de gloria que tal vez hubiese recaído en «Diario 16». Esa «varita mágica», que dice Jesús Polanco de la que dispuso «El País» en sus comienzos, ¿se la debe en parte a Carlos Arias Navarro, último jefe de gobierno de la dictadura?

 Fue una coincidencia simbólica, desde luego. El gobierno de Franco no quería ese periódico que, por otra parte, vendría a ser el que, desde la prensa, se dedicara desde el primer número a desmontar el franquismo contribuyendo a acercar España a Europa, como se advierte en la portada del 4 de mayo de 1976, la de su nacimiento. No se presentaba el periódico como el partero de la democracia, pero lo cierto es que desde sus primeras informaciones y editoriales ese fue el propósito que le dio sentido. En aquellos momentos un periódico tenía que nacer con ese propósito, o no nacía.  

«Federico Jiménez Losantos quiso ser Javier Pradera en ‘El País’, pero ya estaba Javier Pradera»

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Háblenos del Jesús Polanco fundador de Santillana y de la trayectoria de esta editorial, luego convertida en grupo integrado en Prisa.

Fue muy trabajador, muy serio y muy comprometido. Era buen compañero y buen jefe. Por eso creó en Santillana, la empresa que él fundó, un equipo cuya experiencia le sirvió de aprendizaje para crear empresa allí donde fue luego. Era muy cumplidor, digo, porque lo distinguió siempre una extraordinaria fidelidad a sus compromisos; por todas partes, en América, por ejemplo, dejó constancia de la seriedad con la que cumplió sus compromisos. Tenía una agenda minúscula en el bolsillo, donde anotaba sus citas, sin que en ella mandaran secretaria. Siempre quiso ser el que guardara fielmente sus cumplimientos. Y esa agenda era símbolo y síntoma de ese modo de ser. 

En la expansión de Santillana por Latinoamérica tuvo un papel determinante Isabel Polanco, hija de Jesús. Para usted, que fue director de Alfaguara y jefe de comunicación del Grupo Santillana, ¿cuál fue la principal aportación de Isabel Polanco para que Santillana, a través de sellos como Alfaguara o Taurus, se convirtiese en el primer grupo editorial en el mundo de habla hispana?

Isabel Polanco heredó algunas de las señas de identidad de su padre. Pero, como me dijo una vez Carmen Balcells, la célebre agente literaria, ella era Isabel Polanco, no la hija de Polanco. Tenía valores de su padre, la seriedad en el cumplimiento de sus compromisos, por ejemplo, pero le dio un impulso moderno a las empresas editoriales del grupo; viajó por todo el continente americano con tal devoción por su trabajo que empezó a creer que no había días o noches, sino días muy largos cuyos amaneceres ella quería que la hallaran trabajando en cualquier punto del mundo que estaba a su cargo. Un día su padre le advirtió de que esa dedicación absoluta la iba a dejar sin marido, porque éste se hartaría de esperarla. Isabel murió un año después de su padre, a los cincuenta años, y pocos dudan de que ese trabajo sin fin que se impuso tuvo que ver con la aceleración del mal que irrumpió en su salud.

Volvamos a los primeros años de Prisa, a 1977, con Jesús Polanco ya consejero delegado. Un sector de accionistas de cuño conservador, furiosos por la proximidad de «El País» a la UCD, abre una guerra para hacerse con el control del grupo. Los comanda un personaje de opereta, el abogado Antonio García-Trevijano, promotor de la Junta Democrática y asesor de Francisco Macías, dictador de Guinea Ecuatorial; miembro del círculo de Juan de Borbón y más tarde adalid de la III República. Polanco habla de esta guerra en el libro. ¿Puede recordarnos sus momentos más intensos?

Todos fueron momentos intensos en esa guerra de accionistas. Querían desposeer a Polanco de la mayoría para virar el rumbo del diario. Según un accionista muy influyente, el filósofo Julián Marías, que colaboraba en el diario, El País nació para viajar a Nueva York y estaba yendo a Moscú. No era así: el periódico era en Economía conservador y en Nacional progresista, en un tiempo perseguía, además, que triunfara UCD y luego parecía lógico que este país interpretara el sentir nacional y apostara por el socialismo que finalmente triunfó en las elecciones tras la derrota de Suárez. En aquel entonces se llegó a decir (lo decía Polanco) que en realidad El País tenía el ideario que puso en marcha el PSOE, y no al revés, pero en esa época en que ya Polanco ganó la batalla (comprando, además, las acciones que llegó a controlar Trevijano) y además El País iba al banquillo de los acusados por denunciar la guerra sucia contra ETA, Luis María Ansón inició desde su ABC una campaña llamando a El País el diario gubernamental... Y así sucesivamente.   

«Pedro J. Ramírez le dijo a Umbral que su ‘Cervantes’ les había costado más que el indulto a Liaño»

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Desaparecida la UCD, la aproximación entre el PSOE y «El País» se acendró. Para entonces, como ha dicho, Ansón llamaba al rotativo de Prisa «diario gubernamental”» pero Polanco, por el contrario, afirma en una entrevista con usted que «en aquellos tiempos el PSOE hacía su línea leyendo ‘El País’». Y usted mismo le recuerda a Polanco que “se dijo que «’El País’ no era del PSOE sino que el PSOE era de ‘El País’».

 Es muy interesante esa manipulación a la que fue sometido El País hasta los últimos años de Polanco. El periódico tenía un interés mayor, que era la información, y la opinión la orquestaba a partir de un grupo de intelectuales o profesionales (abogados, catedráticos, economistas...) que se reunían en El País para comentar los hechos y sacar sus conclusiones. Ni el PSOE ni el PP podían entender que el periódico era de sus lectores y los beneficios que hubiera, así como las inversiones, eran de los accionistas. Hasta que creyeron (en el caso del PP) que eliminando a Polanco acabaría ese modo de ser. Por eso Aznar tuvo tanto interés en que el empresario dejara de serlo mandándolo, con el concurso de algunos periodistas y de un juez, al banquillo y a la cárcel. 

Algunos de los enemigos más exaltados de Polanco fueron antes destacados periodistas de «El País», caso de Martín Prieto y Jesús Cacho, o colaboradores, como Federico Jiménez Losantos. ¿Qué cuitas tuvo cada uno con el consejero delegado y luego presidente de Prisa?

Martín Prieto fue uno de los más fieles colaboradores de Juan Luis Cebrián, que lo trajo de Informaciones. Era quien escribía muchos de los editoriales, en la época de Javier Pradera. Fue un escritor formidable y un ciudadano de curioso carácter. Tras su exitosa cobertura del juicio del 23F fue destinado como corresponsal a Argentina. A la vuelta quiso responsabilidades que Cebrián consideró que no resultaban adecuadas para su desempeño por su parte, quiso otra consideración, también económica, y cuando estaba a punto de ponerse al cargo de una revista del grupo que estaba en dificultades, torció su camino y se pasó al diario de Pedro J. Ramírez, desde donde nos zahirió a todos con una saña extraordinaria. Yo fui su amigo, pero no me libré de su vitriolo. Con Cacho pasaron otras cosas: consideró el periódico que malversaba su confianza para entregarse a intereses empresariales ajenos y a raíz de su cese consideró oportuno convertirse en el más agresivo de sus contrincantes. Jiménez Losantos quiso ser Javier Pradera, pero ya estaba Javier Pradera. 

 Jesús Cacho fue parte especialmente activa en el caso Sogecable, que, como insisten varios de sus entrevistados, es el momento más traumático en la trayectoria empresarial de Polanco, a quien el juez prevaricador Javier Gómez de Liaño intentó encarcelar. ¿Puede relatarnos lo que en el libro se cuenta sobre este «affaire»?

Se reunían el juez Liaño y el periodista Jaime Campmany en un restaurante de Peñaranda de Bracamonte para poner en marcha una idea de Pedro J Ramírez, lanzada poco antes de que Aznar tomara posesión de su cargo: desposeer a Polanco del poder que tenía, expresada en un largo editorial de El Mundo. Se trataba de demostrar, con el concurso del juez, que Prisa se quedaba con los depósitos de Canal+. Era mentira y era imposible. Tramaron argumentos y argumentarios, tendentes a propiciar un encarcelamiento que acabara con las empresas y también con la dirección que las mandaba. El juez terminó fuera de la carrera por prevaricador, y al fin Pedro J. Ramírez se jactó de ser él quien obtuviera del Gobierno (de Aznar) su indulto. Lo resumió así un día que felicitó a Francisco Umbral por su premio Cervantes, que también se atribuyó: «Nos ha costado más tu premio que el indulto de Liaño».  

La adquisición de la cadena SER por parte del Grupo Prisa tuvo un adversario de peso en el gobierno socialista: el vicepresidente Alfonso Guerra. Según le cuenta Polanco, no fue hasta que Guerra salió del ejecutivo que la empresa pudo adquirir la radio.

No observé nunca, ni entonces ni después, demasiada simpatía de Alfonso Guerra por El País, pues igual que luego Pablo Iglesias con respecto a sus ideas de la política y los medios, el líder socialista consideraba que él tenía más razón que los que desde los medios se referían a sus logros o a sus cuitas. Hubiera sido cualquiera que estuviera al cargo de El País, Guerra no hubiera estado contento, porque a mi parecer Guerra hubiera querido dirigir España y sus periódicos. Lo digo como lo siento.

Otro momento de choque, el último, de Polanco con el PP, ocurrió a raíz de su alocución ante la junta general de Prisa el 24 de marzo de 2007, donde dijo que si en España había democracia era gracias a grupos de comunicación como éste pero no por lo que hacía el PP, y que si el PP seguía como hasta ese momento a él le tendrían enfrente. El PP, comandado entonces por Mariano Rajoy, se negó a conceder entrevistas a los medios de Prisa. ¿Puede incidir en este episodio?

Polanco ya estaba muy mal de salud. Un accionista, el arquitecto Ricardo Aroca, que era el que habitualmente lo interrogaba en las Juntas de Accionistas, le preguntó sobre la marcha de este país. Y él se despachó con una sinceridad que era habitual pero que no siempre llevaba a esos foros. Esta vez vislumbró un momento de enorme peligro para los cimientos de la democracia española tal como la concebía. Fue un discurso moral y político, no un discurso empresarial. Pero en ese momento era el que correspondía a su ánimo, lleno de hartazgo civil por la manipulación que desde la política se hacía de los ideales para los que se había hecho la Transición. Si se lee ese capítulo, a la luz de lo que sucede ahora mismo, muchos lectores entenderán la indignación de Polanco. Por cierto, cuando acabó esa junta y él bajó del estrado dijo a algunos, entre ellos a Juan Luis Cebrián y a Emilio Lledó: «Me he pasado, ¿verdad?» 

«Polanco criticó al PP en 2007 porque vio en peligro los cimientos de la democracia»

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Con todo, Polanco y Prisa mantuvieron hasta en los peores momentos estrechos vínculos con políticos del PP, como Rodrigo Rato, Alberto Ruiz Gallardón, al que veían como alternativa a Rajoy, y Rodolfo Martín Villa, personaje contra el que una juez de Argentina dictó una orden de detención internacional por crímenes de lesa humanidad cometidos durante los sucesos de Vitoria de 1976. Martín Villa fue nombrado en 2004 presidente de Sogecable. Por favor, cuéntenos sobre los vínculos de estos tres personajes con la empresa que presidía Jesús Polanco.

Para mi gusto, esas no eran relaciones políticas, sino de afecto. Ni El País, ni los otros medios que dependían de Prisa, fueron rozados, desde mi punto de vista, por sus intereses personales o profesionales. En el caso de Gallardón, era herencia del padre de éste, un abogado importante en la última etapa del franquismo. Algo parecido ocurrió con Rodrigo Rato. Por cierto, yo estaba en su despacho cuando, con ocasión de sus setenta años, el que fue ministro de Economía de Aznar le llamó para excusarse por no atender su invitación a la fiesta de cumpleaños que se le preparaba a Polanco en Tenerife... Era evidente que Aznar no veía con buenos ojos esa amistad. ¿Y Martín Villa? Ese de Sogecable era un cargo más bien honorífico, y ahí ya se habían arbitrado las relaciones de poder obligadas por el reciente caso que estuvo a punto de llevar a la cárcel a Jesús Polanco.  

En el libro evoca la entrevista que Manuel Vázquez Montalbán, escritor y columnista de «El País», le hizo a Polanco para su libro «Un polaco en la corte del Rey Juan Carlos». Le pido que para terminar nos diga algo de lo que dice de ella en su libro. 

Está ahí esa entrevista como ejemplo del modo de ser de Jesús Polanco y el extraordinario modo de hacer entrevistas que desarrolló (en ese libro, y no sólo) el excelente periodista que fue Manolo Vázquez Montalbán. Yo fui el editor de ese libro, por cierto, y la reproducción de esta entrevista es un homenaje privado a entrevista y entrevistador. 

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