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El neoyorquino Moby, salvado por la orquesta

El músico revisa su cancionero con elegancia y sentimiento valiéndose de la Budapest Art Orchestra y de voces como Kristofferson o Lanegan

Moby. | |

Moby fue un día un tipo imprevisible, capaz de saltar del techno listo para la rave al rock con ascendiente punk (aún podemos recordarlo teloneando en Barcelona, guitarra en bandolera, a Red Hot Chili Peppers y a Soundgarden, en los 90), pero todo eso fue quedando atrás a medida que el neoyorkino encontró su lugar en el mundo en torno al patchwork posmoderno y a la electrónica decorativa. Paisaje del que sale ahora con esta especie de greatest hits remodelado, con orquesta e invitados, justo de épica y decantado por cierto minimalismo y por la expansión de su canon sonoro, algo que seguramente ya tocaba.

Reprise aparece con la alta marca discográfica de Deutsche Grammophon y puede parecer uno de esos artefactos con los que los artistas se dan importancia a base de pompa y circunstancia, pero más bien consiste en Moby abordando de un modo distinto sus canciones: más orgánico y cálido, jugando con voces nutritivas y transmitiendo más sutileza que ampulosidad. No hay más que comparar ese Go trabado con percusiones latinas con el original (de su primer disco, de 1992), o el subidón góspel que Gregory Porter y las fogosas coristas imprimen a Natural blues. Tema este nativo de su álbum más popular, Play (1999), primer hogar también de Porcelain, la canción de las cortinillas de La 2 en los albores de siglo, ahora con menos láminas electrónicas, más piano y la garganta, en modo comedido, de Jim James (My Morning Jacket).

Moby toma distancias con las tendencias electrónicas a las que se arrimó en otros tiempos, de modo que Extreme ways sacrifica el house por un ritmo recogido con guitarra acústica, y Lift me up logra su propósito de elevarnos alejándose del espíritu de club y tirando, aquí sí, de una majestuosidad peliculera (que envuelve también la célebre We are all made of stars). El empaque corre a cargo de la Budapest Art Orchestra, que casa bien con el piano minimal del islandés Víkingur Ólafsson en God moving over the face of the waters y se mantiene a raya en un momento culminante, The lonely night, donde Mark Lanegan (ya presente en 2013) se cruza con Kris Kristofferson.

El desfile de voces aporta relieves al repertorio, si bien es posible que el mundo no necesitara una nueva versión de Heroes, de David Bowie, ahora entonada en modo sinuoso por Mindy Jones (hay coartada personal: al parecer, Moby y el Duque Blanco fueron amigos y llegaron a interpretar el tema juntos en el ámbito privado). Otro punto de anclaje del álbum en un imaginario adulto sin rodeos, con el que Richard Melville, Moby, parece buscar el alma de las canciones valiéndose de utensilios atemporales, quizá sospechando que el test del tiempo no es del todo amable con algunos de sus registros de juventud.

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