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Josema Yuste Director y actor en la comedia ‘Sé infiel y no mires con quién’

Josema Yuste: «Trabajo con la tranquilidad de siempre porque no estoy en ninguna red social»

Josema Yuste. La Provincia

El veterano cómico Josema Yuste acaba de presentar en el Teatro Colón una nueva pieza teatral, Sé infiel y no mires con quién. Además de interpretar a uno de los personajes, la dirige y realizó la adaptación, pues la obra deriva de una obra inglesa que se hizo muy popular ya en la década de los años 60. Este remake teatral tiene mucho ritmo y cuenta con nueve actores para sostener su dinamismo. 

¿Por qué la eligió?

La vi hace muchísimos años, interpretada por Pedro Asinaga y Pepe Sacristán. Me gusta hacer remakes de comedias. Esta una comedia de enredo, sin más, pero muy divertida y que va de menos a más. Una buena comedia de enredo es como una bola de nieve: primero es chiquitita y con el paso de la pendiente se va haciendo más grande. El final es literalmente hilarante. También me interesó porque es atemporal. El tema son las infidelidades y los cuernos, que están al orden del día, no sé si desgraciadamente o no (ríe). Hay nueve personajes, cinco mujeres y cuatro hombres, que es poco frecuente en una comedia y en una producción privada. No engañamos a nadie, no busques un fondo porque no lo hay: es simplemente un divertimento maravilloso. En este momento necesitamos dejar de pensar un poquito y, divertirnos porque sí, sin más, al menos durante hora y media.

¿Qué cambió del guión?

Cuando adapto, hago una adaptación profunda, en la medida de lo que me permite el autor. El 95% de los gags visuales son nuevos, pero mantengo la estructura de la historia. Un ejemplo: en los años 70, los personajes femeninos eran todos amas de casa, y en mi versión todas tienen un negocio o trabajan.

En otras versiones había juego entre dos personajes masculinos, uno más canalla, otro responsable.

Eso no cambia, eso forma parte de su idiosincrasia. Hay un hombre bueno, sacrificado, buen esposo, muy trabajador, con un socio más mujeriego, cachondo y libertino. Yo interpreto a un decorador, contratado por la mujer de uno de ellos para redecorar. Mi personaje es un pillo que se hace pasar por homosexual, para ligarse a la asistenta, la señora, todo lo que puede.

La comedia de enredo lleva haciéndose desde el teatro griego. ¿Por qué la fórmula sigue enganchando?

Esto es como en botica. Puedes comprar una inyección contra el párkinson que vale 500 euros, y una cajita de aspirina que vale 1,40, una lima de uñas y una cajita de caramelos. En el teatro, lo mismo: hay cosas menores, mayores, intrascendentes, trascendentes, que te provocan, que te hacen pensar o que te evaden de los problemas. Todo es perfectamente combinable. Un día puedes ver una película muy poética, y al día siguiente ves Resacón en las Vegas. Yo he optado por Resacón en las Vegas, ese es el teatro que yo hago.

Es dificilísimo hacer reír a la gente, no te quepa duda, asustarla y que llore también, pero menos

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¿Tiene su dificultad hacer un guión para comedia, e interpretarlo?

Sin ninguna duda [remarcando las sílabas]. Es dificilísimo hacer reír a la gente, no te quepa la menor duda. Hacer que la gente se acongoje y suelte la lágrima, no digo que no sea difícil porque lo es, pero si me apuras, te digo que lo es menos. Hacer un buen guión dramático es muy difícil, pero tocar la fibra de la gente es más fácil que hacer que se rían.

Usted ha sido una cara muy popular en televisión y en el cine. ¿Qué le aporta el teatro?

Uno tiene que saber dónde nada mejor, dónde está más cómodo y dónde transmite más. Con toda honestidad, digo que donde mejor estoy y más siento y transmito es en el teatro. Soy afortunado porque he podido hacer de todo, pero es donde mejor me desenvuelvo. El directo me lleva a un clímax total. Yo empiezo a contar una historia, y si me dejas, tengo momentos maravillosos, y hago disfrutar al público. Pero como me estés cortando como en el cine, vuelve a empezar... No, yo soy actor de empezar y terminar (ríe). La emoción del directo me parece maravillosa para el actor y para el público.

¿Y nunca le dio miedo?

Siempre tienes un punto de... Miedo, nervios, no sé cómo calificarlo. Es una emoción que tienes en la tripa, en el estómago, pero que a la vez es un punto de nervios y te obliga a estar muy concentrado. Y cuando un actor o un deportista está concentrado en lo que hace, lo hará bien. En la tele y en cine estás más relajado, el que diga que no, no dice la verdad. Tienes una red debajo. En teatro no, querido amigo: si te equivocas no tiene solución. Tienes que seguir. ¿Cómo? ¡Aaah! Como puedas. Y eso es lo que me produce un poco, un poco no, bastante respeto. Pero prefiero eso a que me estén cortando el rollo.

¿Cómo es la relación con el resto de actores de la obra?

Muy buena. No puedes trabajar en un trabajo como el mío llevándote mal, es incomodísimo. Siempre les digo que no pido que seamos amigos, pero sí que haya buen rollo. No un comportamiento educado y correcto; eso es muy absurdo, cada uno es como es. Pero sí respeto y, sobre todo, que todos luchemos, no por el ego de cada uno, sino por la comedia. Los protagonistas no somos ninguno de nosotros, es la comedia. Lo repito de vez en cuando por si alguno se olvida.

Ha trabajado mucho a dúo, con Millán Salcedo en Martes y Trece, luego con Florentino Fernández... ¿Cómo es compartir escenario con una misma persona a lo largo de años y años?

Es muy especial, porque llegas a tener una compenetración muy grande. Con Millán fue brutal, brutal, y disfrutas mucho de eso. Pero a la vez es más difícil. En mi compañía el jefe soy yo, pero con Millán decidíamos los dos al 50%. Y es muy complicado hacerlo en una pareja artística. Pero con mano izquierda, buena voluntad y psicología intentas que las cosas salgan. Y al final han salido.

La emoción del directo me parece maravillosa, la tienes en la tripa y te obliga a concentrarte

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Lleva décadas haciendo humor. ¿Ahora hay que cortarse más para no herir sensibilidades en el mundo de las redes sociales?

Por eso no estoy en ninguna red social. Si estuviera, inevitablemente, algo te influye. Trabajo con la misma libertad, perspectiva y tranquilidad que hace treinta años, no estoy supeditado a la opinión de nadie. Y además, siempre he tenido muy claro que nadie puede gustar a todo el mundo. ¡Es imposible! Si gusta a un 15 o 20% de españoles me doy con un canto en los dientes. ¡O a un diez!

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