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Género y espacio construido

El lugar para el teletrabajo y la terraza, el patio o la azotea son hoy instrumentos para conciliar

Vivienda social de Mulhouse, de Lacaton y Vassal.. | | LP

El espacio construido trata de una escala menor que la de la ciudad, pero por eso mismo, más próxima al cuerpo. Cubre un panorama muy amplio, que va desde lo que entendemos tradicionalmente como edificación, hasta lo más abstracto, como podría ser el dibujo del espacio a través del movimiento, tal como sucede en las performances. Engloba aspectos que van desde la materialidad y los detalles, a lo efímero y lo permanente, o incluso, hoy en día, a la construcción virtual del espacio.

El espacio construido es diverso, sujeto a enfoques más concretos y menos holísticos. Llega a ser incluso intimista, pudiendo convertirse en la identificación o el reflejo de uno mismo. Su máximo exponente es por supuesto el espacio doméstico. En él se incluye el espacio introspectivo, secreto y privado, donde la perspectiva de género y su expresión se puede dar con más naturalidad.

Tod@s entendemos la habitación propia de Virginia Wolf como reivindicación feminista dentro del hogar. Hoy podría ampliarse el sentido de esa habitación propia, dedicada inicialmente a la creación o introspección, para convertirla también en el habitáculo necesario para el trabajo. De algún modo, el tejido productivo de nuestras ciudades se ha “colado” dentro de nuestras casas a través del teletrabajo, requiriendo, más que antes, cierto silencio e independencia funcional. Lo mismo sucede con lo que podemos llamar la habitación exterior (terrazas, patios, azoteas). Ambos espacios son hoy instrumentales para la conciliación familiar.

Los últimos premiados por el Pritzker, Lacaton y Vassal, plantearon en Mulhouse unas viviendas sociales que se adaptan a las necesidades diversas de sus usuarios. Construyeron envolventes amplias y diáfanas que podían albergar configuraciones libres según los diferentes requerimientos familiares. De ese modo abrían el abanico a nuevos modos de habitar, incluso cambiantes en el tiempo, definiendo una estructura organizativa más débil y abierta.

Fuera del espacio de la vivienda, se propugnan hoy nuevos modelos de convivencia que atienden a la pluralidad diversa de las familias o individuos. Es el caso del co-housing y co-living, vinculados de algún modo a la idea de la ciudad cuidadora, que se ha convertido en una creciente realidad en centros urbanos de todo el mundo.

De entre los espacios no residenciales, habría que destacar por su importancia en la arquitectura con perspectiva de género, el espacio educativo, por su capacidad para influir en nuestra formación y marcar ciertos modos de interactuar desde una temprana edad. Ese espacio merece nuestra atención como arquitect@s, por su capacidad para ofrecer ideas para construir un mundo más inclusivo y diverso. Un espacio que define bien este asunto es el patio de recreo, habitualmente discriminatorio, donde se establecen las reglas de la jerarquía y se normalizan comportamientos desde la infancia.

La perspectiva de género en la arquitectura ayudaría de este modo a lograr un enfoque más abierto para la convivencia entre iguales. El espacio construido debe responder a las nuevas necesidades y pensamientos, ser el reflejo posible de lo cotidiano, a la vez que facilitar los cambios sociales necesarios.

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