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Arte

La flota artística de Ayoze y Julia

Los creadores debutan como pareja artística con la exposición ‘Tocados pero no hundidos’

el artista grancanario Ayoze Jiménez y Julia María Martín, en la inauguración de la exposición ‘Tocados pero no hundidos’. JOSÉ CARLOS GUERRA

La Galería Saro León, en la capital grancanaria, exhibe el proyecto expositivo ‘Tocados pero no hundidos’, de los artistas Julia María Martín y Ayoze Jiménez, hasta el próximo 30 de julio.

La experimentación matérica de Julia María Martín González (La Orotava, 1979) hilvana su búsqueda artística en las posibilidades expresivas de los tejidos, bordados y tapices, mientras que el artista Ayoze Jiménez Villalba (Las Palmas de Gran Canaria, 1978) proyecta su discurso sociocrítico en lienzos y murales con dibujos hiperrealistas y el lenguaje del steet art. En la vida, ambos navegan en el mismo barco desde hace 20 años pero, en el arte, sus mundos antagónicos convergen por primera vez en una travesía conjunta, fraguada como una batalla artístico-naval, en la Galería Saro León.

Bajo el título Tocados pero no hundidos, el germen de este viaje nace del conflicto durante la búsqueda de fórmulas para armonizar dos imaginarios opuestos sin que colisionasen en la sala. Y entonces, emergió la idea de articular el montaje como un ejercicio lúdico a partir de uno de sus juegos de mesa predilectos: hundir la flota.

«Después de trabajar sobre varias ideas y descartarlas, el reto se nos estaba clavando por dentro, porque nuestra obra es muy diferente», señala Julia, «así que a la hora de enfrentarnos a la ubicación de las piezas en la sala, decidimos tomarlo como un juego».

El resultado de la partida es una convivencia expositiva entre dos lenguajes formales que cohabitan en la sala dado que, como indica la artista, «no concebimos esta exposición como una muestra colectiva, sino como dos exposiciones individuales que coinciden y se solapan en un mismo espacio y en un mismo tiempo».

Pero la intrahistoria de este montaje expositivo es que, inspirados por el «juego de los barcos», los artistas reconvirtieron la galería en un tablero a partir de la reproducción de las medidas de la sala en dos planos análogos, divididos en módulos de 25 centímetros que representan las casillas, y donde sus obras de arte encarnan las fichas. Entonces, cada uno dibujó su propio montaje individual en una cuadrícula a espaldas del otro: Ayoze, en color rojo; Julia, en color azul. Y después desarrollaron una partida real para confrontar el itinerario de sus piezas-fichas «y llevar las tiradas a un mismo plano definitivo».

Un dibujo de Ayoze Jiménez, en primer plano, y a su lado, un conjunto de piezas tridimensionales de Julia María Martín. José Carlos Guerra

«Entonces nos dimos cuenta de que había piezas que se rozaban o se pisaban unas a otras y, para no entrar en conflicto, decidimos que esas obras desaparecerían de la sala, dejando solo un rastro o registro en la pared», apunta la artista. Por esta razón, este mosaico interdisciplinar aloja algunos huecos, señalados en azul y rojo como las cuadrículas de sus respectivas casillas, que se corresponden con el lugar donde se solapaban sus obras, como dos barcos tocados por el azar del juego y hundidos en el vacío de la sala. Y el resto es agua: la entrelínea donde las obras de ambos establecen un diálogo, «que si lo hay, es totalmente fortuito», añade Ayoze.

Proceso

En este sentido, ambos artistas coinciden en que Tocados pero no hundidos materializa una aventura compartida «donde tiene más peso el proceso creativo que el resultado». «En el momento en que jugamos con nuestras obras como fichas hemos contrarrestado la importancia de las piezas para concedérsela a cómo las hemos colocado dentro de la sala», indica Julia.

Por su parte, Ayoze admite que «lo sencillo habría sido yuxtaponer ambos mundos, pero esa idea es tan convencional que aruña». «Después de investigar esta forma de montaje, el juego de la fortuna ha determinado la ubicación de la obra en las paredes y el resultado nos encanta», añade.

Sus dibujos figurativos reflejan una deriva artística que evoluciona hacia «la desaparición del personaje», mientras que Julia afina las técnicas del punto, el bordado o el crochet -«tan mal llamadas femeninas, subraya»- con las que entreteje formas tridimensionales desde un reducto de concentración y sosiego, en las antípodas de nuestro ritmo social vertiginoso. «Esta es la convergencia de dos procesos de trabajo no terminados, que siguen en plena búsqueda», señala Ayoze.

Asimismo, la exposición solo revela la leyenda de este mapa de barcos a la entrada de la galería, donde se exhiben los tres planos de la partida artística en azul y rojo. Y al fondo de la sala, un arcón reúne una serie de piezas conjuntas, dibujadas con las líneas y colores de Ayoze, y cosidas con los hilos de Julia. Ambos artistas afirman que «en 20 años de convivencia, ninguno se ha contaminado del discurso artístico del otro, aunque nuestras únicas discusiones proceden siempre del arte». Minutos antes de que zarpase esta nave artística en la Galería Saro León, donde fondeará hasta el próximo 30 de julio, los artistas confesaban que «le dijimos a Saro que esta propuesta o nos terminaba separando o nos afianzaba para siempre». Pero Saro León sabe en qué aguas remar.

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