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Enigmas y paradojas en tiempos finales

La nueva narrativa pictórica de Gabriel Ortuño en la muestra ‘Mundo Líquido-Mundo Sólido’

La nueva narrativa pictórica de Gabriel Ortuño en la muestra ‘Mundo Líquido-Mundo Sólido’

Grandes estancias, patios y zaguanes una vez habitados y que, para el resto de la historia, serán ruinas inundadas. Lugares que fueron hábitat humano donde la memoria se disuelve entre objetos inservibles, plantas, vehículos. Un mundo líquido, en peligrosa suspensión acuosa, como el análisis de nuestras culturas que ha hecho famoso a Zgymunt Bauman, contrastado con la solidez rocosa de las islas, de sus costas, de sus promontorios. Encuentro de contrarios, discurso que tanto le gusta al pintor, desde esa ya lejana exposición, Oxímoron. Gabriel Ortuño inaugura Mundo Líquido-Mundo Sólido en Alicante, mostrando obra reciente y de las últimas dos décadas. No por mera casualidad, pues alicantino era su padre, y también pintor de talento, pero desconocido.

Continúa su nueva obra por la senda de la escenografía dramática, por la ruta de la pintura monumental que presentó en la exposición de San Martín. Centro de Cultura Contemporánea en 2014, La zona habitable (Cabildo de Gran Canario). Transitamos por esos salones arrollados por el Atlántico, vacíos, sin inquilinos, espacios irrecuperables, metáfora de lo que han sido, hasta hace muy poco, nuestras señas de confort e identidad. La revelación de esta exposición, no está, sin embargo, en estos lienzos de sutura y tránsito entre etapas, sino en una deriva (valga el término, ya que estamos entre aguas) narrativa. Hacia concreciones de experiencias, reflexiones y vaticinios que con inusual claridad nos pinta y proyecta el ya veterano pintor. Ortuño, a su modo y manera, con elementos invisibles y otros subyacentes, hace un relato de nuestro nuevo paradigma (un mundo en permanente disolución de valores e ideas sólidas), por el cual, y agravando estas circunstancias, ha pasado el tercer Jinete del Apocalipsis, el de la Peste, en este caso, de la Pandemia del Sars Covid-19.

En 2014, escribí lo siguiente para el catálogo de La zona habitable: “La zona habitable es un gran decorado que toma escena y nos reta a escribir nuestro drama proporcionándonos unos cuantos elementos, un limitado atrezzo… Asistimos a la triste no pertenencia, a la irrelevancia de todo aquello que fue bello e identitario: arañas, consolas, sillas Luís XV. Piezas de museo que están en el fondo del mar, porque la nave se hundió hace mucho”. De esa muestra, podemos admirar el colosal Taxi, misteriosamente varado en el clausurado salón de una casa semi-hundida. Vehículo legendario de una mítica modernidad, ruina rescatada del imaginario de una ciudad amada y visitada por Ortuño, Nueva York. El taxi neoyorquino embarrancado en la costa de Gran Canaria. Este segundo hecho que determina el encuentro no explícito de dos culturas es reflejo y ejemplo de las fuerzas que las islas ejercen sobre la mente de todos sus habitantes, nosotros y nosotras los insulares canarios. Conciencia que el arte agudiza y eleva a un intenso plano simbólico y que modela el interior más profundo, lo inconsciente. De idéntica monumentalidad, y emocionalmente devastador es el lienzo Equilux, un salón (el mismo de Taxi) bajo las luces del ocaso en el cual sobrevive (no sabemos si mejor o peor que antes) una solitaria planta. Imagen de desolación que cierra esa etapa aterradora, a pesar de su belleza formal (superficies en degradación tonal, luces y reflejos de exquisita ejecución, superficies líquidas) que fue La zona habitable.

La mente del artista y el hombre que busca respuestas para enfrentar el futuro después de la liquidez de los valores, los tsunamis devastadores y la melancolía de la perdida, le llevan a construir nuevos espacios. Aquellos que encontramos en obras como Dúplex, Interior o Refugio. La casa que afrontará los retos de la nueva vida no es ni cuadrada ni rectangular, es un castro de curvas paredes, con los mismos ventanales enormes, ya no amenazados por los maremotos. En su interior, la luz natural se multiplica y las estancias se duplican, el espacio se abre, como en los interiores visionarios de Frank Lloyd Wright o Le Corbusier. Y se halla sobre una suave planicie verde elevada sobre el mar.

Estos cuadros de cimbreantes perspectivas y placenteras sensaciones de aire y de luz, son toda una proeza óptica, un guiño más, otra vuelta de tuerca, al dominio de la pintura, que no olvidemos, es ilusión y siempre ilusión para los ojos. Este comienzo visionario lo contextualiza un esquema narrativo que nos ofrece Sala de espera y El observador; el primero, quizás un autorretrato del pintor, es un hombre que contempla el horizonte sentado en las anodinas butacas de una sala de espera; el segundo, una instantánea de un niño que observa absorto un cuadro de Roy Lichtenstein incompleto ante sus ojos. Y es un niño el que corre y unos adultos los que operan un instrumento en el surreal graderío de La medición del territorio, artificial promontorio de bloques escalonados en el mar bajo una cubierta que sostienen (se supone) inmensos pilares. La construcción de la nueva casa utópica, circular y elíptica, se desarrolla en paralelo a una nueva historia familiar que se está escribiendo.

Entre los iconos más novedosos, y más puros y “literarios” elaborados por Gabriel Ortuño se cuentan Allegados, No limits y Embarcadero, tres alegorías eminentemente insulares, que en su deriva fantástico-realista narran la unión de unos humanos sobre un roque aislado, la separación de una sociedad al romperse otra isla y la llegada de una familia a su vivienda en un acantilado sobre las aguas. El pintor crea tres cuentos de significado plural y abierto, que todos podemos interiorizar y explicar según nuestro parecer. Una metáfora de escritura visual posmoderna, por cierto, manifestada con una rigurosa pureza de medios sobre el duro soporte del yute. Les pido a los que visiten esta muestra, que pasen cinco minutos ante la obra que se titula Habitación 20/21. Sin duda, es su emblema, la fuerza terrible y oscura que ha movido todo lo demás y que ha provocado esta intensa reflexión personal y estética que es Mundo Líquido-Mundo Sólido. Pregúntense qué es.

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