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Conciertos | El 37º Festival de Música de Canarias

Maria Joao Pires, desde el más noble pianismo

Maria Joao Pires saluda al público tras su actuación en el Teatro Pérez Galdós el pasado lunes. | | LP/DLP

La primera imagen de Pires cuando sale a escena es la de fragilidad. Pero esta mujer tan menuda suma más de cincuenta años de carrera virtuosa en un mapa mundial sin restricciones. Y no hablemos tan solo cantidad, porque su nivel cualitativo también era legendario. Está en la cima desde que la alcanzó, y nada ni nadie la desplaza de ese mágico lugar aunque a ella le dé cada poco la matraca de la retirada. Alguna nota –muy pocas- suena fuera de lugar o no suena. ¿Y qué significa eso cuando lo que realmente está sonando es la quintaesencia de un cantable pianíssimo, la magia de un fraseo que es pura metáfora, o la gracia de un ritmo en la mano izquierda que apenas se oye porque ella ha querido hacerlo así: una nube, una sugerencia, casi un contrapunto?

El disgusto de la cancelación de un genio, Sokolov, por problemas de salud que deseamos verle superar rapidito, ha sido compensado con un cambio que demuestra el nivel de confianza del Festival, ganado en sus 37 ediciones (aunque mejor diría que 36 por razones de todos sabidas). Pires está en el nivel de máximo prestigio, elaborado con programas a tono con su inspiración y ejecución.

Son programas de plena congruencia en términos de gusto personal y condiciones técnicas. La tanda de Variaciones y la Sonata de Schubert, como los Preludios de Debussy sonaron como exégesis de su estilo: “tempo”, fluidez, volúmenes y fraseo staccato en el primero, y fantasía deslizante, legato sutil y color fumé para el segundo. En ambos fueron la maravillosa digitación, el sonido en gradación nunca superior al forte, la sensacional articulación y la apagada acentuación de los acompañamientos, base perfecta de una dicción lírica. Y libre.

El público supo apreciarlo en aplauso constante. Todo lo que tocaba Maria Joao Pires formaba parte de lo más conocido de los dos autores, pero sonaba distinto. Sonaba a ella, que probablemente es lo más loable que cabe decir de las obras y los autores, admirablemente descritos por su mensajera y escuchados en el más elocuente silencio del Teatro Pérez Galdós, donde se nos presentó de sorpresa hace màs de cuarenta años. Cuando aùn era una adorable pibilla que, de la música, se lo sabía casi todo.

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