La Provincia - Diario de Las Palmas

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Cuando lo esencial es visible a los ojos

El escultor Félix J. Reyes aprende con Abraham Cárdenes a domesticar el barro y el volumen

Una panorámica de la muestra ‘25 artistas y autores en torno a Félix Reyes’ en la sala del Cicca. | | LA PROVINCIA/DLP

Cuenta el escultor Félix J. Reyes que, con trece años camino del cine para ver Fumanchú, pasó por delante de una ventana abierta en la calle Pamochamoso de Las Palmas de Gran Canaria y que dentro vio a un señor, con unos pelos largos y un gran bigote, dándole palos a un trozo de madera y que allí se quedó toda la tarde viendo cómo con cada golpe de gubia se iba haciendo la forma, «algo mágico», dijo. Al día siguiente fue admitido por Abraham Cárdenes, aquel señor que apaleaba la madera, como alumno de su escuela. Allí, como aprendiz, amasaba barro y afilaba herramientas. Hasta que un día su maestro le ordenó amasar el barro necesario para una cabeza de tamaño natural, diciéndole: «Es para usted, a partir de ahora haga usted lo que quiera». Entonces, el joven Félix aprende -como haría El Principito de A. de Saint-Exupéry con el zorro-, a domesticar el barro y el volumen, a crear lazos entre estos y él mismo. Y lo que hasta ese momento era solo barro, semejante al resto del barro, se convierte en su cómplice e interlocutor; «Encontré a partir del barro y el volumen, algo que podía ser, fue el descubrimiento de mi persona”. Con este descubrimiento se adentra, nuestro futuro maestro, en la disciplina de la escultura, en un diálogo con el espacio para generar volúmenes a partir del barro, la madera, la piedra, el bronce o el acero. Golpea, acaricia y riega con su mirada la forma hasta que esta se manifiesta fiel a la idea del artista.

Dijo el zorro al principito: «Ve y mira nuevamente las rosas. Comprenderás que la tuya es única». El principito se fue a ver nuevamente las rosas: «No sois en absoluto parecidas a mi rosa; (…) nadie os ha domesticado (…).

Efectivamente, ahora ese volumen, surgido del material escultórico, es la manifestación plástica de una idea, de un sentimiento, de una inspiración, de una reivindicación o de un recuerdo. Los materiales de la escultura ahora están domesticados por la mano del artista. Y en su larga carrera artística, por las calles de diferentes ciudades, en instituciones, museos y colecciones públicas o privadas aflorarán balcones de acero con personajes y recuerdos del pasado, familias, amigos, grupos de amigos, personajes en soledad -impuesta o deseada-, bosques, laberintos humanos e interpretaciones de su esencia vital.

Su obra evoluciona y el expresionismo se vuelve más conceptual, con un lenguaje corporal más depurado

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Cuando Félix J. Reyes se adentra en el mundo de la escultura, comienza representando personas o ideas en su apariencia real: Maternidad, Retrato de Rafaeli, Gea, Espera, Madre e Hijo, Pescador, etc, destacando especialmente el retrato de la artista Rosa Castellot, con quien comparte su vida desde los tiempos de la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Concluida la formación académica, nuestro escultor y nuestra dibujante y pintora ponen rumbo a La Rioja donde ambos compaginarán su trabajo creativo con la fundación de una familia y con su labor como profesores de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos (EAAOA) de Logroño. Ahora, además de domesticar la forma, Félix J. Reyes debe enseñar a su alumnado cómo dar palos a un trozo de madera para extraer la forma a cada golpe de gubia y descubrir «algo mágico». Aquella ventana abierta de la escuela de Abraham Cárdenes, será entonces la ventana de la EAAOA de Logroño y el señor con unos pelos largos y bigote, es ahora un joven escultor de pelo rizado y barba. Poco a poco, el volumen y la forma van calando en su alumnado.

En 1997, Félix J. Reyes fue invitado a participar en el Simposium Internacional Arte ne’ll Ambiente, a un encuentro de escultores realizado en Ponte nelle Alpi, en la provincia italiana de Belluno. Más tarde, Reyes quiere reproducir esta experiencia en Santa Lucía de Ocón, pueblo riojano del que es uno de sus 25 habitantes. Así, en 2003, crea junto a Rosa Castellot, el primer Certamen Internacional Arte en la Tierra, abriendo una nueva ventana a la creación artística.

Por otra parte, su obra escultórica va ocupando su taller, galerías de arte, espacios públicos y colecciones privadas. Mientras tanto, en sus esculturas, la fiabilidad al modelo original que aún se mantiene, entre otras obras, en La Madre o en el retrato de Roberto Iglesias, va derivando en una interpretación menos detallada, más expresionista, como es el caso de Sokatira, Familia, El Pulso, La Creación del Hombre, El parto, El abrazo eterno, la Venus de Barriomonte y un largo etc.

‘Solidaridad’ surge rememorando de niño los entierros que iban por caminos tortuosos bajo la lluvia y con paraguas

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Ya convertido en maestro de la escultura, su obra sigue evolucionando y el expresionismo se vuelve más conceptual. Así, el lenguaje corporal se manifiesta más depurado en obras como Conversación, Mujer inclinada, Dama de Valleseco, Pareja bajo paraguas, Las Tres Gracias, Mujer reclinada, Mujer sentada, El Parto, Juan, etc. Los amigos aparecen en su obra y se muestran en grupos escultóricos y retratos con nombres propios como Tita y Manolo, Amalita, Merche y Cloti, Cheo, etc.

Solidaridad, grupo escultórico formado por 3.010 piezas, surge rememorando cómo -de niño, en su pueblo-, los entierros transcurrían hacia el cementerio por caminos tortuosos bajo la lluvia. Félix J. Reyes va encadenando ideas, realiza algunos dibujos y bocetos en volumen, pero la solución definitiva la concibe viendo las imágenes de las largas hileras de paraguas en la manifestación de repulsa por los atentados de la Estación de Atocha de Madrid.

En El Laberinto, ya las imágenes van perdiendo cualquier detalle que el artista considere superfluo. Su memoria y reflexiones personales en Una Vida, El Camino, Espacio Cúbico, Las Mujeres del Mercado, dan paso a Las Ausencias, El balcón, El Espacio y El Tiempo, y Los emigrantes, que, en mi opinión, nos conducen a su obra más íntima, donde la forma es la mínima necesaria para expresar un recuerdo, un sentimiento o una cuenta pendiente con su propia historia.

La interpretación de una idea ocupa definitivamente el lugar de la representación de esta, convirtiendo obras como La ventana, La ofensa, Soledad impuesta, La beca, Declaración de amor, Soledad deseada, El entierro o Fin del Camino en escenas de gran inquietud que nos mantiene expectantes hacia sus nuevas obras, porque Félix J. Reyes, en su periplo escultórico, hace lo esencial visible a los ojos.

La muestra colectiva 25 artistas y autores en torno a Félix Reyes, homenaje al escultor, expuesta (hasta ayer) en el espacio del CICCA, de la Fundación La Caja de Canarias, fundamenta una relación de admiración y respeto por su obra, trayectoria y legado; así como por la razón humana que la precede y hace de él la persona allegada que reconocemos apenas iniciamos su trato. Félix Reyes, escultor, es uno de nuestros artistas actuales más representativos, pero, además, siempre destacó como un ser humano sencillo, sin alharacas ni dobleces. A sus 80 años de edad y casi 60 de profesión en el campo del arte, creemos firmemente que el reconocimiento a su trayectoria está más que justificado y es de lo más natural que así lo concelebremos.

Ceñidos al proyecto expositivo éste establece un diálogo parangonado entre la obra del artista y quienes participan en la muestra para reconocer, primero al escultor, por respeto, pero, de inmediato y más hondamente, al amigo, por admiración. No vindica la figura, la obra o la trayectoria de Félix Reyes, esa llega más que contrastada por su valor emblemático, tanto artístico como intelectual y, sobre todo, civil y humano. Se arropa al amigo y al artista que ha tenido la suerte de desarrollar, en una vida larga y próspera, el ideario escultórico que ha elegido para manifestar su modo de entender la sociedad y el tramo de historia que le ha tocado vivir, para ratificar la total adhesión con su modo de realizarlo y entregarlo a la sociedad civil como legado artístico y humano y, qué duda cabe, para conmemorar la alegría de celebrar junto a él la conclusión de su altísimo valor como escultor y ser humano. | Javier Cabrera 

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