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Canarismos

A mar revuelta, ganancia de pescadores

A mar revuelta, ganancia de pescadores

El proverbio alude a las personas que medran aprovechándose de las circunstancias de confusión o situaciones convulsas para su propio beneficio, es decir, para «sacar tajada». Se trata de una adaptación local necesaria del refrán castellano que dice: «a río revuelto, ganancias de pescadores», que con similar significado y variadas formas tiene vigencia universal, como así lo testimonia su presencia en varias lenguas del entorno cultural del español. La inexistencia en las islas de corrientes de agua continua con caudal suficiente hacen que la metáfora haya buscado acomodo en la mar que nos rodea. La afirmación sobre la que se construye la imagen metafórica viene a señalar que cuando el agua está turbia o hay mar de fondo («mar revuelta»), la pesca es más abundante («ganancias de pescadores»). Lo que al decir de algunos hombres de la mar, no siempre es así, sino que depende también de otras variables como la especie a pescar o el arte de pesca al que se recurra, lo que puede propiciar, o no, un mayor número de capturas. Pero partiendo de esta metáfora implícita y fabulada, y dando por cierta la aseveración que contiene, la misma se explicaría probablemente por el hecho de que en aguas revueltas el sedal pasaría desapercibido para el pescado que intentaría buscar comida a ciegas, lo que hace más fácil que coma la carnada que se le ofrece, mordiendo así el anzuelo. Sobre todo cuando se trata de especies «más desconfiadas», por así decirlo, que no se lo ponen nada fácil al pescador a la hora de ser capturadas.

En sentido figurado viene a dar a entender que son los momentos de desconcierto y dificultad los más propensos para ser víctima de una treta por parte de personas aprovechadas y sin escrúpulos. Pues la falta de claridad de la situación, y los comportamientos y reacciones que genera, hacen que el individuo que se ve inmerso en ella, actúe de manera apresurada, agobiado por la presión que impone las circunstancias, convirtiéndolo en una víctima propicia para caer en el enredo. Y continuando con la pedagogía que subyace en el dicho, se puede concluir que, frecuentemente, el pescado actúa por puro instinto en busca de alimento, no advirtiendo que la carnada que se le ofrece puede ser su perdición. Son los «individuos» más avisados o los miembros de especies «más suspicaces» quienes «advierten» el sedal como indicio de una trampa que hay que evitar. Tal sagacidad es comparable a la de las personas que intuyen las asechanzas y las intenciones de algún «espabilado» y tratan de evitar que alguien tome una decisión precipitada que comprometa sus intereses; o lo que es peor, que pueda ver mermado su patrimonio por una decisión inoportuna forzada por la presión de quien intenta medrar ante tal situación. Son estos los escenarios más frecuentes en los que viene empleada o a los que hace alusión la paremia, que por lo general tiene el valor de reproche o reprobación frente a quien muestra una actitud oportunista e intenta «sacar tajada» en medio del caos; o viene pronunciada por aquel que viéndolas venir pone en sobre aviso al incauto, lo que le da el valor de advertencia o apercibimiento. No obstante, también puede tener encaje en el mundo de los negocios animando a intervenir en situaciones confusas e inestables, por cuanto pueden ofrecer una oportunidad de ganancia; aún a costa de aprovecharse de cambios y desavenencias de donde «sacar lasca» (‘conseguir con maña alguna ventaja o beneficio’, ‘sacar tajada’). En este sentido podemos escuchar: «Los socios no se pusieron de acuerdo y terminaron peleados, y como él estaba al pesque, acabó quedándose con el negocio por tres perras. Ya se sabe que a mar revuelta…»

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