El éxito de ‘Mambo Club’ ha obligado a su reposición en el escenario del Edificio Miller el día 4 de agosto. Han vuelto a agotarse las entradas. El percusionista cubano Totó Noriega plantea en este espectáculo de casi dos horas de duración un homenaje al esplendor del legendario cabaret Tropicana, el Copa Room, el Habana Riviera o el Parisien de los años 50 de La Habana, recurriendo a un elenco integrado por una veintena de personas sobre el escenario, entre bailarines y los diez músicos de la banda. “Se trata de un viaje a los principios de la música cubana que se inicia con los sonidos campesinos y afrocubanos, y concluye con la época contemporánea en la que se populariza el son montuno, entre otros muchos estilos, pasando por el tiempo en el que se adueñan de todos los cabarets y salones de la sociedad bailes como el chachachá o el mambo. Asimismo, el público podrá disfrutar de infinidad de cuadros coreográficos de estilo tradicional y contemporáneo durante el espectáculo”.

‘Mambo Club’ se divide en tres bloques: el campesino, el folclórico popular y el contemporáneo. La sombra de artistas de culto de las décadas doradas de la música cubana como Benny Moré, Pío Leyva o Celia Cruz, por citar solo algunos, transitan por este montaje que Totó Noriega lleva a una estética cabaretera, “aunque este término en España siempre ha estado asociado a los ambientes sórdidos de la noche y a las mujeres de compañía”, explica el percusionista natural de San Antonio de Los Baños, pero residente desde hace dos décadas en Gran Canaria. “La cultura del cabaret en Cuba es otra cosa muy distinta”, agrega el músico que viene trabajando en esta producción desde el año 2020 que fue ya estrenada a mediados de julio en el Miller. Ahora espera poder girarlo por diferentes escenarios de Canarias.

Noriega tiene claro que la conexión histórica que se ha venido produciendo entre la cultura musical de Canarias y Cuba predispone a la comunión del público con unos sonidos que se han arraigado de generación en generación en un incesante viaje de ida y vuelta entre las dos orillas. “En los procesos de transculturización que ha padecido Canarias a lo largo de los siglos, es indudable que la música sigue sido uno de los elementos más importantes en los que se refleja esa rica transfusión sanguínea. En la música cubana hay condimentos culturales africanos, españoles, ingleses, franceses e italianos, pero el ingrediente de la tradición de raíz canaria es mayoritario, no solo en su aspecto musical, sino en la espiritual. El diapasón multicultural de ese mestizaje es muy intenso. Los cubanos decimos que están los gallegos, que son los españoles de la península y luego están los isleños”, advierte Noriega, que ha colaborado con infinidad de músicos en Canarias.

“La música no tiene una nacionalidad ni obligaciones estéticas. Por eso tengo claro que, además de la música cubana, mi compromiso profesional es con la música, porque en cada proyecto contemplo una experiencia diferente como creador. La inquietud ha sido el motor de todas las producciones en las que me he involucrado hasta el momento. Es importante que un artista sume propósitos y experiencias naturales a su carrera. Es lo que te hace crecer como profesional y como individuo. No puedes borrar con tu ego la persona que has sido antes”, asegura el percusionista.

El poder de la percusión

Noriega no cree que su carrera profesional hubiese llegado a las cotas que ha alcanzado si se hubiera quedado en Madrid. “¿Qué hubiera hecho yo en Madrid sino música cubana para un círculo de público muy concreto? En el año 2000 se produce mi primer contacto con las islas que se hace bastante constante hasta el 2003 que regreso a Cuba. Si un músico latino no ha tocado en los carnavales de Canarias no puede decir que ha actuado en España. Me dije que si un día tenía que salir de Cuba tenía que ser con dirección a Canarias para empezar de nuevo. Salí de mi país para formar parte de otra cultura”, sentencia. 

Conocido por un espectacular dominio de los elementos de percusión, Totó Noriega habla de ella como si fuera una religión. Hace más de diez años trabaja en un proyecto de festival de percusión que girará alrededor del tambor en Canarias que, gracias al ayuntamiento capitalino, verá la luz el año 2022. “He estudiado la percusión en las islas, que bebe de la tradición percutiva más antigua de África. El tambor, sobre todo el herreño, es uno de los más impresionantes del mundo. Con Pancho Amat quedé impresionado y enamorado de la fuerza rítmica del tajaraste herreño durante la Bajada de la Virgen. Los golpes del tambor acompañados de las castañuelas y las chácaras me marcaron mucho”, dice. “A partir de entonces no he dejado de estudiar las distintas formas de uso que poseen los instrumentos de percusión en la música popular de las islas. De esas formas he podido extraer recursos concretos que luego he aplicado en mi manera de desarrollarme como percusionista en proyectos vinculados a las estéticas populares producidos por el timplista Germán López, el grupo Olga Cerpa y Mestisay, el desaparecido José Antonio Ramos…”.

Escucha todo tipo de música. “Nunca dejo de escuchar la música tradicional de raíz de Canarias, mucha música clásica, que me nutre armónicamente y ayuda a entender la melodía, música cubana, que es obligatoria para mí. De toda la música se aprende, incluso de la mala. En mi discoteca te puedes encontrar a Verdi y a Mary Sánchez o Bruno Mars. En la fonoteca de un artista y productor no puede haber excluidos, porque tu deber es escuchar todo lo que está sonando en el tiempo que te ha tocado vivir. Hoy en día no hay música mala ni buena, sino una música que a ti te gusta más o menos”, concluye Noriega.