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Emilia Martín Fierro. | LA PROVINCIA/DLP

Exposiciones

‘Entre membranas’: pasear por el borde o la belleza telúrica

Emilia Martín Fierro juega con la desubicación de las figuras, con un relato hibridado entre las diferentes obras de la muestra de La Regenta

La niña carga con un peso. Es su hermano pequeño, un peso desproporcionado para ella. Para sujetarlo bien, su madre le ha rodeado la cintura y la espalda con una tela azul y la niña se dobla hacia adelante. La figura que así compone rememora las líneas simples de una casita como las que dibujamos en la infancia. Alrededor de la niña las líneas se dibujan con trozos de esa misma tela azul que la envuelve y en torno a ella la sal, la misma sal del Lago Rosa de Senegal, forma un paisaje que se adivina infinito. Sobre esta imagen se abre un cortinaje, un telón, contrapesado por los plomos de pescar que simbolizan, también, el peso que transportan las mujeres en ese incesante ir y venir de la vida. El telón inmenso es, en una versión actual y conmovedora, el cortinaje rojo de algunas pinturas de Caravaggio, el cortinaje barroco que nos advierte que en la vida todo es una representación, una escenografía. Que la realidad más cruda y hermosa no nos puede resultar indiferente porque estamos también en ella y somos parte, seamos conscientes o no, de este devenir extraordinario que es la vida.

‘Entre membranas’: pasear por el borde o la belleza telúrica | | LA PROVINCIA/DLP

Entre membranas es, como explica la artista, una forma de mirar a lo que es casi invisible, de lo que sucede en el límite, en el borde, como en ese trabajo de carga pesada que hacen cada día millones de mujeres; como esos paisajes en los que no nos detenemos apenas, tierras de nadie o tierras de paso; como en esa cotidianeidad que a menos que miremos con atención, y ella lo hace y nos ayuda a mirar, parece que no ocurre nada. Como este telón fabuloso y barroco que preside el espacio central del Centro de arte La Regenta, cada una de sus obras es un paisaje que hay que mirar despacio, desde muchos ángulos, para descubrir la historia que cuenta y la efímera e imponderable belleza que de otra manera pasaría desapercibida.

‘Entre membranas’: pasear por el borde o la belleza telúrica

Emilia Martin Fierro (Santa Cruz de Tenerife 1965) juega además con la desubicación de las figuras, con un relato hibridado entre las diferentes obras que componen la exposición, piezas de gran belleza, que reposan en este espacio. La madre de la niña, la que le ha puesto la tela azul alrededor, está llevando sobre su cabeza la sal que extrae del Lago Rosa. Pero no está en el mismo lugar que su pequeña, sino en otra pintura, en una suerte de políptico de técnicas mixtas y superpuestas, una obra que denuncia la cerrazón y la maldad con la que a veces, desgraciadamente muchas, se mira al otro, al recién llegado, al inmigrante. En esta otra obra Emilia cuenta una historia terrible, pero es sutil, atrapa la mirada y después el entendimiento: las pintadas xenófobas, el miedo al otro, se disparan de una manera incomprensible. En el suelo yace una toalla, un trapo hecho de bronce, el mismo material, recalca la artista, que se utiliza para encumbrar a los generales victoriosos en sus esculturas. Este material tantas veces usado para exaltar el triunfo se usa ahora para reflejar la desolación, el hambre y la desesperación que mueve a miles de personas en busca de una vida mejor.

Pasear por el borde no es una opción nueva para Emilia Martin Fierro. Para ella, artista silenciosa y constante, es una forma de mirar y una forma de crear. Quizá por eso, junto a sus obras, tenemos que detenernos con mucha atención pues, si no, podríamos perder los detalles. Como ocurre en el políptico cuyas protagonistas son mujeres peruanas, otra de las situaciones que Emilia ha visto y ha fotografiado, impresionada por esa sensación del esfuerzo en un lugar que es el borde de un territorio, la orilla de una carretera perdida en una tierra de nadie. Estas mujeres también llevan sus hijos a cuestas, o cargan con fardos de comida o de ropa, usando esos mantones de colores vivos, tejidos también por ellas, que son representados también,- los colores de su trabajo-, en otra instalación que representa estos trapos, los colores de la vida, como las únicas banderas posibles. La vida vivida frente a la vida conceptuada, el límite difuso de la orilla, del borde de la carretera, frente a la precisión diáfana de las líneas de los mapas.

En estas obras, y en este caso nos remitimos a la obra de las mujeres fotografiadas por Emilia Martin Fierro desde un microbús en movimiento, desde la carretera hacia ese borde del territorio que linda con la carretera, en Perú, la visibilidad de estas mujeres, protagonistas de su obra, precisa de nuestra complicidad, de la atención y el cuidado de nuestra mirada. Al acercarnos surgen las figuras que desde lejos apenas se distinguen, pues las membranas, las superposiciones de telas, las luces, juegan un papel esencial. Tenemos que detenernos, pues, para ver a estas mujeres que relatan una historia de trabajo, de vida, de amistad en medio de las dificultades. La artista nos hace comprender, como una metáfora de lo que sucede en la vida real, qué difícil y a veces imposible es la visibilidad de estas mujeres, la consideración de sus vidas y sus trabajos como lo que son, esenciales en la vida, la columna vertebral de la sociedad que vivimos. Cuando a través de las membranas, de las imágenes fijadas en blanco y negro, casi fantasmales, las descubrimos, cuando nos fijamos en la repetición de estas figuras, algunas en sombra y otras iluminadas, algunas con trazos de color de las fotografías originales, nos damos cuenta de hasta qué punto nuestra mirada está acostumbrada a la facilidad y a la inmediatez, hasta qué punto hemos perdido la capacidad de percibir lo invisible, hasta qué punto olvidamos la importancia del tiempo no sólo para hacer la obra sino para contemplarla en silencio. El espacio entre las membranas, ese espacio infraleve que definió Marcel Duchamp, es también un espacio real, no sólo la metáfora de estas mujeres detenidas en una carretera perdida que hemos visto en Perú. A Emilia Martín Fierro le interesa el borde, el límite, ese espacio tan inexacto y tan lleno de dudas y de preguntas que es el lugar de la incertidumbre y, por ende, del arte de nuestro tiempo.

La otra frontera, el otro borde del que Emilia trata en esta exposición, es un límite geográfico, tangible: es el mar, es el aspecto social y político de una realidad. No es un mar fácil de playas doradas y olas marcadas bajo el sol como el que vemos desde la ventanilla de un avión. Es el mar incierto, tantas veces mortal, que ven los migrantes que, navegando en cayucos, llegan a nuestras costas en busca de una oportunidad que a veces no pueden ni rozar, pues el mar les sirve de tumba. Emilia Martin Fierro utiliza la imagen del mar, desde la superficie hacia la orilla, para reflejar esta incertidumbre que inunda tantas vidas, al mismo tiempo que utiliza esta ambigüedad entre las fronteras y fotografía y plasma – en medio de mallas rasgadas de invernaderos en desuso- fragmentos de olas y de mar azul que pueden parecer también, pues la ambigüedad forma parte de la obra, nubes que pasan.

Sobre estas obras, pinturas escultóricas o instalaciones, en las que el mar de noche o el mar incierto se mezcla con secuencias de números, con imágenes que podrían parecer desde lejos ventanas iluminadas en la noche pero que representan, en sí, secuencias aleatorias de números propios de la física cuántica, Emilia Martin Fierro construye un recorrido lleno de belleza. Esta estética, que emana de la incertidumbre y de la superposición de vivencias en cada obra, a modo de membrana o red que se superpone, de cemento que cae a martillazos, conmueve desde lo más profundo.

En el devenir de esta exposición también tiene espacio el dolor. Un dolor que se hace inmenso ante una de las dos únicas obras que tiene título, “Sudario”, una instalación que inunda la mirada y encoge el corazón. En una sala recoleta, en el silencio, una tela invade el espacio, una red o gasa de un color amable, casi dorado. Pero es un sudario que se extiende sobre el mar, sobre esa superficie ondulante que esconde los miles de muertos, los dramas sin nombre que han quedado ocultos, ahogados en esas aguas. A medida que caminamos junto a ella, a medida que vislumbramos esos destellos de luz que se reflejan en el mar, sentimos que se trata de un monumento a la memoria, de una reclamación necesaria que hasta ahora no ha tenido lugar; dar nombre a esas mujeres, niños y hombres olvidados para siempre.

Durante meses Emilia trabajó estas telas, o al menos parte de ellas, en un descampado, en una tierra de nadie, junto a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna, en la que imparte docencia desde hace años. Ella no separa la docencia de la vida, como no separa la obra de arte de la vida. Por eso deja los lienzos de considerables dimensiones en el suelo, con barnices todavía húmedos, para que el sol y la lluvia los empapen y los sequen, para que la tierra se afiance en ellos. Ahí, inspirada por la obra “Baba de caracol”, de Chantal Maillard, deja que el lienzo, al igual que otros lienzos que son parte de estas obras, se impregne. Un día ve como un caracol atraviesa en realidad su obra y decide entonces terminarla. Una forma tan simple y en apariencia tan sencilla para una obra inmensa.

En las redes de pesca y de invernadero ya usadas, en las fotografías de bordes quemados o “movidos”, en la visibilidad costosa pero fascinante de las mujeres de Perú y de Senegal, en el sentido dramático de la existencia y de su reflejo en la obra de arte, en las estructuras hechas a base de superposiciones, entrelazamientos, hibridaciones y en capas superpuestas y simultáneas como las que suceden en la vida, Emilia Martin Fierro crea una obra espléndida.

Exposición: ‘Entre membranas’. Emilia Martín Fierro.

Lugar: La Regenta.

Dirección: León y Castillo 427.

Fecha: Hasta el 11 de septiembre.

Horario: Martes a sábado de 10.00 a 14.00 y de 17.00 a 21.00  


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