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Arte

El píxel que nos lleva

La exposición ‘Reset: distopías utópicas del fin de la imagen’,

de las artistas Maï Diallo y Lucía Dorta, nos invita a repensar cómo

vemos lo que vemos y nos propone una «flânerie» por la Red

La pieza ‘Nudity Detection System Al’ (2021), exhibida en la SAC. | | SOFÍA ALEMÁN

Hace casi un año escribí acerca de que, quizás, en estos tiempos pandémicos, -distópicos para los más dramáticos-, la proverbial precariedad del artista supondría una ventaja adaptativa de gran ayuda a la hora de salir a flote. No lo tenía claro entonces y tampoco ahora pero me anima algo haber podido disfrutar -en estos momentos en que las cabezas parecen no estar para más allá de lo inmediato- de Reset: distopías utópicas del fin de la imagen, una exposición con un interesante grado de complejidad -díría que al punto-, ya que acumula capas de cuestiones y presenta muchos hilos de los que tirar.

Panorámica de la muestra ‘Reset: distopías utópicas del fin de la imagen’, exhibida en la SAC. | | SOFÍA ALEMÁN

En la Sala de Arte Contemporáneo (SAC) de Santa Cruz de Tenerife, hasta el próximo 21 de agosto, puede verse este trabajo a cuatro manos de las artistas Lucía Dorta y Maï Diallo, comisariado por Javier Sicilia, en el que las piezas de ambas funcionan -como expresó a la perfección alguien que me acompañó en la visita- «zas, zas, zas, encaja todo como en una cremallera». No intenten separar la muestra por artistas que se la cargan, porque si hace un párrafo la definí como compleja fue con la RAE en mano que define este adjetivo como la unión de diferentes cosas para constituir una unidad.

Tienta ya desde su título, puesto que las artistas han colocado, en la misma frase, «utopía» y «distopía», haciendo notar que, entre un concepto y su contrario, ha de existir alguna semejanza por raro que a veces parezca. Diallo y Dorta ocupan la SAC con muchas pantallas, móviles y proyectores que utilizan para comunicarse con un público que ya no se comunica de otra manera.

Las artistas toman imágenes y las llevan a los mundos micro y macro, las zarandean tantas veces que cuando vuelven ya parece que no son nada, haciendo que nos cuestionemos acerca de la manera en que, en realidad, se construyen. Dorta elige un enfoque cenital mientras que Diallo prefiere el plano corto pero, en ambos casos, exagerando mucho para mirar desde muy arriba y muy adentro abarcando, entre ambas, un campo de amplitud considerable.

Es imposible pasar más de cinco minutos en la primera sala y no irse al texto de Hito Steyerl, En defensa de la imagen pobre, en el que argumenta sobre la existencia de una especie de «sociedad de clases» de las imágenes en la que su estatus se relaciona con su nitidez y resolución, siendo la imagen pobre esa que ocupa el escalafón más bajo.

Pero su puesta en circulación tiene un importante poder: es capaz de crear esto que Vertov llamó «relaciones visuales» y que, según el cineasta ruso, pueden llegar a conectar entre sí a los trabajadores del mundo, lo cual es tan peligroso como suena.

Steyerl desarrolla una genealogía de estas imágenes pobres y concluye que el capitalismo se las ha arreglado, una vez más, para transformar algo subversivo en algo que mola mucho, en parte del mainstream. Creo que la pieza Nudity Detection System AI (2021) resume todo esto. Se trata de un conjunto de papeles apilados que el público puede llevarse mostrando, cada uno, una ligera desintegración de la imagen anterior llegándose, en el último, a la nada. Podemos pensarla también al revés: en sentido aditivo, en lugar de sustractivo.

En cualquier caso, nos muestra cómo, capa tras capa, construimos una imagen, referenciando a la manera en que juntamos el montón de píxeles que la componen y que está absolutamente dirigida por los fundamentos de nuestro régimen escópico acercándonos mucho a esto del «inconsciente óptico» benjaminiano y que supone reflexionar acerca del desfase que existe entre lo que vemos y lo que conocemos.

¿Podemos ver algo que no conocemos? ¿Todo lo que vemos genera conocimiento? Las imágenes, en definitiva, solo aparecen cuando estamos preparados para verlas. Lo advertí, complejo pero, a la par, interesante y excelentemente presentado y representado en esta muestra.

Dorta enfoca, como adelanté, desde arriba, en mirada cenital, y funciona de una forma muy propia del arte actual; esto es, realiza, en realidad, una labor de comisariado con cosas que encuentra, en este caso, desde imágenes de Google Maps y videojuegos a conversaciones leídas en redes sociales o escuchadas en las tiendas de su pueblo generando, así, un relato transmedia del que no se tira nada, ya que la artista crea piezas, incluso, a partir del aprovechamiento del desecho generado por el mundo digital en trabajos como Quién dejó morir al pueblo (2021) o Segunda muerte (2021).

Diallo presenta, principalmente, videoinstalaciones en las que indaga en asuntos como la metáfora que observa entre las prótesis corporales y la conformación de identidades postizas. A Diallo le interesa, también, jugar con el espectador: nos propone imágenes desdibujadas que hemos de completar, retratándonos en este gesto; así, en Lapsus de tiempo (2019) aparecen, de forma casi imperceptible, escenas pornográficas capturadas en la red y que quedan enfriadas al ser utilizadas en esta especie de experimento.

Acabo. En Desmontando a Harry, (Woody Allen,1997), Robin Williams encarna al personaje de Mel, un actor que sufre una extraña enfermedad que se va agravando: está desenfocado. Como su familia no puede mirarlo sin marearse, resuelven el problema colocándose unas gafas que alteran su visión para adaptarse al aspecto distorsionado de Mel. En Reset, las artistas proponen algo similar: desmontar la imagen pero, en este caso, de la propia imagen, y lo hacen desde dentro, como caballo de Troya. Complejo y maravilloso. Lo advertí.

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