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Una bienal muy teórica

La bienal de 2021 invita a recuperar campañas de concienciación ciudadana como las de comienzos de la democracia —las de Pascual Maragall y Adán Martín fueron de las mejores—. También reflexiona sobre la importancia de cada casa, de cada ciudadano, porque cada casa es un mundo privado pero que forma parte de un todo: la sociedad. | | D. X.

Les hablo, de nuevo, de la Bienal de Arquitectura de Venecia, que por fin he tenido oportunidad de visitar con calma este septiembre. En la Bienal de Venecia siempre se aprende, se aprende de todo, no solo de arquitectura, sino de filosofía, de sabiduría general, de cómo los ciudadanos contribuyen a crear sus ciudades, de cultura, de la vida en sí misma.

La bienal de este año 2021 en realidad debió celebrarse el año pasado y de hecho fue presentada en febrero de 2020 cuando todavía el covid era solo algo que ocurría puntualmente en China y aún no sabíamos que voltearía totalmente nuestras vidas. En aquel momento el comisario Hashim Sarkis explicó su idea en detalle, y la verdad es que la pregunta era genial y sigue siéndolo, porque el lema era y es: «¿Cómo viviremos juntos?» Que es casi más pertinente ahora que antes de la pandemia. Por eso creo que en este caso el hecho de que la bienal no deslumbre por su estética sino por las teorías que analiza me parece oportuno porque este año y medio que hemos pasado al menos ha servido para reflexionar sobre cómo viviremos a partir de ahora que le hemos visto las orejas al lobo, pues el Covid-19 (SARS-CoV-2 en su terminología más científica) es solo un virus de muchos que vendrán, y que muchos científicos relacionan con el cambio climático, y sobre todo con el aumento de las temperaturas y el despertar paulatino de algunos bichitos que permanecían controlados.

dulce xerach pérez

El caso es que la pregunta que la bienal de Venecia nos hace, a todos y todas, «¿cómo viviremos juntos?» en el Arsenale especialmente (la zona que más domina siempre el comisario) se reflexiona y mucho sobre esto, hasta llegar —al menos yo lo he entendido así— a que estamos en un momento en el que, además de correr porque no podemos dejar que la economía se deteriore más, también necesitamos grupos de personas multidisciplinares que piensen en una estrategia que nos lleve a un nuevo «contrato social y espacial», porque el de Jacques Rousseau ya no nos sirve. Ya no sirven las teorías de Descartes ni el tipo de filosofía en el que nos hemos movido desde la época en torno a la Revolución Francesa, se acabó vivir de las rentas.

El contrato espacial pasa por imaginar lo que necesitan los nuevos ciudadanos, imaginar espacios en los que podamos vivir juntos generosamente y sosteniblemente, y con cierta seguridad, en un mundo que ya sabemos (lo sentimos todos cuando todo se paró de golpe en marzo de 2020) que es incierto, volátil, complejo y ambiguo (lo que conocíamos como mundo VUCA) que nos obliga a estar continuamente en adaptación, a cooperar entre nosotros nos guste o no, asegurarnos, en la medida de lo posible, porque vendrán nuevas riadas, vendrán subidas del mar, vendrán temporales de viento, y mil cosas que no sabemos, porque son impredecibles pero probables, por lo que también tenemos que anticiparnos.

Todo lo anterior tiene que ver con la arquitectura, especialmente con las ciudades en las que habitamos. No podemos seguir obviándolo, ya no hay zona de confort, no hay nidos que nos protejan del todo, pero igual que superamos el shock que supusieron, justo hoy hace 20 años, los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, también tenemos que adaptarnos a un mundo donde los virus como el covid y los cambios climáticos nos caerán tarde o temprano por un lado o por otro.

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En la Bienal de Venecia, vi esto reflejado, sobre todo, al hablar del papel de los ciudadanos y sus viviendas, y como cada vivienda es un mundo y como cada ciudadano es un mundo, pero no un mundo en soledad, sino conectado con los demás. Sin sociedad los seres humanos no habríamos superado ni una sola de las pandemias que han azotado el planeta a lo largo de los años. La bienal es una llamada a los ciudadanos, una apología de la ciudadanía, de lo cívico, de la necesidad de entender que habitamos todos en un solo mundo y que todo está conectado, así que tenemos que saberlo, y saber que necesitamos a los demás. Necesitamos un nuevo Renacimiento donde todos estemos dispuestos a aportar lo que cada uno pueda, por la supervivencia de la especie, por seguir consiguiendo que la Tierra siga siendo habitable y por que las ciudades se adapten a todo ello. Un reto precioso para el que la Bienal de Venecia nos recomienda hacer muchas campañas ciudadanas. Hace tiempo que no se hacen, pero yo recuerdo cómo cambió, por ejemplo, la mentalidad de los tinerfeños cuando el Cabildo de Tenerife, allá por los años 1991 o 1992, puso en marcha la campaña Tenerife un espejo. Ahí la inmensidad de los ciudadanos se concienció y se dejaron de tirar cantidades de basura a los barrancos y se empezó a tolerar menos que otros no fueran cuidadosos con la limpieza de las zonas públicas. Cambiamos entre todos, y ahora la Bienal de Venecia nos propone ese tipo de estrategias de concienciación. Por esas teorías felicito y agradezco a Hashim Sarkis su trabajo y el de todo el equipo de la Bienal de Venecia.

Dulce Xerach Pérez. Abogada, doctora en Arquitectura. Investigadora de la Universidad Europea

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