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Marta Sanz Escritora

«Conocer nuestro pasado es una manera de que no nos puedan engañar»

Marta Sanz. | |

Marta Sanz estudió Literatura en la Universidad Complutense de Madrid, donde se especializó en Literatura Contemporánea, con especial atención a la poesía española durante el periodo político de la Transición. Ha publicado más de una decena de libros y acaba de recibir el premio Ciudad de Santa Cruz de Novela Criminal a su libro pequeñas mujeres rojas. 

Acaba de recibir el premio a la mejor novela negra policiaca original en español y editada en España. ¿Un escritor está siempre preparado para premios?

No sé si puedo hablar en general, pero tengo la sensación de que quienes nos dedicamos a este oficio tendemos a sobredimensionar los pequeños fracasos, los pequeños desplantes y las insatisfacciones. Todo lo que no sale como esperábamos. De modo que recibir el reconocimiento de otras personas de vez en cuando es un momento dulce, de paz contigo misma, un momento para tomar impulso en el que no hay que quedarse demasiado tiempo para no entontecerse.

Le entregan el premio este domingo en el Festival Internacional Tenerife Noir. Después de un año difícil volver a los festivales literarios tiene que ser, en cierta manera, otro premio…

La recuperación del tacto es uno de mis objetivos para este curso que comienza. Volver a conversar cara a cara con la gente. Esas interacciones te proporcionan un tipo de conocimiento fundamental para restablecer los vínculos fuertes necesarios para el compromiso con la realidad más allá de las fantasmagorías y los vínculos débiles de las redes que, por otra parte, han sido nuestra salvación durante estos tiempos tan duros. Pero sigo pensando que lo importante es la presencia, el cuerpo, lo tangible…

Con pequeñas mujeres rojas cierra la trilogía de Arturo Zarco. ¿Cómo vive ese fin de etapa?

Con incertidumbre. Por las coincidencias: el fin de un ciclo literario coincidió con un cambio en nuestra manera de entender la vida cotidiana; un cambio que yo esperaba que fuese más radical y sirviese para mejorar nuestra conciencia ecológica, la necesidad de cuidarnos y suturar las brechas de desigualdad y que, sin embargo, ha derivado en algunas formas brutales de individualismo y escepticismo. Pero volviendo al libro, a veces se producen casualidades inquietantes: en pequeñas mujeres rojas hay escenas de muerte y referencias a la bella durmiente del bosque. La novela sufrió una forma similar de hechizo o encantamiento maléfico porque llegó a las librerías un 11 de marzo y el 13 se decretó el confinamiento. Los besos y los invernaderos lectores han mantenido vivas a las amapolas de la portada.

¿Por qué esa intencionada «p» minúscula?

Bueno, hay muchas razones: me gustaría devolverle a la literatura su dimensión juguetona y transgresora, la navaja del perro andaluz, la posibilidad de vulnerar las reglas del lenguaje y del arte para expresar desacuerdo con los órdenes jerárquicos, los tabúes, los reglamentos y cánones en los que se apoyan realidades que hacen a las personas vulnerables más vulnerables y a las poderosas más poderosas. Creo que eso, en mi oficio, se puede contar desde una «p» minúscula. Hacer de la travesura un acto trascendente.

«Al confinarnos, abrimos todas las cámaras y micrófonos que nos vigilan dentro de casa»

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Y también encontramos cierta dimensión poética…

Sí, esta novela tiene un componente poético muy importante y el hecho de elegir la «p» minúscula para escribir la palabra pequeñas es como un caligrama que refuerza esa disminución moral y física de algunas mujeres en el enamoramiento. Nos achicamos, nos achantamos, porque así lo hemos aprendido. Tenemos que poner en tela de juicio todos esos aprendizajes románticos que configuran a veces nuestro deseo y nos hacen daño porque nuestro deseo responde a una hegemonía y a una expectativa masculina… Las mujeres escribimos desde un filo que corta, desde una contractura, como si utilizásemos la lengua de las diablas: el lenguaje que nos hace daño forma parte de nosotras y nosotras lo violentamos, a veces con belleza, para expresar la incomodidad y reivindicar otros modos de ver y de contar.

Son solo las mujeres de su familia las grandes protagonistas de su libro o se hace extensible al resto de mujeres?

En realidad, las mujeres de mi familia no protagonizan esta novela, pero a través de la voz de los niños perdidos y de las mujeres muertas, de la resonancia terrorífica y polifónica del libro, se relatan algunas experiencias dramáticas de las pequeñas mujeres rojas de mi familia y de otras muchas familias: mi abuela iba a visitar al penal de Cuéllar a su padre que salió de allí con los bronquios reventados por el frío; Catalina fue fusilada con el sonajero de su hijo Martín en el bolsillo del delantal; algunas mujeres, por envidias y venganzas, fueron fusiladas junto a su prole mientras el marido estaba en el frente; otras fueron cruelmente torturadas, rapadas, purgadas, exhibidas en plaza pública y mantuvieron su dignidad y su valentía.

¿Se considera una mujer progresista?

Sí, pero también creo que el hecho de ser progresista y confiar en el futuro no pasa por clausurar en sentido crítico hacia ciertos modos de papanatismo digital y tecnológico. Vivir siempre en otro sitio, dar prioridad a lo fantasmagórico y lo ausente frente a lo próximo y presente. La incomunicación ultraconectada. Por culpa del confinamiento, hemos abierto todas las cámaras y micrófonos que recaban información y nos vigilan desde dentro de la casa: creo que ha llegado el momento de recuperar la cautela, porque la libertad de hacer clic con el ratón en una opción determinada es un modo de vigilancia e implica a una anticipación de conductas que pueden manipularse.

Usted aboga por la memoria para evitar añoranzas por tiempos pasados que no siempre fueron buenos…

Sí, y como forma de conocimiento. Porque el pasado está en el presente que vivimos. Y conocer nuestro pasado es una manera de que no nos puedan engañar ni malbaratar nuestra vida actual. La memoria es el relato, y el relato es la vida y, en ese sentido, yo sospecho de una sociedad en la que hemos olvidado la tabla de multiplicar y cada vez que somos incapaces de recordar el nombre de la directora de una película, se lo preguntamos a Siri inmediatamente… Estamos perdiendo destrezas, habilidades, estamos perdiendo capacidad de relación y concentración en beneficio de la multitarea y lo epidérmico. Tenemos que hablar de estas cosas sin demonizar a la juventud, pero siendo conscientes de que nos separan maneras de procesar la información que son maneras de aproximarse a la realidad y entender sus conflictos.

¿De ahí el ritmo sosegado de pequeñas mujeres rojas?

Pequeñas mujeres rojas es una novela política porque es poética y el coro de niños perdidos y mujeres muertas sugiere a quienes abren la primera página: «Lea despacio» Frente al vértigo y el bulo, lea despacio y disfrute de una literatura que no solo se basa en lo trepidante de una trama, sino en la capacidad del lenguaje para ver, oír, oler, tocar lo que está detrás de la cortina o debajo de la tierra. Propongo una lectura espeleológica en la que se disfrute del tiempo y una se lea a sí misma mientras lee las historias ajenas.

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