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Historia | Conferencia del hijo del ‘Ángel de Budapest’ en el Parlamento canario

«Mi padre se saltó la norma para salvar a 5.200 judíos, pero merecía la pena»

Juan Carlos Sanz-Briz Quijano lamenta que la humanidad «no ha aprendido de los errores del pasado» y, tras la II Guerra Mundial, ha habido más casos de genocidio

Juan Carlos Sanz-Briz Quijano, en el Parlamento de Canarias. | | MARÍA PISACA

La historia y España han sido injustas con Ángel Sanz-Briz, el diplomático español que, con tan solo 34 años, realizó gestiones para salvar la vida a un total de 5.200 judíos que residían en Budapest y que iban a ser exterminados por los nazis y sus aliados en Hungría. Frente al método utilizado por el empresario alemán Oskar Schlindler, inmortalizado en la película de Steven Spielberg La lista de Schlindler, que le dio trabajo a 1.100 judíos, Sanz-Briz les otorgó documentación y salvoconductos españoles, acogiéndolos en su propia casa, en la embajada y en ocho edificios alquilados en la capital húngara, a los que puso sendas banderas españolas y carteles: «Anejo a la Legación de España».

Ayer, el hijo del diplomático hispano, Juan Carlos Sanz-Briz Quijano, recordó la hazaña de su progenitor en una conferencia en el Parlamento de Canarias, donde estuvo acompañado por el presidente de la Cámara, Gustavo Matos, y Ángel Luis Pérez Quintero, del centro Sefarad-Israel, del Ministerio de Asuntos Exteriores. Sanz-Briz se casó en Santander en 1942 y, de forma inmediata, se trasladó con su esposa a Budapest, un «oasis» en medio de la II Guerra Mundial, bien abastecida y con una interesante actividad social y cultural, frente a lo que sucedía en otras capitales europeas. Hungría era un país afín a los intereses de la Alemania nazi. Y, ante los temores del régimen de Hitler de que se saliera del Eje y firmara la paz con Stalin, las autoridades germanas deciden invadirlo. Hasta ese momento, los judíos en Hungría habían sufrido algunas discriminaciones sociales y laborales. Y muchos de ellos habían llegado en los últimos años desde Alemania, Austria o Eslovaquia. Pero lo peor quedaba por llegar.

Su gesta la basó en una derogada Ley de acogida de sefardíes descendientes de los expulados en 1492

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En 1944, Franco retira al embajador de Budapest y Sanz-Briz se queda como encargado de negocios en dicha sede y máximo responsable. El diplomático, de profundas convicciones cristianas, observó con terror las ejecuciones de judíos en Budapest. A veces, el método consistía en atar a dos personas y colocarlas junto al Danubio. Los nazis mataban a una de un tiro y la otra moría ahogada.

Ante la gravedad de la situación, Sanz-Briz informa al Gobierno de Franco y plantea si puede realizar alguna acción para paliar el genocidio. Pero el Ministerio de Asuntos Exteriores español no contestó. Para el hijo del héroe semidesconocido, esa decisión se debió a los favores prestados por la Alemania nazi en la Guerra Civil al bando nacional y que en el Gobierno franquista podía haber antisemitas. Y el diplomático decidió actuar por su cuenta y aplicar toda su imaginación, habilidades sociales y tácticas posibles para salvar judíos. Se acordó de una Ley ya entonces derogada y que fue aprobada en la dictadura de Primo de Rivera en 1924 por la cual se podía otorgar la nacionalidad española a los descendientes de judíos sefardíes expulsados de la Península Ibérica a finales del siglo XV por los Reyes Católicos.

Y, a partir de esa base, actuó, poniendo en riesgo su propia vida y su carrera diplomática. Pero «su corazón y moral no le permitían quedarse de brazos cruzados», explicó su hijo. Pero debía tener mucho cuidado. En primer lugar, acudió a hablar con un dirigente del Ministerio del Interior húngaro, a quien le planteó la importancia de dar visados a los judíos sefardíes de Budapest. La autoridad magiar le dijo que eso estaba bien, pero que nadie se acordaba de los húngaros que sufrían las vejaciones del Ejército ruso. Y Sanz-Briz le dio un dinero, en concepto de soborno y con la excusa de que esos recursos fueran para dichas personas. Obtuvo autorización para 300 salvoconductos a sefardíes.

Pero en Budapest apenas había entonces, unas 30 personas que tuvieran tal origen. Por eso, decidió hacer pasar por sefardíes al mayor número posible de judíos. Así, un número de visado se aprovechaba al máximo, ya que existía un documento 1 A, 1B, 1C, 1D, y así, de forma sucesiva. Y por cada papel ya no se salvaba un individuo, sino toda una familia. Fue así como, al final, extendió 2.200 papeles de salvoconducto, con los que pudo evitar de una muerte segura a unos 5.200 judíos.

«Se saltó a la torera la normativa, porque la causa merecía la pena», señaló Juan Carlos Sanz-Briz. Además, tenía vigilantes en cada edificio alquilado para saber cuándo los nazis o sus aliados húngaros se llevaban a personas. Si antes no les pegaban un tiro en la calle, también cogía su coche oficial e iba a recogerlos a las estaciones de tren o las marchas de la muerte en las que estuvieran. Allí recordaba que era diplomático de «un país amigo», como la España de Franco, que había enviado a la División Azul y que no se podía molestar a protegidos del Gobierno hispano. Era el momento de la mano izquierda.

Gracias a esa valentía y fidelidad a los principios, se estima que 50.000 judíos vivieron o viven todavía, tanto supervivientes del Holocausto como sus descendientes. Ese es su mayor logro «humano y profesional», según su hijo. Según el diplomático, «actuó como cualquier ser humano decente».

En 1966, cuando se hallaba destinado en Perú, recibió una llamada. La comisión encargada de homenajear a quienes hubieran salvado a uno o más judíos durante el Holocausto lo había nombrado Justo entre las Naciones, la mayor distinción que se le puede conceder a un gentil (no judío) por dicha heroicidad. Llamó a sus superiores para preguntar si podía ir a Israel a recoger el premio. Pero en el Gobierno de Franco le respondieron de forma negativa, en la medida en que el mencionado gesto podía molestar a los países árabes, que en aquel momento eran considerados «aliados» del Régimen.

«No alardeaba y no hablaba si no se le preguntaba»


Ángel Sanz-Briz fue destinado a la Santa Sede, donde coincidió con los papas Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II. El diplomático español falleció en 1980. El reconocimiento Justo entre las Naciones fue el único premio que le fue otorgado en vida. Su gesta cayó en el olvido durante décadas, por intereses políticos, en la medida en que la Dictadura de Franco no tenía relaciones con Israel ni con Hungría. Sanz-Briz no hablaba de su actuación si no se le preguntaba y no quería alardear ni presumir de su logro, entre otras cosas porque él también lo pasó «fatal» en Budapest, según su hijo. Pero Hitler perdió la II Guerra Mundial y la comunidad judía llegó a tener un gran poder e influencia. Entonces, desde el Gobierno del dictador le indicaron que, a partir de entonces, dijera que sí había recibido órdenes para que salvara a las mencionadas víctimas, con el objetivo de «ablandar» las relaciones con los judíos. Juan Carlos Sanz-Briz explicó que ha conocido «a bastantes supervivientes del Holocausto» y la mayoría coincide en que no les gusta hablar de esa etapa de sus vidas. Una de ellas fue Violeta Friedman, nacida en Rumanía y defensora de los Derechos Humanos, que cuando se encontraba con su hermana no mencionaban ese episodio de su vida. «pues querían pasar página». A una parte de esos supervivientes, otros judíos no les creían que pasaran por dicho sufrimiento y pocos los ayudaban. De hecho, algunos sentían remordimientos, tras haber perdido a sus seres queridos y sus bienes, por lo que «hubiesen preferido haber muerto» a manos de los nazis. Juan Carlos Sanz-Briz lamenta que la Humanidad no ha aprendido de los errores del pasado y en las últimas décadas ha seguido habiendo genocidios en diferentes regiones del planeta y bajo gobiernos de diversas ideologías y creencias religiosas, como los Jemeres Rojos en Camboya, en Ruanda con los hutus, en la exYugoslavia, Irak y Siria con Daesh; o bien hacia los Rohingyas en Myanmar, o los uigures (musulmanes suníes) en China. |


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