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Valme

Composiciones vegetales y animales que son recordatorios del paraíso presentido, pero siempre destruido porque la naturaleza que arrasa

De la serie ‘La tierra es azul como una naranja’ (1992-93), Valme García Morán. |

Recuerdo a Valme en sus pequeños formatos, siempre con una nota de candor. Pintura de enfoques cercanos, una mirada tranquila y femenina sobre el paisaje insular, del mar, las ovejas, las frutas, los productos de una naturaleza idílica. Vino de Navarra y se hizo de aquí, se hizo insular. Y, a pesar de sus dolencias cardiacas, esa sensación de que muchas veces tu vida pende de un hilo, se puso a pintar en el mismo estudio de Manolo Ruiz, una pareja de creadores que se han hecho a sí mismos, caminando desde la Escuela Lujan Pérez hasta ahora, tantas décadas después.

Valme García en su estudio.

Valme García en su estudio. La Provincia

Hay color y también una cierta ingenuidad desde aquellas ovejas hasta esta mirada sobre la arquitectura, el juego en el que se combinan el espacio, la perspectiva, el tiempo. La ciudad ideal y la deseada que no existe. Dice la pintora que en esos edificios casi herméticos se encierra un deseo de comunicarse, por eso va eliminando elementos hasta quedarse con esencias. Valme expuso en aquel Club Prensa Canaria en el que hace casi cuarenta años aparecieron muchos jóvenes creadores de entonces, y también presentamos una exposición suya en Orfila, Madrid, en la que las ovejas jugaban a esconderse. Entre los geometrismos y la naturaleza, por ahí camina la pintora. Composiciones vegetales y animales que actúan como recordatorios de un paraíso presentido, pero siempre destruido porque la naturaleza puede ser una fiera diabólica que arrasa con todo. Y nosotros lo sabemos bien porque vivimos sobre volcanes.

De la serie ‘Ámbito’, (2002), Valme García. |

De la serie ‘Ámbito’, (2002), Valme García. | La Provincia

Puede que la pintura de Valme tenga una apariencia humilde y tranquila, son encuadres en que figuran frutas o seres imaginarios con un trasfondo onírico, desde un Fra Angélico hacia un Klee y un Miró. La tierra era azul como una naranja, y el objeto representado se ha ido volatilizando. Probablemente sea una imagen irreal del mundo y de sus criaturas, un espacio que en el que ya no cabe la utopía porque es distópico, angustiante, amenazante. Cuántas desgracias juntas en estos últimos años: incendios, pandemias, erupciones, señales de que el desastre climático es inflexible. Pero ese planeta de su memoria, habitado por pequeñas figuras de animales y de árboles y de ensoñaciones urbanas, puede contener piezas de una sinfonía casi naïf. Y será inevitable que se cuele el cielo el color de la tierra, una palmera, una ola, la luz, las frutas, el bosque, los edificios, la presión psicológica y la claustrofobia de la isla, la tierra crispada del malpaís, el abrazo del Atlántico. Ella escapa con sus geometrismos que siempre van cambiando de aspecto. Mundos imaginarios, otra realidad en la cual la pintora se siente a gusto. Los símbolos son importantes, tanto como el afán constructivista, una orilla de magia y misterio, un mundo de lirismo y sublimación, que transforma la mirada cotidiana.

De la serie ‘Lunaria’ (2000-2001.

De la serie ‘Lunaria’ (2000-2001. La Provincia

Alumna de la Luján Pérez la estilización de su arte ha tenido bastante que ver con el magisterio de Felo Monzón, quien hablaba de un esquematismo analítico, maduro y sentido en la obra de esta mujer. Pintura con aparente simplicidad, con su gama de color que va más allá. La transparencia posibilita una forma de escape sobre la cotidianeidad, con lo cual el objeto representado se va volatilizando. Y así se llega a esta obra con elementos de la arquitectura, en la que volvemos a apreciar la calma, el silencio, la observación tranquila.

Alumna de la Luján Pérez, la estilización de su arte ha tenido bastante que ver con el magisterio de Felo Monzón

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En un mundo en el cual las mujeres están ocupando cada vez más espacios centrales, esta pintora se afirma como hacedora de un mundo que nos conecta con el pasado que ya no volverá y el presente que –como dicen los budistas– hemos de vivir con una actitud de sosiego y paz interior, mejoramiento personal, con una aceptación panteísta, porque la creación está en todas partes y nosotros tan solo somos espectadores en medio de los presagios del exterminio. Quizá esta propuesta suponga la aceptación tranquila de nuestro papel de siervos bajo el poder exterminador del tiempo, de los cambios, de la tecnología, de la velocidad con que los nuevos mundos amenazan con arrasar la historia. De cualquier forma, como elemento curativo tenemos esta obra aparentemente simple, que no lo es, ya que encierra muchas claves y, en definitiva, busca ser apacible y bienhechora.

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