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Arte

Una expresión del arte en libertad

El Museo Castillo de Mata acoge la exposición colectiva ‘Burning up’, dentro de la NOmade Bienal y una individual, ‘Horda non Orden’ del chileno Víctor Hugo Bravo

Parte de la exposición colectiva recogida en el Museo Castillo de Mata hasta el 30 de noviembre. | | JOSÉ CARLOS GUERRA

El Museo Castillo de Mata y en concreto, la Fundación Francis Naranjo, recoge, hasta el 30 de noviembre, una exposición colectiva internacional, Burning up, dentro de la NOmade Bienal 2021, comisariada por el ecuatoriano Hernán Pacurucu y el chileno Víctor Hugo Bravo quien, además, realiza una muestra individual, Horda non Orden. Son 16 los artistas que figuran en la colectiva. Entre ellos, siete ecuatorianos: Olmedo Alvarado, Gabriela Andrade, Ila Coronel, Mariela García, Rosa Jijón, Omar Puebla y Sara Roitman. Chilenos hay tres: Gabriela Carmona, Ricardo Fuentealba-Fabio y Luis Montes. Además, se exhiben las obras de la grancanaria Isolina Díaz, el brasileño, José Guedes, la argentina Mariela Leal, los polacos, Tomasz Matuszak y Arkadiusz Sylwestrowicz y el sueco Anders Ronnlund. Una cita multicultural con aportaciones creativas de diverso calado.

Una expresión del arte en libertad

Carmona aclara lo que representa NOmade Bienal. «El espíritu de esta exposición supone la convocatoria de artistas de distintas partes del mundo en un proyecto bastante colaborativo donde vamos creando conexiones en los distintos países. Hemos trabajado ya en Chile, Ecuador, Suecia… y ahora aquí». Inés Artola es comisaria de arte española y reside en Polonia donde conoció a Víctor Hugo. «Bienal NOmade no es cada dos años, sino cuando los artistas encuentran el espacio expositivo y tienen la oportunidad de mostrar su obra. Se trata de un proyecto orgánico. No es un grupo de creadores que se van moviendo sino que se van incluyendo diferentes personas que viajan por distintos territorios, lo que crea siempre diálogos nuevos y cada muestra es completamente innovadora».

Una expresión del arte en libertad

Los comisarios Bravo y Pacurucu marcan unas pautas, pero cada artista propone una visión en base a la curaduría de su país. Según Artola, en esta ocasión hay una base de libertad que normalmente no existe. «Habitualmente, el comisario lanza un tema y el artista tiene que reaccionar ante él. Me parece muy interesante que aquí haya más contribuciones personales de los expositores y que sean obras portátiles que vengan de un lado diferente. Van creciendo las colaboraciones que elaboran el discurso».

Una expresión del arte en libertad

Díaz ha recibido el premio Marie Curie por el que se va tres años a investigar entre Padua y Egipto. Para la colectiva trae su obra Cromatopía cuya etimología representa color y lugar. «Se trata de muestras de tierras o suelos de distintos lugares de Gran Canaria, en concreto de la zona denominada Neotamarán. Supone todo lo que va hacia arriba trazando una línea imaginaria entre Agaete e Ingenio. Un geólogo describió el siglo pasado los puntos de estudio de la Isla. Hablaba de fluvisol o leptosol, pero esa terminología no me decía nada, de modo que he recogido tierra y la he traducido al lenguaje del color. Hago un cuestionamiento del valor del suelo en Canarias, que ya apenas existe porque se ecnuentra todo muy urbanizado».

Una expresión del arte en libertad

Carmona ha traído una obra de la serie El alma de los pájaros. Tiene dos piezas fundamentales, el tejido telar y una video performance. La idea engloba «las desapariciones, el ocultamiento del cuerpo que se puede tomar de manera contextual y metafórica de mi país, Chile. También tiene que ver con las desapariciones de las mujeres a lo largo de la Historia. Represento una especie de mortajas. Me gusta mucho vincular el concepto de lo poético, de lo que no existe y lo imposible en mi trabajo», señala.

Roitman destacó que su aportación se basa en una partitura musical de Juan Campoverde. «Hago alusión al origen de la vida que se representa en tomas de un microscopio electrónico filmando unos microorganismos y realizo una animación de partículas como catapultando hacia el futuro. Es un trabajo que se remite a esta pandemia donde el covid es un enemigo invisible».

Montes muestra un conjunto de pequeñas estatuillas basadas «en los monumentos públicos de presidentes ubicados en Santiago de Chile. Están pensados como souvenirs de viaje, como si pudieras comprarlos en una colección que se lograra llevar de un lugar a otro. Me interesaba esa relación con la deslocalización, el traslado de algo de un sitio a otro donde adquiere una nueva significación».

Por su parte, Alvarado trajo una pieza que tiene mucho que ver con «el rompimiento del proceso histórico de la artesanía como medio de representación. He partido de un dibujo artístico al que apliqué tecnología para trabajar en base a píxeles y lo llevé de nuevo a la artesanía para construir la obra. Intento demostrar que el arte contemporáneo no tiene una línea de Historia sino que es una compaginación de todos los procesos que buscan aportar puntos de vista y discutir sobre las posturas en el mundo del arte, que es único y sensorial. Con el uso de la tecnología pretendo ofrecer una idea del rompimiento histórico». El artista emplea el verde para destacar la lucha por la naturaleza.

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Exposición de la Bienal NOmade en el Castillo de Mata José Carlos Guerra

Fuentealba-Fabio se basó en el título de la exposición, Burning up, que le sirvió de referencia. A través de unos lienzos explica cómo un monje en 1963 se quemó en Saigón. «Hay una escena infernal de la quema, la camiseta del grupo Rains against the machine y un automóvil inglés. Quiero relacionar las migraciones, quemarse por defenderse frente a la opresión y recordar lo que pasaba con muchos africanos que viajan a Europa. Hice la obra para representar el amor a algo». Matuszak ha elaborado un trabajo titulado Hysterium, una combinación de histeria y misterio. «He creado un video tomado de los marcos de negativos de fotografías y relacionado con la pandemia, intentando resucitar a todos los que han muerto por esta extraña situación». También expone seis fotografías realizadas con una cámara de infrarojos en plena oscuridad. «Muestro a miembros de mi familia en relación con la pandemia de nuevo, cuando el confinamiento donde no se hacía nada, solo esperar. Los ojos brillan a causa de la cámara. En los animales se puede apreciar más este efecto».

Para la exhibición individual Víctor Hugo Bravo quiso mostrar varios temas. Uno se basó en el crepitar de los insectos, en el crujido de huesos. Engloba múltiples imágenes digitales de rostros. «Represento las hordas, el despertar de los pueblos para evitar los abusos que, en Chile, mi país, ha sido algo muy violento. Hago una ebullición de lo oscuro, una construcción de lo más inconsciente en esta serie». También aparecen cabezas empaladas «que tienen que ver con los narcos en México y la conexión que han hecho con grupos ultraviolentos de los países árabes. Esta violencia que incluye a sicarios ha entrado a mi país». Bravo cuenta con unos videos en cuyos audios se habla del pueblo, de su fuerza, del Estado y de los poderes. «Todos mis trabajos circulan siempre en torno al poder y con la violencia siempre entremedias».

Una imagen de Galvarino cuelga sobre la pared. Es un indígena mítico chileno. «Ingreso su imagen enmarcada en el mundo Marvel, como un elemento de reivindicación social. Vuelvo a mostrar la violencia, la muerte y la migración».

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