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Proyecto fotográfico

El fotógrafo que ha descubierto que la mascarilla es el auténtico espejo del alma

El fotógrafo Quim Farrero retrata la vida con o sin el rostro cubierto, un modo de recordar lo que hemos perdido, de reivindicar lo que un día recuperaremos. Y de darnos cuenta de que el tapabocas nos protege ante el covid, pero también es una nueva prenda de ropa interior

Algunas de las personas que han pasado por el objetivo del autor de ’Lost&Found, recuperando el rostro’.

Quim Farrero es capaz de reconocer a una persona a la que no había visto en 25 años. Para los nombres, admite, es un auténtico desastre. Pero sabrá a qué se dedica, quién les presentó o dónde se vieron por primera vez. Sucedió que con la pandemia, y con el uso de la mascarilla, se derrumbó su capacidad de distinguir a la gente, y empezó a reflexionar sobre esta nueva prenda. Lo hizo, como es obvio, desde el punto de vista de su profesión: la fotografía. Parió un peculiar proyecto, de nombre 'Lost&found, recuperando el rostro', que abre muchos frentes más allá de lo puramente artístico y estético de la imagen. La intimidad, la salud, los complejos, la timidez e incluso la sensualidad. Y también una nueva manera de relacionarnos. Retrata a personas anónimas en su entorno, con y sin el tapabocas, sin 'photoshop' aunque pueda parecerlo. Una auténtica experiencia religiosa.

Vaya por delante que este veterano fotógrafo, nacido en Barcelona en 1964 pero afincado en el Maresme, no pone en duda el uso de la mascarilla. Todo lo contrario: la lleva y la llevará cuándo y dónde las autoridades sanitarias así lo indiquen. Lo que le perturba y a la vez le fascina son los cambios que ha generado. Empezó en enero de 2020 y acumula ya cerca de 80 modelos. Suficientes como para darse cuenta de que en la mayoría de ocasiones "los ojos no cuadran con el resto de la cara". "Eso de que la mirada es el espejo del alma es absolutamente falso. Creo que con la pandemia nos hemos dado cuenta de que la cara es un conjunto de elementos que se necesitan y que no se entienden los unos sin los otros". Es decir, que podemos tener unos ojos verdes estupendos, la nariz de Cleopatra o la sonrisa de Alain Delon, o todo lo contrario, pero la belleza, la armonía, la originalidad, la peculiaridad y la simetría se generan observando el todo. Y cada todo es genuino; auténtico y único.

Hubo un momento -dicen los estudiosos que sucedió hace unos 170.000 años- en el que el ser humano empezó a usar prendas para cubrir su cuerpo. Lo más sensato es pensar que aquellos seres se vistieron más por el clima o protección que por pudor o coquetería. Ahora son muy pocos los que piensan en ir desnudos, y así las cosas, lo que sucede es que hemos convertido partes del cuerpo, como los genitales o el pecho, básicamente el femenino, en zonas casi siempre cubiertas, escondidas, protegidas. "Si lleváramos mascarilla durante mucho más tiempo, nos daríamos cuenta de que la boca acabaría siendo como un culo o unas tetas. A base de no verla, se convertiría en un tabú".

El gesto más delicado

La producción de las fotos ha tenido su miga. Inesperada, todo hay que decirlo. Quim se desplazaba al lugar elegido por cada protagonista, normalmente su hogar o su lugar de trabajo. Una vez ahí, el autor buscaba un rincón peculiar, por el entorno, y sobre todo, por la luz. Tras el primer 'click' llegaba un momento que se ha convertido en uno de los descubrimientos de este proyecto: el gesto íntimo de desposeer a alguien de su mascarilla, como si se tratara de una prenda de ropa interior. Lo confirman algunas de las personas, tanto hombres como mujeres, que han posado para el objetivo este fotógrafo, muy conocido en el mundo del 'utra trail' por sus 16 años retratando carreras de montaña por todo el mundo para la revista 'Trail', creada por los hermanos Néstor y el añorado Nil Bohigas. Barba frondosa, pelo muy largo, delgado, de pocas palabras, con un par de cámaras colgadas del cuello y un chaleco con mil bolsillos. Ese es Quim Farrero, al que sin duda también reconocerá sus alumnos del Institut d'Estudis Fotogràfics de Cataluña.

Silvia Omedes, gestora cultural y directora de la fundación Photographic Social Vision, organizadora del World Press Photo, aceptó la invitación de Farrero porque le pareció "una muy buena metáfora de las ganas que tenemos de desnudarnos, de volver a la normalidad". "Creo que es un proyecto fresco y bonito, y muy sugerente visualmente, porque en la boca se concentra buena parte de la expresividad de las personas, y eso es algo de lo que nos hemos dado cuenta con el covid".

¿Un pedazo de tela?

Es consciente del valor sanitario de la mascarilla, pero más allá de ser una protección imprescindible en este tridente que completan la limpieza de manos y la distancia, "también ha sido un pedazo de tela que ha escondido nuestra identidad". "Y a algunas personas les habrá ido bien, pero creo que la mayoría queremos volver a ver a los demás en su totalidad". Celebra, sin embargo, las "sorpresas" que ha regalado, esas narices que uno no había adivinado y que aparecían de repente; o esos labios con vida propia que apenas podían moverse en su pequeña y necesaria prisión.

Núria Fernández, conservadora de arte de la Diputació de Barcelona sintió una extraña sensación de confortable indefensión cuando Quim se acercó, tras la primera foto, y le quitó con suavidad la mascarilla. Las primeras veces usaba un bolígrafo, pero terminó usando los dedos índice y pulgar de ambas manos para perpetrar la maniobra de despojar al rostro de su cubierta. "La pandemia llegó en un momento de mi vida en el que no me interesa que no me reconozcan, porque llevaba poco más de un año separada", se sincera. "Hemos vivido escondidos, sin existir durante muchos meses, y la incertidumbre, el no saber, ha sido lo peor". Para Núria, la mascarilla es sinónimo de "transparencia", de pasar desapercibidos, una sensación que no le gusta pero que respeta porque hay algo mucho más importante, como es la salud propia y la de todos.

Carla Gaggioli, productora del programa 'Via lliure' de Rac1, conocía a Quim por sus fotos en Instagram. Cuando pidió voluntarios para su proyecto, se apuntó sin pensarlo. Pero cuando se presentó en casa, y a pesar de que su pareja estaba en casa, no pudo evitar "una cierta invasión de intimidad". Claro que quería, pero quizás se estaba dando cuenta de que la mascarilla se había convertido en algo más que una pieza que aísla del covid. Escogieron un punto del comedor con un bonito punto de luz y Quim disparó la primera ráfaga. "El momento de sacarme la mascarilla me recordó ese momento tan íntimo en el que escuchas el 'click' de tu sujetador; la verdad es que fue una sensación muy peculiar, pero al fin y al cabo estoy contenta de formar parte de algo que con el tiempo puede ser un documento histórico.

Quim no sabe qué porvenir le espera a todo este trabajo. ¿Una exposición fotográfica y audiovisual? ¿Un libro? ¿Una web? De momento seguirá retratando personas a las que que quita la mascarilla generando sin querer una magia especial. Cuando todo esto pase, y esperando que alguien apueste por un proyecto que será un documento histórico de una etapa excepcional, ya se verá.

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