"Pero, vendrá para despedirse, ¿no?". La decisión de Joan Manuel Serrat de retirarse de los escenarios tuvo su inmediato impacto en la ciudad de Buenos Aires, donde el cantante catalán ha tejido una relación tan entrañable que hasta estudió alguna vez la posibilidad de habitarla. La novedad circuló, de una radio a otra, con su música de fondo y algún comentario nostálgico. "Vendría entre mayo y junio", señaló el diario 'La Nación', que le dio un lugar importante en su portal a la noticia de la despedida. Lo mismo hizo otro influyente sitio de noticias, 'Infobae'. El diario 'Página 12' recordó por su parte las ligazones afectivas del cantautor con América Latina y, en particular, este país. 

No en vano, hace dos años Tamara Smerling recopiló esa historia en su libro 'Serrat en la Argentina. Cincuenta años de amor y aventuras'. "Amo a la Argentina porque como dice mi madre, allí comí mucho tiempo. La he amado hasta cuando me apoyaban las 'itakas' [rifles] en el pecho, cuando tuve amenazas de bombas en el escenario", dijo el autor de 'Cantares' a 'Interviú' cuando se aprestaba a retornar después de siete años de prohibiciones, a fines de 1983. Serrat es una figura cultural y política de tal envergadura que la última dictadura lo prohibió apenas tomado el poder, el 24 de marzo de 1976.

Ese vínculo afectivo, que se prolonga hasta el presente, se construyó en siete años, desde aquel octubre de 1969 en que Serrat recaló en Buenos Aires. Se vivía bajo un régimen castrense mojigato que comenzaba a agrietarse. El país que se espabilaba le abrió de inmediato sus brazos. Lo hizo suyo. Serrat se convirtió en un punto de referencia.

En blanco y negro

La televisión, en blanco y negro, fue su principal plataforma. "Esas apariciones me abrieron caminos", le reconoció Serrat al diario 'Clarín', años atrás. Y así devino estrella de los carnavales de febrero, con seis presentaciones cada noche frente a un auditorio que conocía casi todas sus canciones. La empatía fue mutua. Serrat quiso atravesar todos los ritos de iniciación en la ciudad: fue a los estadios de fútbol y se hizo hincha de Boca Juniors, porque lo dirigía Alfredo Di Stéfano, se apasionó con el tango, que había sonado en la voz paterna, visitó con frecuencia el hipódromo y asimiló otros ceremoniales urbanos. Manuel Vázquez llegó a decir que ese encanto fue recíproco. "En Argentina había puesto el catalán de moda entre la juventud".

El nombre de Serrat comenzó a circular al compás de una idea propia de esa época, la de la revolución. Fue testigo de los estremecimientos sociales. Vio cómo se radicalizaba la juventud que cantaba sus canciones y leía a Antonio Machado y Miguel Hernández gracias a sus discosMuchos de sus seguidores se sumaron a diversas formaciones de izquierdas, así como a la guerrilla peronista, Montoneros. "Fueron tiempos en los que me pasaron muchas cosas efervescentes. Después, lo terrible: los asesinatos, las desapariciones. Todo dejó marcas en mí". Estuvo en Buenos Aires pocos meses antes del golpe de Estado. Había compuesto una canción, 'La montonera', que nunca grabó comercialmente, pero, en un punto, testimonió hasta qué punto el drama argentino lo había marcado. "Ese tema tiene sus leyendas. Lo escribí, sin dar a conocer de quién se trataba, para una muchacha de 20, 22 años, que murió en las cárceles de la dictadura. No he dicho nunca el nombre y no lo haré ahora, porque representa a todas las mujeres asesinadas. No solo es una muchacha que muere. Es una muchacha que muere por una idea, por un pensamiento tan fuerte que, a pesar de no sentir admiración por quien la dirige, ella sigue peleando". La canción circuló no obstante de manera clandestina.

Acontecimiento

El retorno de Serrat en 1983 fue un acontecimiento de todo orden, entre ellos emocional, después de tantos años de separación. Lo mismo ocurrió en Chile, tras la derrota de la dictadura, en el plebiscito de 1988. Los que presenciaron sus conciertos, a uno y otro lado de la Cordillera de Los Andes, nunca lo olvidarían. Desde la recuperación democrática, el autor de 'Tu nombre me sabe a hierba' fue un asiduo visitante, solo, acompañado de Ana Belén, Miguel Ríos, Víctor Manuel o, más tarde, al lado de Joaquín Sabina.

Joan Manuel asegura tener un pacto con sus canciones por el cual nunca ha hablado mal de ellas en público. A su modo, las generaciones de argentinos que se educaron con él sellaron el mismo acuerdo: Serrat es tan propio que no se lo critica. Con su adiós de los escenarios, ellas y ellos se quedarán sin una historia sentimental y un amigo de toda la vida.