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Un mundo perdido

Tres décadas de la caída de la URSS: siete iconos de la cultura pop soviética

Héroes de guerra, dibujos animados, superheroínas, estrellas de cine, revistas satíricas, cantantes de tango represaliados y rockeros olvidados: más allá de los tópicos lanzados desde Occidente, la cultura popular soviética fue muy jugosa

La actriz Marina Ladynina, en la película ’Traktoristy’, de 1939.

¿Qué imagen tenemos de la cultura popular de la Unión Soviética? Los villanos malvados y malcarados de los filmes de Bond, el púgil rival de Rocky en la cuarta película de la serie –encarnado por Dolph Lundgren–, Gagarin y Laika perdidos en el espacio, la música de balalaika, la hoz y el martillo convertidos en logo y algunos tópicos más. Pero casi siete décadas, de 1922 a 1991, dan para mucha historia más allá de esos clichés generados por Occidente. Estos son siete genuinos iconos de la cultura pop soviética.

Chapáyev

Quizá no hubo en la URSS un personaje más popular que Vasili Chapáyev (1887-1919). Combatió en la primera guerra mundial y se convirtió en comandante del Ejército Rojo durante la guerra civil rusa. Falleció en plena batalla y se le canonizó como el gran héroe del conflicto civil. Una película de 1934 glorificó sus gestas: 30 millones de soviéticos acudieron a las salas para verla. Después protagonizó libros y canciones.

Póster de la película de 1934 'Chapáyev, el guerrillero rojo'.

Cheburashka

Este peluche de grandes orejas llega a la Unión Soviética escondido en una caja de naranjas procedente de África. Es una especie de Mickey Mouse de los ‘soviets’ –aunque recuerda a la marioneta italiana Topo Gigio– y ha protagonizado cuentos infantiles, cinco series de animación, sellos postales, anuncios de dentífrico y fue la mascota del equipo olímpico ruso en los Juegos de Atenas de 2004. Ha triunfado también en Japón.

Cheburashka, el peluche más popular de la Unión Soviética.

Krokodil

Krokodil es el nombre que recibe en Rusia una droga creada en 1932, la desomorfina, análoga de la morfina. Una década antes, en la URSS, ‘Krokodil’ fue una revista satírica ideada por Lenin y que apareció inicialmente como el suplemento de humor de ‘La Gaceta de los Trabajadores’. Se publicó entre 1922 y 2008. Caricaturizaba el capitalismo extranjero, pero también ridiculizó la burocracia soviética. Publicaciones como ‘Charlie Hebdo’ y ‘El Jueves’ han seguido sus pasos.

Marina Ladynina

Hasta 1936 fue una de las actrices teatrales más importantes de su país. Tras un desencuentro político, reapareció después en el cine de la mano de su segundo marido, el director Ivan Pyrev, y protagonizó grandes éxitos del realismo socialista. Stalin la aplaudió, pero después, cuando no le gustó uno de sus filmes, ‘Taras Shevchenko’ (1951), la defenestró. Se dedicó a recitados de poesía hasta su muerte, en 2003. Ganó cinco premios Stalin y el título de Artista del Pueblo de la URSS.

Octobriana

Tiene tanto de Wonder Woman como de Viuda Negra, pero defiende a la madre patria Rusia con ahínco. De melena rubia, todo tipo de armamento y una estrella roja tatuada en la frente, fue concebida por el artista checo Petr Sadecky y dos colaboradores más. La primera historia, ‘Octobriana and the russian underground’, se publicó en 1971. Acaba de aparecer una versión española de delirante título, ‘Octobriana y los vengadores soviéticos contra el capitalismo nuclear’.

Octobriana, la superheroína soviética.

Vadim Kozin

No lo tuvo fácil el denominado rey soviético del tango: su madre era gitana, no escondió su homosexualidad –penada como delito en la URSS desde 1934– y no ensalzó las bondades de Stalin en sus canciones, motivos por los que en 1944 fue enviado a un campo de trabajo de Magadán, en Siberia. Tras ser liberado, pero no exonerado, permaneció exiliado en Magadán hasta su muerte en 1994. Marc Almond le rindió tributo en el disco ‘Orpheus in exile. Songs of Vadim Kozin’ (2009).

Viktor Tsoi

Hijo de madre soviética y padre coreano, Tsoi (1962-1990) fue un popular músico de rock en la última década de la Unión Soviética. Un músico de resistencia, ya que las canciones de su banda Kino, inspiradas en músicos anglosajones como Marc Bolan, David Bowie o Blondie, no eran del gusto del sistema comunista: él representó el cambio contracultural en el Leningrado de los 80. Poco conocido fuera de la Unión Soviética, el filme ‘Leto’ (2019) restituyó su importancia histórica.

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