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Pío Cid, cronista y columnista

Las capacidades analíticas y literarias de Luis Benítez Inglott, reunidas en ‘El papel vale más’

Pío Cid, cronista y columnista |

Si no fuera por la sesuda y solitaria labor de ciertos investigadores, la acción disolvente del tiempo no nos permitiría rescatar del olvido a toda una legión de escritores “menores” que marcaron las ideas y el debate de generaciones pasadas por la valía intrínseca de su escritura crítica y literaria. Este es el caso de Luis Benítez Inglott, y en especial, durante su etapa de colaboración en Diario de Las Palmas, cuando, bajo el seudónimo de Pío Cid, emprendió un largo viaje de crónica y análisis social que modernizaría el espíritu de la gaceta periodística en Gran Canaria. El profesor y catedrático Santiago J. Henríquez nos ofrece la labor de un riguroso rescate literario en su libro más reciente, El papel vale más. Realizando la más amplia selección de las crónicas de Pío Cid, Henríquez aporta, además, un estudio preliminar que trasciende las meras circunstancias biográficas de Benitez Inglott. Justifica su metodología y explica el proceso investigativo que han producido este valioso instrumento de consulta para escritores, historiadores y sociólogos. En los tres capítulos de su estudio general, detalla la metamorfosis de los medios de comunicación en Gran Canaria y contextualiza el diálogo cultural durante el Franquismo. En Canarias, como se empieza a entrever, este diálogo fue mucho más pleno y “libre” que en otros territorios nacionales. El profesor Henríquez pondera la diversidad temática de Inglott, su gusto por incluir en el idioma de sus crónicas las variaciones dialectales del español de Gran Canaria y, en términos de análisis narrativo, la difusa y cambiante identidad que el autor desarrolla usando el alter ego de Pío Cid.

Siempre me causó impresión el calado y el trasfondo de las capacidades analíticas y literarias de Benitez Inglott. En cuanto a la forma, el cuidado de la prosa, el pulso sostenido de su estilo, la contención y estética sobria de la expresión. Valores difíciles de sostener en el mundo periodístico de la columna de autor, sometido a toda clase de presiones, y que requiere gran disciplina. Inglott es altamente consciente de la virtud de lo singular, el hecho de no repetirse, y para ello puso en marcha un mecanismo de armonía “circular”. Esto significa que las crónicas están escritas con el subyacente ritmo y la visión dinámica de un itinerario que empieza y acaba. Da igual lo reseñado, efeméride, incidente, rasgo insular, características colectivas, avatar histórico. Su crónica es un relato que acaba y empieza, con un principio, un desarrollo y un fin que siempre atrapa, causando la placentera sensación de lo completo. Aunque su ritmo nos parezca lento, nos empuja, de repente, cuesta abajo en el carrito de la montaña rusa, para que, al bajarnos, la mente nos dé vueltas. En su escritura admiramos el estudiado contrapunto de la disciplina literaria. Un autocontrol severo que depura y evita la divagación gratuita y autocomplaciente del gacetillero.

Junto a sus libros dedicados a Tomás Morales que exploraron facetas poco tratadas por la crítica moralesiana, como los viajes del poeta y su relación con la medicina, el profesor Henríquez sigue ahondando en lo mejor de nuestras letras contemporáneas con este libro que acerca al cómodo sillón lector la ingrata tarea de la transcripción, artículo a artículo, de una obra periodística fundamental.

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