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‘Ulises’, el pilar del imperio Random House

El libro de James Joyce definió por ley los límites de la libertad de expresión tras una peripecia judicial

James Joyce. | LA PROVINCIA/DLP

A las 10.15 horas del 7 de diciembre de 1933, Donald Klofer, uno de los socios de Random House, descolgó el teléfono y llamó al tipógrafo Ernst Reich para darle una escueta orden: «Adelante». Unos minutos antes se había procedido a la lectura del veredicto del juez John M. Woolsey, que declaraba que el Ulises de James Joyce no era un libro obsceno. En consecuencia, la editorial por fin tenía luz verde para imprimir un libro que llevaba meses esperando a entrar en máquinas. El camino hasta conseguir ese resultado no había sido breve ni sencillo. En 1917, cuando Joyce ya tenía muy avanzado Ulises, encargó a su amigo Ezra Pound que buscase cómo publicarlo de manera seriada en una de las muchas revistas literarias que existían en la época. Pound se puso en contacto con la cabecera estadounidense The Little Review, cuyos responsables, asombrados por el talento de Joyce, se decidieron a darle cabida en su publicación. No obstante, no todo el mundo compartía la admiración. Debido a sus pasajes procaces, no fue sencillo encontrar un tipógrafo que aceptase componer e imprimir la revista. Cuando por fin lo encontraron, el servicio de Correos estadounidense, habilitado por ley para interceptar cualquier material que pudiera ser considerado obsceno, requisó varios números de The Little Review con capítulos de Ulises y la Sociedad para la Prevención del Vicio denunció a la revista, condenada a pagar una multa.

«Hay muchas razones por las que Ulises indignó al público. Una de ellas es que los personajes más obscenos son mujeres y no podemos olvidar que fue la vigilancia de la sexualidad femenina la principal razón de que existieran las leyes de censura. Por ejemplo, en el libro Molly Bloom recuerda con algo de cariño una tarde de sexo extramatrimonial, sin que haya ninguna consecuencia contra ella en la novela. Para los sectores más conservadores escenas como esa eran una amenaza porque, al desintegrar la unidad familiar, podrían acabar provocando el fin de la civilización», explica Kevin Birmingham, autor de El libro más peligroso (EsPop, 2016), en el que se relatan las dificultades que tuvo la obra de Joyce para ver la luz.

Los propietarios consideraron que la obra era el empuje que necesitaba la editorial en el mercado

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Entre otros temas, Birmingham detalla en su obra el encuentro en París de Joyce y Sylvia Beach, propietaria de la librería Shakespeare & Co., que aceptó publicar la primera edición completa de Ulises. Sufragada por suscripción, los mil libros de la primera tirada se agotaron en poco tiempo gracias a, entre otras cosas, la demanda por parte de lectores de EEUU que, tras ver cómo el libro se prohibía en su país, comenzaron a pedirlo por correo a Francia.

Las ganas de los lectores por hacerse con un ejemplar de Ulises eran tan grandes que Bennett Cerf y Donald Klopfer consideraron que la obra de Joyce podría ser el espaldarazo económico que necesitaba Random House, su recién creada editorial, para darse a conocer. Para ello, contactaron con Joyce y, puenteando a Sylvia Beach, adquirieron los derechos de publicación en EEUU. No obstante, seguía habiendo un grave impedimento. La sentencia contra The Little Review, que declaraba obsceno Ulises, habilitaba a las autoridades a confiscar cualquier edición del texto que se encontrase en territorio estadounidense.

Al ser prohibido en los Estados Unidos, los lectores comenzaron a pedir ejemplares por correo a Francia

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Por tanto, antes de imprimir la edición americana y arriesgarse a que fuera incautada en su totalidad, era necesario que el libro de Joyce fuera liberado de ese estigma y considerado lo que verdaderamente era: una obra literaria valiosa. «En esa época, en Estados Unidos la Primera Enmienda sobre libertad de expresión no se aplicaba a las novelas. De hecho, esa interpretación no se generalizó en los tribunales estadounidenses hasta décadas después de la publicación de Ulises, libro que demostró a los escritores de todo el mundo que una obra de arte podía incorporar todas las funciones del cuerpo humano, desde la digestión y la defecación, hasta la masturbación y el orgasmo», comenta Birmingham.

Para llevar a cabo su plan, Bennett Cerf y Donald Klopfer contactaron con el prestigioso abogado Bennet Ernst, que aceptó llevar el caso gratuitamente a cambio del 5% de las ventas directas y del 2% de las ventas subsidiarias del libro, siempre y cuando ganase el pleito. Para ello, Ernst basó su defensa en probar que, a pesar de su reciente escritura, Ulises era ya un clásico moderno y, como cualquier obra clásica, no podía estar sujeta a criterios morales sino artísticos. Sin embargo, para conseguir hacer valer su argumentación, antes debía lograr que las autoridades estadounidenses iniciasen de oficio un nuevo procedimiento por obscenidad contra el libro.

«Hay muchas razones que indignaron al público: una de ellas es que los personajes más obscenos son mujeres»

Kevin Birmingham - Autor de 'El libro más peligroso'

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Con ese objetivo, Ernst pidió al asistente de Joyce en París que enviase a las oficinas de Random House en Nueva York un ejemplar de Ulises y que incluyese entre sus páginas todos aquellos artículos, reseñas y críticas que calificasen el libro de manera positiva. Una vez el libro estuvo camino de EEUU en el barco SS Bremen, Ernst llamó al departamento de aduanas y advirtió de que en ese buque había un paquete con material ilegal que se intentaba hacer entrar de contrabando en el país. La intención del abogado era que los funcionarios interceptasen el paquete, vieran su contenido e iniciasen el procedimiento por importación ilegal de materiales obscenos. Sin embargo, unos días más tarde, el atado que contenía Ulises llegó intacto a las oficinas de Random House. Indignado, Ernst agarró el paquete, se dirigió a las oficinas de aduanas, pidió que fuera abierto y exigió que se diera inicio a una causa judicial.

Desde el momento en el que el juez John M. Woolsey fue designado para estudiar el caso, Random House encargó a Ernst Reich que empezase a trabajar en la composición del libro, sin importar que la sentencia pudiera ser desfavorable. Lo relevante era que, nada más conocerse el veredicto, se pudiera empezar a imprimir el libro, al que se añadió al final la sentencia absolutoria para que, en caso de futuros procedimientos, esa decisión judicial también pudiera ser tenida en cuenta como prueba. «La sentencia sobre Ulises reconoció que incluso el material sexualmente explícito merecía protección legal si también era artísticamente significativo», comenta Birmingham.

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