Nacho Guerreros se ha labrado una carrera de fondo en sus 30 años como actor. Ahora descansa después de hablar en círculo con el alumnado que ha asistido al curso de teatro impartido por Zenit Studio. Preferiría tener un poco más de tiempo para visitar la isla, pero no deja de trabajar ni de cumplir compromisos. Popular por la serie La que se avecina, trae la obra de teatro Juguetes rotos a Ingenio como único cita en la isla dentro del Programa Estatal de Circulación de Espectáculos de Artes Escénicas el viernes 18 a las 20.30 en el Centro Cultural Federico García Lorca. Encarnará a Mario, un joven que abandona su pueblo y conoce a Dorin, una mujer transexual que le abre los ojos sobre su propia identidad en la España de la década de los 50.  

Después de un tiempo tan convulso, volvieron a las tablas y traen Juguetes rotos a Ingenio. ¿Cómo lo han llevado?

La gira, afortunadamente, se retomó después de la pandemia muy bien. Llevamos bastante tiempo con esta obra y esta es la primera vez aquí, en Gran Canaria. Venimos con la ilusión de traer algo que no se ha visto antes: una obra en la que confío plenamente porque llevo cuatro años representándola y de la que estoy muy orgulloso.

¿De qué forma ha evolucionado el personaje de Mario?

Todos los personajes evolucionan de la misma forma que uno lo hace en la vida. Aunque los personajes son ficción, tienden a crecer a fuerza de repetirse. Si viéramos la primera vez que la representamos y ahora, hay cosas completamente diferentes, no solo de los personajes sino de la forma. Ha ido a mejor y tiene un peso que antes no tenía.

Justamente en una época en la que se vuelven a cuestionar estos derechos civiles, ¿cuál es la percepción del público?

En todos los lugares a los que hemos ido, tanto dentro como fuera de España, se ha recibido muy bien, ya que está tratado con un respeto absoluto por estas personas y las demás. Estamos descubriendo a Mario en el tránsito a su felicidad. Su felicidad es vivir siendo una mujer en una época en la que estaba penalizado, prohibido, cuando te encarcelaban o te daban una paliza. Afortunadamente, vivimos de otra forma. 

Aunque siga habiendo una réplica a la diversidad.

Lo diferente siempre molesta. No nos hemos acostumbrado a que el mundo no es nuestro, sino de muchas personas. Un ciudadano puede disponer de su mente, de su cuerpo y de su forma de vestir como le dé la realísima gana.

El punto de no retorno

¿Qué hacer cuando el otro no nos deja mostrarnos como queremos, como dice en la obra?

A mí me preocupa el que yo esté feliz. Allá cada cuál. El problema es de ellos, no es mío. No me siento juzgado. Voy a mi aire en todos los aspectos de mi vida. Me acuerdo cuando dije que quería ser actor, a veces tenía esas miradas inquisitorias sobre mí porque les parecía algo imposible. Pero como soy una persona terca y me empeño en conseguir lo que quiero pues, hasta que no lo conseguí, no paré, ni voy a parar. Solo estamos aquí una vez, eso es también una frase de Juguetes rotos

¿Los juguetes rotos se pueden reparar por completo o hay un punto de no retorno?

Hay un punto de no retorno. Cuando preparábamos esta obra, hablamos con la Fundación 26 De Diciembre que trabaja con personas transexuales de más edad. Ellas empezaron durante la Transición española su transición. Tuvieron muchísimas dificultades a nivel de empleo y marginación y hubo muchos juguetes rotos... Muchos más de los que la gente cree. Fueron repudiadas hasta por sus propias familias y, después, al morir, nadie las echa en falta. Así que quedan totalmente ocultas. La sociedad les hizo la vida imposible y ellas mismas fueron un poco las culpables de desaprecer puesto que se autodestruyeron al no haber otra posibilidad. No había ninguna salida más allá de la prostitución o el cabaret. No tuvieron un final feliz. 

El tránsito del pueblo a la ciudad refleja la libertad en multitud de piezas. ¿Qué ocurrirá ahora con las generaciones jóvenes que retornan?

Todo ha cambiado, aunque uno se siente más libre y pasa mucho más desapercibido en una ciudad que en un pueblo pequeño. No obstante, ha habido una apertura y, a pesar del camino que nos queda, las leyes han impedido que personas transexuales como Mario o Dorín acaben muertas. En nuestro país ya no hay campos de concentración donde encerrar a las personas que resultan molestas. Avergonzaban a las gentes decentes, ¿qué es ser decente? En eso sí que hemos evolucionado.

¿Las redes sociales?

El cobarde es el que se esconde. Es muy fácil insultar por una red social. A mí me costó, pero no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Se bloquea y ya está. 

¿Prefiere ser actor o productor?

Me gusta mucho ser productor, pero mi vocación es ser actor. Ya lo era cuando nací; y lo de productor fue un añadido ante las ofertas teatrales que no llegaban. Gracias a la serie no la hubiera podido tener la estabilidad económica y una visibilidad muy grande para hacer mi productora, comprar mi casa, y así gestionar mis propios proyectos y cogestionar los que resulten interesantes.

Sobre la popularidad de la serie, ¿la disfruta o prefiere mantenerse al margen?

No me quiero mantener al margen. La que se avecina es fundamental en mi carrera, aunque me considero un actor de teatro más que de televisión o de cine. Esta serie fue mi espaldazaro definitivo hacia el gran público y yo soy muy feliz en ella. Me ha dado todo lo que tengo profesionalmente y, si no me echan, ahí seguiré. 

La lotería que nunca fue

Estás en un momento muy dulce. ¿De aquella lotería…?

Lo de la lotería se ha contado tan mal. Parece ser que yo pude comprar mi oficio con ese dinero. Llevaba diez años en Madrid, había hecho mis cosas como intérprete, había estudiado, y esa lotería me sirvió para pedirle un préstamo a mi padre para comprar los derechos de una obra de teatro que me interesaba, pero yo no me convertí en actor por la lotería. Además, intento desmentirlo cada Navidad, ya que cada vez se cuenta peor. Ya tengo preparado otro vídeo para desmentirlo. 

Tiene una leyenda negra.

Con dinero no se puede comprar un oficio. Es imposible. 

¿Qué le recomienda a los futuros intérpretes?

Soy bastante realista. Hay muchísimo enchufismo, entrusismo, dedazo o imposición de repartos en las cadenas de televisión que producen en el cine. Es un poco lo que pasa en el país: el dedazo está a la orden del día. Pero, cuando se tiene la conciencia tranquila y se ha trabajado siempre sin dar palmaditas a nadie, es más gratificante. A ellos, les recomiendo que trabajen, que salgan fuera y, si esta es tu vocación es imposible que la abandones. 

En cuanto al Estatuto del Artista, ¿qué opina?

A ver si se aprueba. Todo el mundo tiene unos estatutos y nos faltan los nuestros. Los artistas tenemos una labor muy importante: entretener a la gente. A mí me para algo muy bonito: mucha gente por la calle y me dice que les he salvado de una depresión o que están solas y se olvidan cuando nos ven. Ese es el mejor premio que te pueden dar: el cariño. 

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¿Un deseo por cumplir?

Muchos. Los personales me los  guardo. Sobre los profesionales, me gustaría, que ya lo estoy haciendo, ser actor internacional, tanto en México como en Francia y continuar mi carrera en España.