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Cómic

Los personajes de Miguel Gallardo: pasaporte a la inmortalidad

El fallecido autor ilustra la evolución del cómic español en los últimos 40 años

El Niñato, Perro Nick, Makoki y el Buitre Buitaker.

Miguel Ángel Gallardo Paredes, de nombre artístico Miguel Gallardo, fallecido el lunes a los 66 años, no solo fue, junto a Max, este ojalá por muchos años en presente, el autor que mejor ilustra la evolución del cómic español de las últimas cuatro décadas, sino también un sólido eslabón con el pasado de la historieta, de la escuela Bruguera a los clásicos estadounidense (el Popeye de Carl Segar o el Little Nemo de Windsor McCay, por ejemplo). Le rendimos homenaje a través de una galería de personajes y álbumes imbatible.

Makoki, ídolo de masas marginales

O cómo un tipo que monta un motín y se fuga del frenopático en nueve viñetas electrocutadas ('Revuelta en el frenopático', historieta publicada en 'Disco Expres' en 1977); que se fuga además con un casquete del que cuelgan electrodos soldado al coco, termina inspirando una canción de Paraíso ("Makoki, Makoki, Makoki es cojonudo / el enemigo público número uno"), dando nombre a una bandera de la Legión y a bares calaveras de pueblo, tatuado en cuerpos y resonando en el rock radical vasco. La respuesta no es tan complicada: las aventuras de Makoki y compañía fueron la cara B y salvaje del 'underground' intelectual de la transición y preconizaron sin saberlo ni quererlo el advenimiento del punk. Viejos grifotas, exlegionarios, pintillas de barrio y punks en ciernes, todo un estrato inferior al rollo 'marginal' oficial y finalmente vencedor, se vieron ahí representados, en buena medida gracias al oído de espía ruso del guionista Juan Mediavilla para el habla callejera. Un documento absolutamente esencial de la transición española es la saga de Makoki.

Experimentos 'pulp art' con el Niñato

De 'la basca' o pandilla de piltrafas del arroyo de Makoki se emanciparon dos personajes: Tío Emo, un psicópata en toda regla, más adictivo que el Begbie de Irvine Welsh, y el Niñato, que es el que ahora nos interesa. En las historietas de este personaje empezó Gallardo a dar rienda suelta a su arsenal de referencias visuales, del expresionismo alemán a Bruguera, pasando por dibujos animados, Little Nemo, el Krazy Cat de George Herriman, la psicodelia, la serie B de marcianos y lo que hiciera falta. Décadas después se etiquetaría como surrealismo pop lo que hizo Gallardo por pura intuición. Pepito Magefesa, Perico Carambola o Perro Nick (reeditado por La Cúpula) irían después en la misma línea 'pulp art'.

Buitre Buitaker, un primer y raro 'yo' del autor

Ave rapaz fascista, filósofa y 'bon vivant' que vive en lo alto del monumento de Colón. Extra en la saga Makoki, Gallardo le prestó más adelante rasgos de su fisonomía y no cuesta ubicarlo como álter ego del autor, excepto en lo que respecta a ideología.

'Un largo silencio': la memoria del padre

Aquí se puso serio. Publicó 'Un largo silencio' (Astiberri) en 1997, cuando en este país "se seguía pasando de puntillas sobre la memoria histórica de la Guerra Civil", afirmó. En él rindió homenaje a su padre, Francisco Gallardo Sarmiento, quien moría meses después de ver el cómic en librerías, tras sobrevivir a una infancia más que humilde en su Linares natal, a una orfandad prematura, a las bombas, los frentes del Ebro y de Teruel, el hambre y los campos de concentración en el exilio del sur de Francia, y el miedo a ser fusilado por republicano al volver a la España de Franco. Inspirándose en la idea del ‘Maus’ de Art Spiegelman, Gallardo hijo recogió sus escritos y los intercaló con sus viñetas en este libro en el que daba así voz a su progenitor, que guardó silencio durante los 40 años de dictadura. Fue el dibujante pionero en el tipo de obra, y de cómic en particular, que rescataba las experiencias personales de republicanos, ·pequeños momentos de historia que se pierden a medida que la gente que los vivió va muriendo", decía, avanzándose en un camino que pronto transitarían con éxito autores como Antonio Altarriba (‘El arte de volar’), Jaime Martín (‘Jamás tendré 20 años’) o Paco Roca (‘Regreso al Edén’), por citar solo algunos.

'María y yo': el autismo aceptado

Unas vacaciones en Canarias con su hija María no habrían tenido probablemente más trascendencia si no fuera porque ella nació con autismo. Gallardo relató su día a día con ella en el seminal ‘María y yo’ (Astiberri), un hito junto a ‘Arrugas’ -donde Paco Roca se acercaba al mundo del alzhéimer-, que sacó este trastorno del armario social. "Salimos a la par, cada uno con su historia, y de pronto la prensa descubrió que se podía hablar de cómic más allá de decir 'Superman ha muerto' y que el cómic podía tratar temas importantes, de la vida real y con sensibilidad", contaba el dibujante catalán. A ‘María y yo’, traducido a más de 10 lenguas, le seguiría el documental homónimo (2010) de Félix Fernández de Castro y, tiempo después, el álbum ‘María cumple 20 años’, donde Gallardo recuperaba la vida de María a esa edad. Lo explicaba en viñetas con las premisas que luego se aplicaría a sí mismo ante la enfermedad y la muerte, la naturalidad, el humor y la ausencia de sensiblería. “No quiero dramatismo ni pena ni compasión. Mi vida es dolorosa porque tengo a María, pero quería expresar que a pesar de todas sus dificultades ella es una campeona y tira adelante como una moto”. Como su padre, a quien lo que más preocupaba era qué sería de María si un día faltaban él y su madre. De ella decía Gallardo que es "un ser imprevisible y especial que te puede rendir en una sonrisa".

'Algo extraño me pasó camino de casa': enfrentándose a un tumor cerebral

El cómic que no debería haber existido jamás. Dibujado "sin melodramas", recalca, cuenta cómo a principios de 2020 le diagnosticaron un tumor cerebral, un "boniato despreciable" que le creció "en la azotea", como lo bautizó él mismo haciendo gala de su particular humor. Viñeta a viñeta relata cómo ingresó en el hospital, cómo se lo extirparon y cómo volvía a casa en pleno confinamiento para empezar el tratamiento contra el cáncer. Para Gallardo fue como vivir "en un guion de ciencia ficción de los malos". "Cuando desperté de la operación, para huir del miedo, la muerte era una amiga, casi la deseé para escapar de todo aquello, igual que un niño llama a su madre, buscas alguien que te dé la mano y te saque de ahí -confesaba a este diario-. Como con la pandemia, vemos que no podemos decidir sobre nuestras vidas". "Los miedos siguen ahí. Cada día es nuevo. Igual que con el coronavirus, que intentamos recuperar una normalidad que no existe. No te puedes permitir el pasado porque todo es nuevo. Yo me obligué a recuperar mi curiosidad natural por ver cómo serán los próximos años y el apetito por la vida", se sinceraba entonces quien siempre tenía un pensamiento positivo, una broma, una forma animosa de afrontar lo malo. Él intentó ir "'p'alante', siempre 'p'alante'", como le había enseñado su padre. Y lo hizo como mejor sabía, dibujando. Póstumo será su último cómic, que firma con su esposa Karin, y llegará a librerías el 10 de marzo en Astiberri, ‘El gran libro de los perros’. En él, sin perder el humor, cuenta cómo en 2019 adoptaron a su perrita Cala, que había sido abandonada, y cómo eso les cambió la vida. "En el hospital, lo primero que hice tras la operación fue levantarme y ver si había perdido movilidad y lo más valioso para mí, la capacidad de dibujar". Seguía ahí. Como toda su obra.

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