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El artista canario Capi Cabrera cristaliza el rastro de Canarias

El artista se ha sumido en un viaje interno a lo largo de estos dos últimos años en el que ha supeditado su cuerpo a la pintura

El artista canario Capi Cabrera.

Capi Cabrera (Las Palmas de Gran Canaria, 1983) regresa al Archipiélago e inspecciona cuáles son los colores que identifican el interior de su barranco, de sus árboles, de su arena, es decir, que rinden homenaje a su esencia. A través de un movimiento único, reúne en veinte piezas de tela y papel la trasposición de su investigación creativa, inspirada por el expresionismo abstracto, al pincel, cuyo trazo es casi una danza gestual.

Capi Cabrera busca la paleta de colores de su tierra. El artista se ha sumido en un viaje interno a lo largo de estos dos últimos años en el que ha supeditado su cuerpo a la pintura. Ahora, la expresión está a la vista en la muestra Paso del viento. La cristalización de este movimiento podrá contemplarse en la Llamazares Galería a partir de hoy, 4 de marzo, en Gijón, después de que debutara por primera vez en solitario hace cuatro años en el mismo espacio. En esta ocasión, veintidós obras son las que acompañan al canario en este tránsito donde el color está rematado por el acetato, el metacrilato o el caucho artificial.  

El artista volvió a las Islas después de una década. El vínculo con Valencia es estrecho tras haber estudiado allí y su mirada se amplió en Miami, Portugal u otras ciudades europeas. La lejanía, de repente, lo devolvió. «El proyecto tiene que ver con este recorrido, hacía tiempo que no me sentía parte de ningún lugar, por lo que ahora estoy conectando con el momento presente y de forma muy genuina con esta identidad e idiosincrasia canaria», indica. El resultado es un trabajo de madurez, reflexiona, al que accedió a través de la fotografía, donde encontró la paleta de colores que representaba al Archipiélago y no están atados a una bandera.  

'Sopita y pon I', obra del artista Capi Cabrera. Capi Cabrera

Un gesto único

«Esta exposición es la conclusión física de lo vivido y experimentado en ese momento», acierta. El trazo continuo de su brazo lo hace viajar hasta los rojos de César Manrique y el negro de Manolo Millares, quienes se abstrayeron en su obra pictórica de lo canónico y obtuvieron durante sus procesos introspectivos una reinterpretación del territorio. En su caso, los brochazos monocromáticos reflejan los cuatro elementos y sus energías en profundos azules, ocres y verdes que viajan por los barrancos y la flora. Pero no es un paisaje, sino el estudio de un lenguaje en el que van asomando lugares comunes. 

Detalle de la obra ‘Guayadeque’. Capi Cabrera

Los títulos dan una pista del rastro, ya sean las paredes peladas de Guayadeque, las mareas que atravesaba en Patalavaca y Arguineguín o la canción que le cantaba su madre «sopita y pon en esta olita me baño yo». Entonces, la pincelada se convierte en protagonista y la brocha, como una extensión de su cuerpo, «se transforma en gestualidad». Antes estaba decidido a dirigirse a la pintura no referencial y sin ataduras, pero la reflexión posterior ha conseguido unir las piezas en un concepto.

Aun guarda el gesto, enmarcado en la vertiente filosófica, como una acción rápida y tensa. Lo contempla como un testimonio ajeno y honesto, «cuando pinto no pienso en la muerte y esto tiene que ver con una especie de congelación del tiempo». El estudio de los procesos es el punto de anclaje que lo hecho experimentar a lo largo de estos años y que, por fin, da a esta conclusión que descontextualiza Canarias y, a su vez, la retiene tal y como es.   

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