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CRÍTICA

Neuburger y Debussy, lejos de las bombas

Cuando el público iniciaba la salida del recital del pianista francés Jean-Frederic Neuburger se oyó un vozarrón en el Paraninfo: ¡¡NO A LA GUERRA!!, el acorde perfecto que todos compartimos.

Era el día en que los principales teatros y auditorios del mundo empezaban a cancelar sus compromisos con el maestro Valery Gergiev, tan admirado en Canarias y ahora repudiado no por ruso sino por su íntima amistad con Putin, que puso en sus manos los principales efectivos musicales de Moscú y San Petersburgo, además de apadrinar su gran carrera exterior como paradigma de una dictadura que ahora desvela en Ucrania su faceta asesina.

La Sociedad Filarmónica inició en el Paraninfo universitario como idónea sede permanente, la segunda parte de la temporada conmemorativa de un hito único en España: el de 175 años de actividad ininterrumpida.

Contratado a los pocos días de la cancelación de un colega, lució Neuburger un pianismo comprometido y serio, en dos bloques consecutivos y muy representativos de París: apertura con Chopin y cierre con Debussy.

El primero, bien ejecutado, me pareció en la expresión un poco gris y bastante impersonal. Momentos creativos tan diferentes como la Polonesa-Fantasía Op.61, dos Nocturnos (primero y segundo) de la OP.27 y el primer Impromptu de la Op, 29 precisan de un pensamiento diferenciado pero, sobre todo, un contenido emocional muy claro.

Después de muchas décadas de un chopinismo quizás sobreexpresado, no parece idóneo cruzar la frontera y hacerlo inexpresivo. Con técnica, sí, muy completa, pero una musicalidad reprimida. Lo más atractivo de este bloque fue el Impromptu, por la alegría y la lúdica neutralidad de su forma y propósito.

Los «bravos» del público sonaron tras la ejecución de la parte debussyana, totalmente satisfactoria. En el teclado y los pedales propuso Neuburger un código extraordinario: el del toucher idóneo para conseguir el dialecto en el que se cruzan las imágenes del mundo real con las oníricas.

Precisamente las seis piezas interpretadas pertenecen a los dos cuadernos de Imágenes del genial autor francés. El flou pulsativo y ei admirable legato junto al juego de pedal en las fusiones de la armonía estuvieron al servicio de un lenguaje único: juego y placer, con sugerencias de humor, trabaron el sonido idóneo de las seis piezas escritas para el placer, flotantes unas en el aire y otras muy concretamente apegadas a la tierra.

Los Peces de oro y el Homenaje a Rameau sobresalieron en un conjunto excelentemente interpretado. En definitiva, ¡¡NO A LA GUERRA!!

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