La Provincia - Diario de Las Palmas

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Oliver Burkeman Periodista y escritor

«No hay nada malo en aprender a perder el tiempo»

Oliver Burkeman (1975, Reino Unido) acaba de publicar ‘Cuatro mil semanas. Gestión del tiempo para los mortales’. La Provincia

Cada siete días escribe una columna en The Guardian con contenidos psicológicos que es devorada por los lectores con la misma facilidad con la que se consumen actualmente en los cinco continentes las páginas de Cuatro mil Semanas. Gestión del tiempo para los mortales, su última aventura en las librerías.

¿Cuatro mil semanas de media en este mundo no parece una cifra demasiado alta?

Algunas personas están bastante menos [silencio]. Este título ha generado respuestas enfrentadas. La mayoría considera que es poco tiempo, pero eso depende del momento de la vida en el que esté cada uno/a. Sinceramente, tenía miedo a la reacción de los mayores pero se lo han tomado de una manera amable y divertida... Es cierto que muchos creen que ya están disfrutando de un tiempo adicional más allá de esas cuatro mil semanas en la Tierra.

¿Reconocerá que es una cifra que acongoja?

¿Acongoja?

Sí, que destila miedo...

...parece un tiempo sorprendentemente corto. Demasiado limitado si lo analizamos con la frialdad con la que se deben interpretar los números.

¿El tiempo es una de las pocas cosas indomables?

Sí que lo es... Luchar contra él es un sinónimo de fracaso. Los humanos hemos intentado dominarlo y siempre perdimos esta batalla. Lo más próximo que nos hemos quedado de esa conquista solo ha servido para generar una falta seguridad o ilusión pasajera.

«A las personas que son gandulas la vida les acaba pasando factura tarde o temprano»

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¿Pero podemos intentar controlarlo?

Eso sí que se puede entrenar. Mi familia, por ejemplo, siempre le ha dado gran importancia al control del tiempo, es decir, que ellos son de los que llegan a un aeropuerto tres horas antes de que despegue el avión. Con suerte eso te va a servir para no perder el vuelo, pero si hay retrasos qué utilidad tiene presentarte en una terminal con 180 minutos de antelación.

Por supuesto, lo de recurrir a una bola de cristal para predecir el futuro se lo dejamos a Steven Spielberg, Boris Johnson o Bill Gates, ¿no?

[sonríe] Conocer lo que va a ocurrir en un rato al cien por cien es como una de esas asignaturas que sabes que nunca vas a aprobar... Por mucho que trates de anticiparte al futuro siempre habrá una oportunidad para que te caiga un piano en la cabeza. Además, intentar controlar lo que sucederá en breve genera ansiedad y estrés.

¿Cuáles son las claves de esta nueva publicación?

Las limitaciones que nos impone el tiempo y, sobre todo, conocer que no es algo infinito.

¿Al final va a ser verdad aquello de que «el tiempo es oro»?

Es lo más valioso de nuestras vidas. Por eso hacer de cada momento algo especial o distinto es el mayor reto al que se enfrenta un humano desde que nace. No hay nada malo en aprender a perder el tiempo. En serio, desconectar es bueno y algo que nos va a agradecer nuestro sistema inmunológico.

¿Hay una fórmula para eso?

En este mundo hay fórmulas para casi todo, incluso, para aprender a perder el tiempo de una manera racional. Eso sí, no hay que confundir abrir esos paréntesis emocionales con hacer el vago. A los gandules la vida les acaba pasando factura tarde o temprano.

Ahí caminamos sobre una delgada línea roja, ¿no?

Aprender a perder el tiempo es lograr algo que tiene un valor por sí mismo, no por lo que viene después. Aquí no vale eso de voy a descansar esta tarde porque lo que me espera mañana en la oficina es muy duro. Lo que intento explicar es no hay que esperar una gratificación o justificarse por querer perder algo de tiempo. En mi caso, por ejemplo, suelo a practicar algo de senderismo en Yorkshire [condado de casi cinco millones de personas que está al norte del Inglaterra]. Hacer esas caminatas es bueno para mi salud aeróbica, pero no lo hago por esa razón. Eso no significa que planifique otras sesiones en las que el objetivo sí es mantenerme en forma, pero eso no es perder el tiempo. Escribir tampoco lo es porque sé que esa columna la acabarán leyendo mis lectores, pero encerrarme solo en el cuarto y tocar el teclado, que es algo que hago de vez en cuando, sí que entra en esa categoría porque mis conocimientos son limitados y sé que jamás voy a tocar en un grupo... ¿Qué hay de malo querer perder algo de tiempo sin la obligación de hacer música?

«Es importante saber el momento en el que debes parar. No rendirse, pero sí cambiar un objetivo»

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¿La pandemia ha cambiado la visión que tenemos de nuestro espacio?

Conozco a mucha gente que tras experimentar lo del teletrabajo decidió dedicarse a otra cosa [vuelve a reír]. En la oficina hay unos límites que han saltado por los aires en cuanto nos llevamos el trabajo a casa. Casi todos tenemos ese puntito de egoísmo que nos lleva a pensar que lo nuestro es lo más importante y, por lo tanto, no sabemos medir los pasos que damos al querer resolver un conflicto lo antes posible. En realidad, eso ocurre porque nos sentimos atascados por lo rápido que se mueven las cosas a nuestro alrededor. Si ponemos la pausa, revisamos lo que hemos hecho mal e identificamos una posible salida tendremos una oportunidad para seguir adelante, pero eso no lo sabe hacer todo el mundo.

¿Y qué sucede cuando te das cuenta que esto se acaba?

Es importante saber el momento en el que debes parar. No rendirse, pero sí cambiar un objetivo que ya no vas a poder conseguir porque te has quedado sin tiempo.

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