«Nosotros, valientemente, como lo hemos sido siempre, creemos llegada la hora de que las mujeres estén en condiciones honorables frente a la vida,sin esperar como juguetes de escaparate a que llegue un comprador,que no sea tal vez el que ellas desearan que fuese.

Nosotros no queremos que la mujer esté nunca en ridículo, pero deseamos para ella la felicidad que solo puede conquistarse cuando se es dueño de los propios destinos».

Extracto de Con el tiempo han de cambiar las costumbres. Al volar, de Mercedes Pinto



Cuando Mercedes Pinto franqueó la puerta de la Universidad Central de Madrid en 1923, abrió otra puerta en América Latina en 1981. Esto sucedió en el mismo día, pero -parafraseando al poeta Ángel González- jamás en el mismo tiempo, porque la escritora tinerfeña había fallecido en 1976 en Ciudad de México, con 93 años, y sin embargo, el mismo azar que condujo sus pasos al umbral de una España moderna un 25 de noviembre quiso que esa misma fecha, casi 60 años más tarde, su tierra de acogida diese el primer paso para conmemorar el Día Internacional contra la Violencia Machista. 

Porque cuando Mercedes Pinto pronunció su conferencia El divorcio como medida higiénica ante un abarrotado público que soñaba con amaneceres en silencio, la fuerza de su voz en la década oscura de Primo de Rivera la condenó a la puerta trasera del exilio.

Luego, cuando el movimiento feminista latinoamericano inició la lucha global contra la violencia estructural hacia las mujeres, por fin se hizo de día en el resto del mundo. En España, allí donde la escritora hizo las maletas con rumbo a Uruguay tras dar portazo a las cadenas de Él, se reinstauraba la Ley del Divorcio precisamente en 1981, aunque con supuestos menos modernos que los que enunciara Pinto. 

Fue en 1999 cuando el mundo entero se unió a la convocatoria anual por los derechos de las mujeres y un mundo libre de violencias. Y ese mismo año, en el filo del mismo siglo que franqueó Mercedes Pinto en el ocaso del XIX apodada como la «poetisa canaria», se abrió camino entre la niebla del silencio al que la historia condena los pasos de las mujeres la catedrática, investigadora y escritora Alicia Llarena, para acometer una labor titánica y minuciosa de recuperación, edición y divulgación del inmenso legado de Mercedes Pinto.

Después de rescatar y difundir sus novelas, poemas, obras de teatro, conferencias, ediciones monográficas y homenajes a lo largo de los últimos 20 años, Alicia Llarena, de la mano de la editorial Renacimiento, alumbra por primera vez la vertiente periodística de Mercedes Pinto con la compilación de sus artículos bajo el título Al volar (Editorial Renacimiento, 2022), como si la autora hubiese cosido alas a sus ideas feministas y modernas para que volasen hasta nuestros días, ya que, a las puertas del primer siglo desde aquella conferencia de 1923, Mercedes Pinto sigue hablándole a este tiempo, todos los días, contra todas las puertas.

Se titula Al volar, porque así se denominaba su sección en el suplemento del diario El País de La Habana, que publicó entre 1950 y 1951 a instancias del ex presidente de Cuba Fulgencio Batista, aunque su vínculo con el periodismo se retrotrae a su adolescencia, cuando los diarios de Santa Cruz de Tenerife, sobre todo, La Gaceta de Tenerife, le abrieron las puertas a sus primeros versos y composiciones en prosa. Aquellos primeros vuelos se enredaban y parapetaban entre los barrotes de su primer matrimonio con el capitán de la marina Juan de Foronda, quien sufría de paranoia e infligió graves episodios de violencia contra Mercedes y sus hijos, que la autora relata en su novela Él (1926), con hiriente lucidez y franqueza: «Después de estas horas sedantes, volvía a envolverme el negro capuz de mi vida diaria, con su corte de injusticias, de sadismos y horrores. Volvían a sentirse mis miembros sujetos por solo una orden de Él: mi lengua paralizada ante su voz; mis ojos velados por sus miradas recelosas; y mi juventud y mi salud y mi inteligencia semejaban una planta lozana, ligada y sujeta por una trama tupida de tela de araña...».

Esta novela fundamental, que Luis Buñuel trasladó a la gran pantalla en 1952 y Valeria Sarmiento en 1995, resulta crucial para reconstruir los caminos que llevaron a Mercedes Pinto a la Universidad Central de Madrid para enarbolar su valiente discurso, y luego al destierro en Uruguay y México contra el exilio de sí misma, para seguir escribiendo en novelas y periódicos, y ensanchar ese imaginario de feminismo y libertad que seguimos reescribiendo en el presente.  

Aunque sus expresiones y estilismos se enraizan en las formas del lenguaje de la época -que Llarena moderniza y actualiza en su edición-, las columnas de Mercedes Pinto debieron de relumbrar como un fogonazo en plena noche del mediosiglo, porque su ideario y compromiso con el feminismo más pionero, pero también con el valor de la educación, la cultura, los cuidados, la tolerancia y la solidaridad sin fronteras, reverberan en las conversaciones y debates contemporáneos con una vigencia asombrosa. 

En concreto, las cuestiones que interpelan al sistema patriarcal desde las corrientes feministas actuales, como la desigualdad laboral y salarial, la deconstrucción del mito del amor romántico, la libertad de decisión sobre nuestros cuerpos y rumbos, los prejuicios y estigmas sobre la sexualidad femenina o el reparto de los cuidados ya restallaban en las columnas de Pinto, que entretejen un tono directo, asertivo y rotundo con un prisma particularmente personal, en primera persona. «¡Una educación general sobre estos asuntos, comenzando por la escuela y extendiéndola a los hombres, podría ayudar a saber de una vez por todas que nadie tiene derechos sobre el pensamiento ni el corazón ajenos, y que habiendo terminado las épocas de esclavitud, sea considerado como salvaje y castigado con rigor todo aquel que continúe considerando como de exclusividad propia al ser humano, cualquiera que sea el parentesco o la promesa entre ellos establecida!», escribe en la columna Querer a la fuerza.

Incluso, su lugar en el periódico le posibilitaba ejercer una férrea autocrítica y exigir una mayor implicación en el tratamiento de informaciones sobre los casos de violencia y asesinatos machistas, donde argumentaba la urgencia de horadar hasta la raíz de esta lacra y promover una educación social con perspectiva de género. «Casi todos los días hay que lamentar crímenes de los llamados pasionales y que son en suma producto de la bestialidad puesta de acuerdo con la costumbre (…) Sobre esto nadie habla ni se organizan encuestas educacionales, a lo que se hace merecedor este estado de cosas. La prensa se conforma muchas veces con decir que El criminal obró impulsado por los celos, y nadie habla más de cosas que llegan a constituir un verdadero peligro social». 

En aquel contexto de invisibilización y silenciamiento sistémico de la voz de las mujeres en el debate social de mediados del siglo XX, Mercedes Pinto se erige en precursora de las múltiples referentes feministas que, a día de hoy, se adueñan de un lugar propio en los medios de comunicación, como Inés Hernand, Nerea Pérez de las Heras, Henar Álvarez, Victoria Martín o Carolina Iglesias, entre muchas otras, que brindan un altavoz a las situaciones de discriminación y machismo, sin filtros ni dedales, contra las mismas convenciones que denunciaba la autora de Al volar.

Por otra parte, uno de los rasgos distintivos de Mercedes Pinto reside en su gran personalidad literaria (Yo soy la novela, reza el título de la primera investigación de Alicia Llarena sobre su vida y obra, Premio de Investigación Canarias-América 2001), no ya por su trayectoria vital casi novelesca, sino por su enorme talento para la palabra, para los firmamentos y cabriolas del lenguaje que cristaliza esta urdimbre de ideas pioneras, consciente de su potencial de trascendencia. 

«La palabra es un don inapreciable que guarda en sí el poder infinito», arranca la primera columna de Al volar. «Las revoluciones, las guerras, las órdenes dictatoriales más crueles e inauditas se han cumplido merced a la palabra». Además, se trata de un abordaje literario que transparenta sus propios sentimientos y vivencias, porque sus líneas revelan numerosos detalles de su fascinante biografía, con reminiscencias de Canarias, de las olas saladas de la nostalgia y el desarraigo, pero también destila el compromiso íntimo de no claudicar jamás en su lucha contra una inercia social cimentada en la brecha. Y por supuesto, como cualquier forma de periodismo que se ejerce con vocación literaria, sus textos recrean la atmósfera y el ambiente artístico de la época, y de los distintos personajes que descubría en los espacios que frecuentaba, desde Buñuel o Xavier Villaurrutia a los pasos de baile de Lola Flores.

Como primera piedra de ese ambicioso edificio de letras que albergará la Biblioteca Mercedes Pinto, bajo la dirección de Alicia Llarena, Al volar constituye un viaje al centro de la escritora por los distintos carriles de su pensamiento, pero también un ejercicio de memoria por las estaciones de su historia para apearse en el ahora con el corazón más ancho. Y es, además, un homenaje a una escritora con nombre propio, que conjugaba su apellido en primera persona porque pintó horizontes más justos y no tembló a la hora de cuestionar el relato, escribir uno nuevo, abrirnos camino en los renglones de la libertad.

El primer vuelo en la Casa de Colón 

La Casa de Colón acoge la puesta de largo de Al volar (Editorial Renacimiento, 2022), el primer volumen de las diez publicaciones que englobará la primera Biblioteca Mercedes Pinto, el ambicioso proyecto editorial dirigido por la catedrática, investigadora y escritora Alicia Llarena, especialista en la vida y obra de Mercedes Pinto.

La presentación tendrá lugar el próximo miércoles 16 de marzo, a las 19.30 horas, y la entrada es libre y gratuita, con inscripción previa en el enlace web: www.casadecolon.com/actividades. 

El encuentro estará presidido por la propia Llarena, en calidad de editora del libro, junto con Josefa Molina, escritora, periodista y gestora cultural; y Belén González, profesora de Filología Hispánica de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). La Biblioteca Mercedes Pinto es la primera gran compilación de la obra de la escritora, periodista y oradora tinerfeña, cuya figura ha sido rescatada y reivindicada en los últimos 20 años, en gran medida, gracias a la titánica labor de investigación impulsada por Alicia Llarena.