En el plano canoro, esta producción de la ópera bufa de Donizetti es posiblemente la mejor de las seis programadas por ACO hasta ahora. Además, con ella debuta en el foso un joven director grancanario, Rafael Sánchez Araña, muy dotado para la concertación orquesta-escena y para la sonoridad requerida por el carácter de la acción. Dos puntos muy importantes en la lírica. El celo en la evitación de desajustes y en la planificación de los volúmenes del foso son virtudes que estimulan la seguridad vocal de los cantantes y la expresiva vivacidad del movimiento en escena. En esa inteligencia, cabe calificar de muy buena la prestación de un grupo reducido de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. El deleite del público se hizo evidente en la funcion de dos partes con un solo intermedio (¡por fin!) de 15 minutos.

Magnífica soprano lírico-ligera, Claudia Pavone rindió a tope, con dominio pleno de la vocalidad y la teatralidad de la encantadora ‘Norina’. Segura en todo el registro, con juventud, encanto y fácil agudo sostenido sin tembleques, compuso el personaje con el desparpajo requerido y la calidad de emisión que exige el lenguaje de Donizetti, sea en sus títulos bufos como en los dramáticos. Muestra del estilo escenográfico es el hecho de cantar su gran aria Quel guardo, il cavaliere metida en una bañera rebosante de espuma, como en las películas frívolas. Un rasgo de buen humor.

El bajo-barítono balear Simón Orfila compone el personaje titular con la voz y el físico idóneos para un añoso ricacho enamorado, que intenta ‘comprar’ a la joven ‘Norina’ sin sospechar que es víctima de un engaño. Voz madura y sonora, gran presencia escénica y comicidad sin bufonería son los rasgos de esta afortunada composición escénica.

El tenor lírico Paolo Fanale hace un ‘Ennio’ juvenil muy eficaz en el juego solístico, los amorosos duetos y los concertantes. Tuvo la mala suerte de no colocar bien el sobreagudo final de su primera aria, pero en el resto de la parte demostró un timbre muy grato y un vivaz juego escénico.

El baritenor Gabriel Bermúdez, ‘Malatesta’, lució en toda su presencia, que es constante, un brillante estilo y un dinamismo que llena el escenario. Finalmente, el tenor grancanario Iván Figueroa se hizo notar como falso notario, con buena voz en su breve presencia.

Esta gozada canora fue ubicada en una escenografía muy visual, práctica, con calidad en los materiales y fácil en las transiciones (a excepción, supongo, de unas pesadas butacas chester que alargaban sus entradas y salidas a telón bajado).

Dirección escénica de Renato Bonajuto, muy bien armonizada con el bufo burgués de la obra. Y excesivo volumen en las muy breves páginas corales dirigidas por Olga Santana.

Larga ovación final, justa y bien ganada.