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La segunda vida de Ann Beard

A Gornick, Didion o Sontag se une esta autora que se hizo conocida con el relato de una matanza en su universidad de la que escapó por los pelos

La escritora Ann Beard

El 1 de noviembre de 1991 fue el último día de la primera parte de la vida de la escritora Jo Ann Beard. Puede que fuese el azar o el destino, depende de lo que se quiera creer, pero ese día le ganó la partida a la muerte. Irónicamente, fue la preocupación por otro inminente fallecimiento la que hizo que se fuese antes de su oficina en la Universidad de Iowa, donde trabajaba como coordinadora editorial de una revista sobre física espacial. Minutos después de que la puerta se cerrase a sus espaldas, el estudiante Gang Lu sacó su pistola del 38 y un revólver del 22 y mató a disparos a sus compañeros. En total, seis personas resultaron muertas (uno de ellos el agresor, que se suicidó) y otra se quedó con el cuerpo paralizado para el resto de su vida.

Cinco años después, Beard publicó en The New Yorker su propio relato de la matanza, titulado El cuarto estado de la materia, y gracias a su gran éxito comenzó su carrera como escritora. Este ensayo es uno de los que se recogen en el volumen Los chicos de mi juventud, que la editorial Muñeca Infinita acaba de publicar en España con traducción de Raquel Vicedo. Aunque en Estados Unidos salió al mercado en 1998, han tenido que pasar todos estos años para que los lectores y lectoras en castellano puedan acercarse a su obra.

«No me veo capacitada para valorar cómo le han sentado los años a mi obra, son los lectores quienes deben dictar sentencia», comenta la autora. Lo que sí puede asegurar es que las historias que escogió recoger en aquel volumen siguen teniendo un peso muy importante en su memoria y en su vida. «Eso es algo que nos sucede a todos: puede que no seamos personajes de Marvel (¡al menos la mayoría de nosotros!), pero las historias que vivimos en el pasado siguen marcando las decisiones que tomamos ahora».

Las mujeres de su vida

El título del libro juega al engaño, porque las personas más importantes de los instantes de su vida que rememora la autora no son hombres, sino mujeres. Beard excava en las relaciones materno-filiales, reflexiona cómo la mejor amiga del instituto puede llegar a ser más importante que cualquier novio, o repasa la evolución que puede darse en la cercanía entre dos hermanas. De ninguna manera puede decirse que es un libro orientado al público femenino (las etiquetas son cuestión de marketing), pero posiblemente sean las lectoras las que mejor puedan verse reflejadas en muchos de esos vínculos que describe.

Por poner un ejemplo que no destripe el resto del libro, El cuarto estado de la materia se desarrolla en un momento bastante catastrófico de la vida de Beard. Su marido acaba de abandonarla (aunque sigue apareciendo de manera intermitente en su contestador automático), su adorada perra está prácticamente agonizando y un grupo de ardillas que la aterroriza se ha instalado en una de las habitaciones de la casa. Para poner la guinda al pastel, llega ese tiroteo en el que uno de los fallecidos es uno de sus mejores amigos. Su esposo y el académico asesinado figuran en la lista de chicos de su juventud -ya no es una adolescente, aunque sigue siendo joven-, pero quienes resultan esenciales para la trama son las mujeres cercanas a ella.

«Durante toda mi vida, las mujeres que me rodearon (mi madre, mis tías, hermana, primas y, siempre y para siempre, amigas), han sido mi sostén», declara la escritora. «Los muchachos de mi juventud representaban un tema de conversación emocionante entre mis amigas y yo... Pero eso era todo. Eran el telón de fondo, infinitamente fascinantes como tema, pero ni de cerca tan divertidos como las chicas con las que hablaba de ellos. La verdadera intimidad emocional la he sentido con amigas», sostiene.

Actualmente, Beard da clases de escritura en el Sarah Lawrence College, una famosa universidad de Nueva York dedicada a la enseñanza de arte y humanidades. Muchos de sus alumnos están centrando sus proyectos en elaborar sus memorias, y para ella es muy emocionante el hecho de ayudarles a encontrar el significado de sus propias experiencias de vida y usarlas para crear literatura.

Como autora de no-ficción, sabe cuáles son los principales problemas que puede tener una persona a la hora de verter experiencias traumáticas en el papel. Aunque en su caso, lo difícil no fue echar la vista atrás y enfrentarse a los recuerdos dolorosos, sino conseguir hacerlo de una manera en la que el lector se sumergiese del todo en la historia. Su escritura no es lineal, sino que utiliza saltos temporales, a veces incluso dentro del mismo párrafo, por lo que tuvo que hacer un esfuerzo para conseguir un producto coherente. «Esto requiere el trabajo del escritor, pero también a un lector dispuesto a involucrarse completamente. Una buena historia, un ensayo o un poema que funcione necesita la colaboración entre el escritor y el lector», afirma.

Un género en boga

En los últimos meses, las librerías han tenido que hacer hueco en sus mesas de novedades a una buena cantidad de volúmenes recopilatorios de textos firmados por escritoras de no-ficción norteamericanas: Joan Didion, Vivian Gornick, Susan Sotang o ahora Jo Ann Beard, entre otras. Hablar de boom es arriesgado, pero sí se puede señalar que este tipo de escritura con tantos años de tradición en Estados Unidos «está en un momento dulce en España», dice Juan Pablo Díaz Chorne, editor de Muñeca Infinita.

Durante el año pasado, en su editorial estuvieron programando los primeros números de su catálogo y ya tenían en mente una pequeña especialización en «narrativa memorialística, ese extraño cruce entre ficción y autobiografía (que no autoficción)». Aunque no quieren limitarse demasiado en cuanto a los géneros que pretenden publicar, Díaz Chorne explica que «este terreno del memoir tiene la ventaja de ser flexible y adoptar formas muy distintas». Su próximo lanzamiento será el título De cómo recibí mi herencia, de Dorothy Gallagher. La escritora cuenta la historia de su familia ucraniana y judía en el Nueva York de los años cuarenta a los noventa. «Explora lo autobiográfico de una forma muy distinta a la de Jo Ann Beard, mucho más feroz y cómica», comenta el editor. «Por decirlo de algún modo, a lo Gornick, con un punto más de frivolidad bien entendida».

Precisamente, esta última autora es una de las que tiene novedad reciente en el catálogo de Sexto Piso. Su libro Cuentas pendientes recopila ensayos en los que aúna dos de sus géneros preferidos: la crítica literaria y la narrativa personal. La editorial ya había publicado varios de sus títulos de este último género (Apegos feroces, La mujer singular y la ciudad y Mirarse de frente) y consideran que ha llegado el momento de rescatar «su crítica literaria, que para ella -y a diferencia de muchos otros- es una forma de mirar a la sociedad y analizarla», explica su editor, José Hamad.

Considera que la llegada de Jo Ann Beard al mercado español es «un magnífico síntoma de ese interés de editores y lectores, como lo ha sido en los últimos años la publicación de autoras contemporáneas como Maggie Nelson y Anne Boyer, o la recuperación de los ensayos personales de Adrienne Rich o Elizabeth Hardwick». Para él, que ahora crezca el interés en este tipo de autoras es lo más natural, y «lo extraño, lo dañino, es que no se las hubiera tenido suficientemente en cuenta antes».

Díaz Chorne opina que este creciente interés en las autoras de no ficción se debe «a nuestra fascinación por lo real, un fenómeno complejo que cubre cosas como los realities, las redes sociales, los falsos documentales, etcétera». Y, sobre todo, a que este tipo de escritura combina diferentes géneros y formatos que «la hacen muy atractiva tanto para el escritor como para el lector. Lirismo, ficción, ensayo y autobiografía se entremezclan y fusionan, permitiendo explorar nuevos caminos y formas». Bienvenidas sean.

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