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Juan Carlos Domínguez Escritor

Juan Carlos Domínguez: “Como novelista, busco que mi versión de la sociedad de los antiguos canarios sea verosímil”

Juan Carlos Domínguez

El ‘Libro de los recuerdos de Idir el canario’, tercera novela de Juan Carlos Domínguez, explora la sociedad canaria inmediatamente anterior a la conquista bajo la mirada de un joven pastor que se ve envuelto en innmuerables aventuras en compañía de personajes históricos como Doramas o Adargoma. Este viernes, a las 19.00 horas, se presenta en la Biblioteca Insular de Gran Canaria.

Una novela histórica con un personaje ficticio. ¿Facilita el proceso o lo complica?

En este caso lo complica porque el personaje es un siervo. Lo poco que hay recogido en las crónicas o en la documentación histórica hace referencia a personajes como Maninidra, Adargoma, Bentagaire… pero no hay casi referencia a los siervos, que sería el noventa por ciento de la población.

Estos personajes históricos salen en la novela.

Algunos participaron de manera directa en los acontecimientos que narro, como el asalto a la torre de Gando o la entrada de los normandos en Arguineguín, y yo he colado un par de personajes más pero para que el protagonista estuviera allí y pudiera contarlo, puesto que la novela es autobiográfica. Se supone que Idir está narrando a su nieto aquello que vivió.

¿Los episodios de la novela son por tanto hechos históricos, es decir, sucedieron?

La historia del protagonista no, pero sí gran parte de los episodios por los que va pasando. El asalto a la torre de Gando es un hecho conocido, por ejemplo la maniobra de distracción que hace Maninidra para que se abra la puerta está recogida en la historiografía. Hay otros episodios reales como la entrega por parte de Diego de Herrera de unos rehenes para que le dejaran hacer la torre. Yo profundizo un poco en la historia de esos niños, entregados a una sociedad completamente ajena a la suya y que pasan quince años aquí.

La novela está llena de referencias históricas pero también sociológicas, culturales, geográficas. ¿Cómo fue ese proceso de documentación?

Escribo sobre un tema que siempre me ha gustado y que conozco. Por supuesto, hay una documentación específica en cosas más concretas. ¿Cómo era Argald, Gáldar, en aquel momento? Bueno, pues ahí está la tesis de Jorge Onrubia que explica con todo detalle cómo era. Y las excavaciones arqueológicas y los estudios publicados. Todo ello con las correspondientes licencias literarias pues se trata de una novela, no de un libro de historia.

También hay una recreación del paisaje canario de aquel momento

Hay una geografía imaginada, cómo podrían ser por ejemplo las comunicaciones, cómo se llegaba de Telde a Gáldar, por dónde pasaba ese camino. Ese conocimiento me viene dado por mi condición de senderista, de montañero, desde hace muchos años. Conozco la isla y más o menos puedo entender por dónde van los caminos o qué es lo que ve una persona que esté en determinado punto, cómo era el paisaje que tiene delante.

Adentrarse en el pasado aborigen, no ya con el enfoque histórico sino sociológico, ¿obliga a tirar de imaginación o lo que cuenta en el libro estas aceptado por los especialistas?

Como novelista, busco solamente que mi versión sea verosímil. Alguna interpretación sugerida hay, pero es que quedan muchas cosas que no sabemos y hay otras sobre las que los autores se contradicen o difieren. El personaje pasa por determinados lugares, hoy yacimientos arqueológicos, que los conozco bien porque me dediqué a la gestión del patrimonio histórico grancanario durante más de una década, pero hay que interpretar qué era aquello, si era un poblado, un granero o si vivían allí las harimaguadas. Nadie sabe quién vivía en Cuatro Puertas, por ejemplo. ¿Pastores, curanderas? No se sabe.

¿La toponimia es real en todos los casos?

Dominik Josef Wölfel en la primera mitad del pasado siglo recolectó todas las palabras que él cree que son aborígenes, tanto toponimia como antropónimos, y en algunas da diferentes versiones, de las cuales he intentado elegir las más antiguas. Telde era Telde, pero hay otras que no sabemos. ¿Cómo se llamaban las Cuevas del Calasio, que yo llamo Tarira? ¿La montaña de Bandama? Bandama no se llamaba porque ese es el nombre de una familia holandesa. Yo elegí llamarla La Tagala pues la montaña que hoy día llamamos Bandama se llamaba la Atalaya, como recoge Viera y Clavijo.

Describe en la obra una sociedad canaria que se ve influenciada por la arribada de los europeos

La novela está situada cronológicamente en el periodo final, epigonal, de la sociedad aborigen en el que ya había contactos desde hacía decenas de años y algunos de esos contactos tuvieron que producir cambios, incluso en la mentalidad. No solamente en cuanto a los materiales de intercambio, como las herramientas, o las espadas que aparecen en manos de canarios procedentes de batallas anteriores. Ellos seguramente apreciarían mucho las herramientas, porque no es lo mismo cortar un tronco de pino con una tabona que con un serrucho de hierro. Mantas, cuerdas… O el hecho constructivo, cómo construir con cal, que para ellos tuvo que ser asombroso, y aparece también en el libro.

Un manuscrito encontrado, traducido, ¿no plantea una duda respecto a la autoría de la obra?

En realidad el autor es Idir, pues él cuenta su vida, o el nieto de Idir, que escribe lo que el abuelo le dice, o el supuesto estudiante marroquí que coge ese libro en bereber y lo traduce al árabe, o Madame Respierre que lo traduce del árabe al francés, o Juan Carlos Domínguez que lo traduce del francés al español. Que cada cual elija la autoría que prefiera. Al hacer un libro, uno se inventa los personajes, los escenarios, la trama, los diálogos. ¿Por qué no inventarse también al autor?

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