“Cuando nada ocurre ni nadie viene” fue la frase que un crítico utilizó para definir la obra maestra del absurdo Esperando a Godot de Samuel Beckett pocos días después de su publicación. Pero aprovechando que la obra del dramaturgo irlandés aparece repetidas veces en la película argentina La Edad Media de Alejo Moguillansky y Luciana Acuña, dicha frase puede trasladarse perfectamente a este experimento lúdico de ambos realizadores que compite en la sección oficial por la Lady Harimaguada de Oro.

El filme es un acercamiento a la vida de los propios creadores junto a su hija de diez años Cleo durante el confinamiento. Cuando apenas tenían solo tres horas antes de que se decretase el estado de alarma en el país latinoamericano, Luciana Acuña fue a la productora El Pampero Cine a buscar una cámara y un equipo de sonido. Por aquel entonces, no sabían que iban a rodar una película, pero por lo menos, tendrían algo que hacer durante el encierro.

Pero las similitudes con la tragicomedia del genio irlandés no se quedan ahí, sino que, durante la presentación de dicha obra, los dos autores reconocieron que se inspiraron en las película de Charlie Chaplin o Buster Keaton.

"Nunca fue la intención hacer una película pandémica"

Según Alejo Moguillansky La Edad Media de alguna forma retrata la pandemia, “está de fondo”, pero “nunca fue la intención hacer una película pandémica, pese a estar hecha durante ese largo periodo de crisis sanitaria”, muestra sobre todo a una familia encerrada que no puede salir de casa, pero podría ser por la pandemia o por cualquier otra cosa”. El origen de la película, continuó, “es generar ficción en el presente y su presente en este caso es la pandemia”. El director reconoció que no existía una agenda establecida al no depender de ningún agente.

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“Lo mismo estabas trabajando como cocinando o con las clases de nuestra hija”, así que “en ese nivel de alineación que uno tenía”, detalló Alejo, se filmaba y, reconoció “era un momento de oxígeno”. Pero añadió que “necesariamente había algo de juego y algo serio al mismo tiempo”. Se filmaba entre una y tres horas al día y todo era muy arbitrario ya que la investigación era una constante en la película al no existir guión. «Se fue generando mucho material y eso devino en una estructura», añadió.

Por su parte, Luciana Acuña insistió en que no es una película improvisada. “Inventábamos las escenas y las ensayábamos mucho antes de filmar. Después, todo se editaba. Esa escritura pedía nuevos materiales y se convertía en un círculo no sé si vicioso o virtuoso, uno de los dos”, Acuña reconoció que al principio, “sólo teníamos diferentes materiales y escenas muy lúdicas y graciosas”, porque “esos eran los referentes de los que disponíamos más allá de que nuestro lenguaje no tiende a la solemnidad sino al humor”.