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Crítica | CINE | 21º FESTIVAL INTERNACIONAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

Cien años de espera para sentir terror en estado puro

"Camera Obscura de este año y la exquisita programación de grandes clásicos del cine mudo que alberga"

Un momento de la representación de ‘Nosferatu’ en el Edificio Miller. |

Volver a la esencia del cine con un hábil reclamo musical como se supone que es escuchar a una orquesta en directo mientras se proyecta la película es lo más auténtico y saludable que puede hacer un Festival de Cine. Y eso es lo que ha ocurrido con la sección Camera Obscura de este año y la exquisita programación de grandes clásicos del cine mudo que alberga.

Porque el séptimo arte, que fue concebido como un medio básicamente visual en el que los diálogos tan sólo deberían ser un apoyo casi anecdótico para entender mejor las imágenes, ha ido perdiendo su esencia con los años hasta degenerar en una época actual en la que predomina lo que yo llamo el anti-cine, con esos largometrajes en los que se da prioridad a las largas parrafadas en detrimento de la estética. Y, por eso mismo, el Festival de Cine llegó a su punto culminante en la noche del miércoles con el segundo pase de Nosferatu, filmado hace cien años, pero rescatado ahora con la música original que Murnau encargó a Hans Erdmann para la película y que se ha podido completar desde las Islas gracias a un estudio musicólogo de dimensiones antológicas.

Y es que, dicho de otra manera, la experiencia fue una ocasión para ver, por vez primera, cómo fue realmente concebida la primera película de terror de la historia. Y tras presenciar la proyección en el Edificio Miller uno comprende mejor ciertas imágenes que, hasta ahora, nos parecían demasiado exageradas o grotescas. Y uno entiende porque eran tan necesarios esos sonidos para entender lo que quería transmitir el autor en esos momentos que, en la versión conocida hasta ahora, le daba cierta rigidez al conjunto. El cineasta alemán, que tenía formación musical, era consciente de la importancia de este aspecto como determinante del éxito de su trabajo, e insistió en el papel de dichas partituras como apoyo a los efectos dramáticos del filme.

Con la sobria interpretación de la Orquesta del Festival Bach, dirigida por el experto Humberto Armas, comprobamos con más sutileza todas las claves de una obra que, como buena película de terror, en realidad, es un filme romántico. Comprendemos mejor la siniestras artimañas del avaro comportamiento del agente inmobiliario Knock, un auténtico psicópata de libro, que decide enviar a Hutter a un destino de muerte para cerrar un negocio millonario.

Entendemos mejor cómo era el amor cándido y puro entre Hutter y Ellen y cómo ella, consciente de la amenaza que se cierne sobre sus vidas, le tiende una astuta e inteligente trampa al vampiro que acaba con él. Y, sobre todo, comprendemos mejor cómo el conde Olak representa como ningún otro personaje conocido el hálito de la muerte y el terror en estado puro. Previamente, y con un criterio más experimental, el laudista holandés afincado en Brooklyn, Josef Van Wissem, también puso música al filme en la jornada inaugural. Y destacar el magnífico trabajo historicista que hizo el grupo de Carlos Oramas en La pasión de Juana de Arco de forma tan comedida como inolvidable.

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