Bob Pop ha ampliado, remendado, descubierto, destrozado y recopilado los episodios de un pasado al que vuelve para redescubrir quién es. Después de haber realizado la exitosa serie Maricón perdido y escrito los diarios Días Ajenos, trae al Auditorio Alfredo Kraus hoy, a las 20.30 horas, un monólogo codirigido con Andrés Lima en el que hila junto a sus referentes y taras literarias una vida que desnuda ante su público.

Se enfrenta a las redes sociales, que arremetió contra Movistar+ y habla sin pudor, ¿cuál es el precio de ser honesto?

La verdad es que no lo sé. Tampoco me considero un adalid de la honestidad. Lo que pasa es que creo que es más interesante contar las cosas como las ves y piensas. Más que honestidad es sinceridad con lo que uno tiene que contar. Cuanto más verdad hay en lo que dices, más fácil es llegar a los otros, hay menos recovecos, pero ni siquiera hay un precio. Me imagino que todos asumimos que lo estamos pagando, pero a la vez hacemos como que no nos damos cuenta. Todo el sistema tiene sus fisuras y hay que intentar colarse por ellas hasta que te echen de ella y vayas a otra. Aunque, son fisuras que al sistema le conviene, es su forma de decir, ‘¿veis? Aquí cabe todo el mundo, no somos tan malos como nos pintáis’. Por lo cual, a veces, funcionamos como tontos útiles. La función de quienes trabajamos de cara al público está relacionada con el radar de los murciélagos: lanzamos nuestros gritos a ver dónde están las paredes y nos chocamos o nos damos la vuelta o buscamos un agujero para escapar de ella. 

A través de la creación, sigue teniendo ese espacio en este monólogo casi íntimo. ¿Cómo lo recibe el público después de haber trabajado con Andrés Lima?

Disfruto mucho haciendo Los Días Ajenos. Es como invitar a la gente a mi salón para que me escuchen y charlar con ellos donde la estructura es un hilo conductor que abarca los libros, los diarios, la música y mi vida. Suena muy tópico, pero todo monólogo es un diálogo con el público. Tiene algo de baile, de agarrarnos hasta encontrar el equilibrio en nuestros pasos, y su energía es fundamental en cada función. Además, haber trabajado con Andrés Lima es un regalo de la vida, te das cuenta de que lleva el teatro en la cabeza y las tripas. Fue bonito que le interesara mi propuesta. De hecho, lo vi hace poco y me dijo que teníamos que hacer algo más y le dije que sí, por favor. Hoy va a ser la primera con la cara descubierta, lo cual va a ser muy raro. De repente, creo que me voy a enamorar.

¿De qué forma el ‘otro literario’ lo ha definido?

Muchísimo. Cualquier biografía debería incluir bibliografía y discografía porque no somos el producto de lo que hemos vivido -nos da tiempo a vivir muy poco-, sino también de lo que hemos leído, visto o escuchado. Por ejemplo, tenemos recuerdos que nos hemos apropiado a través de una lectura. De ahí que sea tan importante la cultura pop. En el fondo, es un disco duro extraíble pero que se ha ido colando en nuestra propia placa base. 

Entre Kafka y Chelo García Cortés, de quienes habla en su monólogo, ¿dónde están los referentes en esta sociedad diversa?

Uno de los lugares donde romper el algoritmo es la mesa de una librería o cogiendo un libro al azar en la biblioteca. Ni siquiera por internet puesto que al final te pilla. A pesar de tener más canales donde recibir información, esta cada vez pasa por un embudo más estrecho y acabamos recibiendo casi lo mismo. Por lo cual, todo lo que rompa esa tendencia me parece que nos enriquece. 

"Yo no estoy en contra del privilegio, pero sí de no ser consciente de ello"

Después de escribir Días ajenos, ¿en qué punto un diario no deja de ser para nosotros sino para que los demás?

Siempre he escrito para entenderme yo y, luego, para aprender a explicarme bien. Hay algo que me obsesiona y es que me malinterpreten. Quiero ser muy claro, ya que puedo asumir las críticas o las reacciones ante algo que he dicho y pienso, pero llevo muy mal que se me responda con algo que no he querido decir. La escritura le da una estructura y un orden que facilita que los demás lo entiendan. 

¿De qué manera la televisión te ha dado tablas para saltar al escenario?

Muchísimas. Ese sofá al lado de Andreu es una silla eléctrica. Entonces, aprendes mucho allí y luego me ha dado la sensación de que la gente le interesaba lo que yo les contaba. Cuando te sientas delante de un público sabiendo eso, tienes la mitad ganado. La gente me trata con un cariño enorme por la calle, cómo les he llegado en ciertos momentos de sus vidas, y voy muy subidito. 

A pesar de su enfermedad, vive un momento dulce.

La enfermedad es inevitable, pero intento que no empañe todo lo demás, y nunca me creo los momentos dulces del todo al seguir retándome y trabajando. Ahora lo que quiero es un año sabático donde me hagan homenajes, un relájate, no te vamos a juzgar, uy, me vendría fenomenal. 

Tras Maricón perdido, ¿cree que su pasado está finalizado?

Nunca está cerrado. Maricón perdido va sobre eso: las heridas no se cierran, aprendemos a vivir con ellas y sabemos a qué paredes blancas no hay que acercarse para no manchar. También, aprendemos a no considerarnos unos supervivientes con derecho a todo porque tenemos que entender que las víctimas no tienen razón per se. Vamos tirando y lo bonito es ser consciente de los parches puestos, bien cosidos, que la gente los va a ver.

Esa frase desconcertará a quienes sientan aún dolor. 

Todos y todas seríamos mejores de no haber pasado el dolor, nunca puede ser una medalla.

De su obra se traslada el ‘he vivido mis días de forma plena’.

El mensaje de mi obra es todo lo que he vivido no podría haberlo hecho solo. Quiero que los que me rodean sientan que ha merecido la pena. Tampoco soy partidario de ser un ejemplo, es que, chica, si hay días que no quieres salir de la cama y te lo puedes permitir, quédate.

Hay ejemplos y ejemplos, aunque Harry Styles reniegue de ello.

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Styles es un tipo que está jugando desde el privilegio a subirse a un carro comercial de algo que nació como otra cosa. Lo que me molesta es que piense que ya no hace falta alguien como él para ayudar al resto, y eso es una mentalidad tan de privilegio. Yo no estoy en contra del privilegio, pero sí de no ser consciente de ello.