Pacificar la consciencia
Pepe Dámaso reúne ‘collages’ y poemas en ‘Yoga. Tránsito espiritual’, un libro con el que se aproxima a esta antigua vía de meditación
Este texto es fruto de la meditación, en dos acepciones del término meditación: en tanto que reflexión intelectual, lo que concierne a mi desempeño como historiador del arte, y en cuanto que práctica que aspira al desapego del flujo del pensamiento. Esto último porque, hace algún un tiempo, compartí con Pepe Dámaso una sesión de meditación en un centro budista de Las Palmas. El recuerdo de aquella experiencia marca en alguna medida mis digresiones en torno a Yoga. Tránsito espiritual, el libro que el artista acaba de publicar al cuidado de Carmen Anadón Asín.
Digo digresiones porque la contemplación de los treinta y seis collages reproducidos fotográficamente en el libro, acompañados de otros tantos poemas del propio Dámaso y de idéntica cantidad de bocetos, me induce a romper y retomar el hilo discursivo con cuestiones a veces relacionadas vagamente con el asunto que nos trae. Si el lector considerase que un modo tal de abrirse paso en el pensamiento tiene algo que ver con el collage, me sentiré reconfortado.
Una última cautela terminológica, antes de extraviarme en esta jungla constituida por la exuberante aproximación de Dámaso al complejo universo del yoga: los motivos que protagonizan sus imágenes son los asanas, las posturas del hatha yoga, el tipo de yoga más difundido en el mundo. Y estos asanas, acompasados con ejercicios respiratorios, se emplean para preparar el cuerpo para la meditación. De modo que cuando se habla de yoga, se habla también de meditación.
Es un error extendido la presunción de que en estado meditativo la mente se queda en blanco. Nada más lejos de la realidad: mientras estamos vivos, estamos inmersos en la marea del pensamiento. Lo que se persigue con la meditación, y por ende con el yoga, no es la suspensión del pensamiento –algo que solo ocurre cuando sobreviene la muerte- sino evitar ser arrastrado por este. «Yogas chitta vritti nirodha». Cito de memoria una sentencia en sánscrito, que retuve de un manual de yoga que manejaba en mis años de bachillerato: el yoga es la liberación de la agitación de la consciencia.
Dámaso representa a sus ejecutantes de asanas invadidos, atravesados o envueltos por imágenes proyectadas por la mente: un ojo con la pupila en forma de cápsula espacial, un pase VIP, una pareja de flamencos que se besan, unos hombres descuartizados, una manilla de plátanos, una cheslón tapizada en piel de leopardo… Opacos, traslúcidos o transparentes, los cuerpos de estos yoguis se entremezclan igualmente con esqueletos recostados en tumbas, paisajes fantasmáticos, engranajes metálicos, globos multicolores y hechiceros africanos. Ya he dicho que el pensamiento no se detiene en la meditación, y, si el repertorio iconográfico de algunas tradiciones meditativas, tal que el del budismo zen, propende al cero, el de otras, como el del budismo tibetano, representa los vaivenes de la mente con una profusión imaginística que, así la obra de Dámaso, apunta al infinito.
Nos lleva a la época en que el artista era un ‘hippie’ con bigote a lo Frank Zappa y con zapatos de plataforma azul y bermellón
Tal es el poder de seducción que ejerce entre los occidentales contemporáneos el arte sagrado de Extremo Oriente, que hoy es difícil no encontrar en cualquier ciudad europea o americana imágenes del Buda histórico, Siddhartha Gautama, representado en toda suerte de baratijas y anuncios publicitarios. Lo que, quizá, algunos occidentales ignoren es que las representaciones de cuerpo entero de Buda tienen su origen en la estatuaria de la Grecia clásica, y que es a partir de las conquistas de Alejandro Magno cuando Oriente, que hasta entonces solo se atrevía a representar el pie de Buda, empezó a proyectarlo de los pies a la cabeza, idealizado, tal que el dios Apolo. De modo que, aspectos del arte oriental que subyugan a los occidentales por su exotismo tienen su origen en Occidente mismo, este Occidente al que pertenece la estampa de una marmórea estatua de Afrodita que, quizá proyección de la mente del practicante, acompaña a un yogui en un collage de Pepe Dámaso.
El caso es que la mente de los artistas no opera igual que la de los historiadores del arte, y si aquellos pueden permitirse toda suerte de libertades expresivas para la conformación de su obra, los historiadores del arte, cuando estamos metidos en nuestro asunto, vemos por doquier cadenas de transmisión de formas y contenidos. Así, me ocurre que observo estas imágenes del libro de Dámaso y no puedo evitar evocar la pintura simbolista del siglo XIX, especialmente la de Odilon Redon, aquel descomunal artista francés influido por el budismo y el hinduismo. Contemplo estos collages y pienso también en los hippies, que en los años sesenta popularizaron el yoga en Occidente. Pienso en su arte psicodélico, en la gráfica de artistas como Mati Klarwein, Victor Moscoso o Stanley Mouse, con sus guiños al yoga y a las religiones extremorientales, y pienso que el propio Dámaso fue uno de aquellos fabulosos hippies, con su bigote a lo Frank Zappa y sus zapatos de plataforma azul y bermellón, como lo he visto en una foto. Es verdad que la ucronía no tiene carta de naturaleza en la historia del arte. Con todo, mi mente no puede evitar transportar estos collages de Dámaso a aquel entonces y a la vez, a través suyo, añorar desde el ahora aquella extraordinaria energía utópica de los hijos de las flores, su denodada búsqueda de reconexión con la naturaleza. Y es que, con la emergencia climática, nuestro horizonte próximo es oscuro.

De los poemas del artista que acompañan al libro poco diré. Quizá algún experto en literatura guste de glosarlos en estas páginas. Señalaré tan solo que, compuestos por cuatro versos, las letras iniciales de cada uno conforman acrósticos con la palabra «yoga». Diré también que cuando los leo siento una ligera liberación de la agitación de la consciencia.
TRÁNSITO ESPIRITUAL
Yo oteando la superficie abismal
Ojo entreviendo varias formas desconocidas
Grafías que se insertan absurdas y dispares
Alargan el quehacer con milagrosos resultados
Yodo en el eros que anima la bella herida
Observa la muerte en el cuerpo lánguido
Gárgaras y escupitajos adornados de colores
A la vez que todo es luz , esencia , misterio y armonía
Yo presentía en lo oscuro de mi inocencia
Operando la historia del ser o la nada
Garantía de que la forma y la belleza
Atemorizaba mi subconsciente y bullía la luz
Y que las formas del cuerpo renacían
Ofreciendo el magma que creaba un todo
Gravitaba con tiempo sin control de nada
Atávica historia de un mundo de belleza plena
Y el símbolo y el complejo significado
Ofrecían una realidad jamás nunca prevista
Gracia del universo y del cosmos engendrado
Acariciando el espíritu creador con lucidez estética
Ya está el final sobre el áureo significado puro
Obteniendo un ámbito estético del cuerpo
Generando un mundo plástico inesperado
Acaeciendo los sentidos con sensible armonía
Yo en la intima paz de mi existencia
O en la luz esencial del dios creador
Gano la inocente belleza presentida
Al renacer lo espiritual entre la vida y la muerte
Yo mientras buscaba la luz de mi mismo
Ojeando en la creación de la paz del silencio
Grité la belleza inconsciente del milagro plástico
Alas espirituales, dadas por el dios del universo
Y solo , perdido entre el ser de uno mismo
Ofreciendo un mundo infinito y desconocido
Girando plásticamente hacia la belleza del cuerpo
Aspirando a que el espíritu creador me eleve
Yo y mi espíritu en el vacío de la creación
Originando la belleza de los cuerpos y el cosmos
Galaxias y mundos infinitos, plásticamente una visión
Almas y luces que el universo creador emana
Y en cuanto los cuerpos recrean lo bello del vacío
O lo dibujan ante el asombroso misterio de lo nuevo
Giros del silencio dominan el espacio que rueda
Ayuda a que la perfección nos deje ensimismados
Yo diría que sobreviviendo a la acción pura del arte
Obtiene la alquimia que las formas del cuerpo trazan
Gozo que la experiencia orante le ilumina
Alcanza la plenitud de un placer que da lo bello
Yacen las formas, significado de la nada al todo
Obteniendo miradas y gestos sin parecido alguno
Glorificando un orden donde el mito de hoy yace
Amasando plásticamente lo que vibra en el universo
Yerma perdida , rostro extraviado, avión , reptil
Ojos que se secan, lenguas que no hablan
Graves resplandores absurdos, realidad ausente
Aire que aspira el oscuro silencio, respira hondo
Y entrecruzado todo el significado
Original e inerte, imprevisto real con misterio
Garabateos , líneas, apasionantes resultados
Aun mi interior creativo se sorprendía luminoso