Emilio Gutiérrez Caba será el encargado de ofrecer el día 20 de junio, a partir de las 10.00 horas (vía online), en la Casa-Museo Pérez Galdós, la conferencia de apertura de la XII edición del Congreso Internacional Galdosiano, cuyo programa reunirá en la isla, hasta el día 23, a 115 especialistas de los cinco continentes de la extensa producción literaria del autor de los Episodios Nacionales. Gutiérrez Caba, protagonista junto a María José Goyanes del montaje inspirado en el texto del dramaturgo Alfonso Zurro, Galdós enamorado, una divertida comedia con mucha intriga y ficción en torno a la relación sentimental y epistolar que mantuvieron Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán, se adentrará en su intervención en los entresijos de esas famosas cartas del novelista canario enviadas a la escritora gallega que nunca se han encontrado.

«Ellos fueron amantes un tiempo. Esas correspondencias de las que hablamos en la obra, ese paquete de cartas, se las intercambiaban uno a otro y desde muy distintos lugares. Incluso estuvieron juntos de viaje en Alemania. No es ningún secreto que don Benito y doña Emilia tuvieron una ardiente pasión amorosa», señala.

El actor ha titulado su conferencia de apertura Galdós enamorado. Entre cajas. «Es un término teatral que utilizamos nosotros mucho. Es como denominamos lo que sucede antes de salir a escena, lo que marca las patas del decorado, la organización interior de las representaciones teatrales», explica el más pequeño de la saga Gutiérrez Caba para hablar del backstage, que dirían los modernos. Este término tan castizo le sirve de excusa para dar una nueva vuelta de tuerca a la figura de dos grandes genios de la literatura española, pero con vidas desconocidas y grandes lagunas.

Teatro y pandemia

«Cuando estábamos ensayando ‘Galdós enamorado’ nos encontrábamos en plena pandemia y tuvimos varios incidentes con la obra», relata Gutiérrez Caba. «Hubo que suspender los ensayos porque hubo afectados de Covid. Después, cuando fuimos a Gran Canaria a estrenarla, María José Goyanes (coprotagonista) tuvo un accidente que obligó a suspender el estreno 3 o 4 meses».

Y es que la visión de Gutiérrez Caba sobre la pandemia es, más que crítica, pesimista. «Desde el principio yo cuestioné que la pandemia nos fuera a hacer mejores. Está demostrado que nos está haciendo peores. Los revuelos en Europa, con una guerra absurda en Ucrania, son producto de la mala reflexión que desde la pandemia han hecho algunos sujetos sobre lo que estaba pasando. La bondad siempre está a rastras de la maldad», comenta apesadumbrado el actor.

«En aquellos momentos, sin embargo, fue muy grato dejar el encierro de los pisos en Madrid para llevar la obra por todas las Islas Canarias, pero hasta que no tomemos una cierta distancia no sabremos lo que ha significado para nosotros ensayar en esas circunstancias y qué poso nos ha dejado», añade el actor.

¿Se encuentra Emilio Gutiérrez Caba entre los decepcionados o los críticos con la situación de España? «Yo diría que podría estar en las dos categorías. Yo, como intérprete, sé que represento también al teatro. Por eso intento ser lo más digno posible. En escena y fuera de ella, y eso es aplicable a cualquier persona», explica, a modo de declaración de intenciones.

«Yo creo que este rey, como los Borbones en general, está dando a la historia unos ejemplos lamentables. De pronto, Juan Carlos parecía ser una figura que superaba la fama de sus ancestros durante los últimos 300 años, pero no ha superado esa barrera. Se ha aprovechado de una manera que a él le parecerá muy normal, pero que al ciudadano de a pie que paga sus impuestos, como yo lo hago, le parece intolerable y, además, censurable», afirma dolido. «No tiene derecho a venir a una regata, como si no hubiera pasado nada».

«La decepción que yo tengo por cómo ha evolucionado políticamente este país es muy grande», continúa exponiendo Gutiérrez Caba. «Creo que hay mucha gente que piensa que esto tendría que haber evolucionado de otra manera y no que los vivales de siempre se sigan aprovechando de las circunstancias de siempre», se lamenta el actor.

Y con respecto a la siempre complicada relación entre cultura y política, ¿ha mejorado la relación con los años o la interrupción de la convivencia acabará en divorcio? «Curiosamente, estaba hoy hojeando un libro de 1946 que hablaba de la crisis del teatro», comenta. «Si yo leyera esa introducción, sería prácticamente aplicable hoy en día. El desinterés de las instituciones por el teatro, exceptuando las compañías oficiales protegidas, es igual de lamentable que en la época, por ejemplo, de Cánovas del Castillo», denuncia el también autor y director teatral. «Es evidente que el trato que la cultura ha tenido por parte de la política ha sido siempre penoso. No nos hemos podido comunicar nunca con ellos, estamos siempre censurados, perseguidos por las instituciones en muchos casos. Y no es una cuestión de victimismo, ahí están las cifras», afirma categórico.

«El público tiene que saber que en todas las artes él es fundamental. Lo que nosotros hacemos, lo hacemos para ellos. Tienen que exigir y presionar a los poderes públicos para que protejan lo que les pertenece», reivindica. «Es un error dar la cultura gratis, como hacen algunos ayuntamientos, la cultura no es gratis, cuesta impuestos. Parece que nosotros vivimos del aire, pero no es así. Hasta que no se dé ese salto cualitativo, esto no tendrá arreglo», concluye.

Apellido que marca carácter

El peso de los apellidos Gutiérrez Caba es pura historia del teatro español, una saga que, de buen seguro, acabará en los planes de estudio. Sin embargo, Emilio Gutiérrez Caba asegura que su familia no influyó en su decisión de dedicarse a la interpretación.

«Mi familia es la que menos influyó. Venía de una época muy oscura del teatro español. No había hecho grandes obras literarias en el teatro, aunque habían trabajado mucho y muy bien», reconoce modesto. «Yo encuentro varias personas en mi camino que me hacen descubrir que el teatro es algo más que un divertimento, que tiene otras aristas muy interesantes». Se refiere Gutiérrez Caba a las figuras de Antonio Ayora, Alberto Baeza Flores, el padre de Elsa Baeza y un gran poeta. A través de este último conoció a Dionisio Ridruejo, escritor y político español arrepentido del franquismo. «Esas personas me llevaron a abrirme los ojos con respecto al teatro», explica.

El haber escrito la historia de su familia en el libro El tiempo heredado (Aguilar, 2019) le llevó al conocimiento de archivos y hemerotecas y a llegar a la conclusión, a través de los años, de que el teatro es «sociología pura».

En esa biografía familiar, el actor rinde homenaje a las actrices de su familia, mientras recorre la historia de la famosa saga artística. «Durante mi investigación, de pronto me di cuenta de que esta era una familia en la que los hombres habían tenido su protagonismo, pero las mujeres eran las que habían mantenido la economía familiar y la artística, en cuanto a la calidad. Por eso pensé en dedicar el libro a ellas, que habían sido los sostenes de la familia. Procuro darme cuenta de lo difícil que lo tuvieron, siendo mujeres, había que ser honestas en el teatro y ellas lo eran».

También relata orgulloso cómo el dramaturgo Miguel Miura, quien siempre hablaba de usted a su madre, la gran Irene Caba, le decía: «Doña Irene, tiene usted unas hijas muy serias». «Y tenía razón», ríe orgulloso en su calidad de hermano pequeño. Y es que en casa se mantenía el patriarcado. «Es algo que yo vi y me extrañó, pero era la educación de aquella época y ellas no aprovecharon la relativa libertad del entorno teatral».

La herencia de la saga, al menos femenina, tiene el relevo asegurado. El nombre de Irene marca carácter. «Todas las Irenes de mi familia han tenido vidas complicadas», confiesa. Ahora es su sobrina-nieta, la actriz emergente Irene Escolar, quien ha recogido el testigo de un oficio heredado, pero elegido. «Nosotros somos una generación acostumbrada a morirnos en el escenario», reconoce sin altivez. «El destino está por escribir, pero a mí me gustaría seguir trabajando, pero bajando un poco el acelerador del coche, porque no tiene pocos años y puede tener un pinchazo», ríe socarrón.

Los consejos tampoco están entre sus costumbres. «Yo hace años los daba, porque era más inconsciente o insensato. Ahora solamente digo a los que se quieren dedicar a esta profesión que Dios les bendiga por creer en ella y que tengan mucha suerte», explica sincero. El humor también aparece finalmente al hablar del futuro. «No sé si me recordarán cuando no esté, pero sí estoy orgulloso de pertenecer a un cuerpo de intérpretes que se remonta a más de 300 años y de las vicisitudes que han soportado y de lo que ha traído hasta esta entrevista. Pero, si al final nadie me recuerda, qué le voy a hacer». De buen seguro, la historia del teatro marcará su nombre con letras de oro.