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La resurrección de un referente

El regreso a la gran pantalla de Victor Erice con la película ‘Cerrar la ojos’, tras treinta años de ausencia, reaviva la fe en el gran cine de autor

Víctor Erice y Abbas Kiarostami. | LA PROVINCIA/DLP

Todos lo esperábamos con auténtica ansiedad, pero la esperanza de que se cumpliera nuestro deseo se ha ido desvaneciendo a lo largo de los años ante el hecho, más que improbable, de que un autor de edad avanzada, y entregado ya a otros menesteres creativos, pudiera sorprendernos con el anuncio de su vuelta a una actividad virtualmente abandonada desde hacía muchísimo tiempo. Pero ante la sorpresa general de los muchos admiradores de su brevísima pero ejemplar filmografía, el hecho finalmente se ha materializado mediante un anuncio que clama por sí mismo su importancia y trascendencia en todo el orbe cinematográfico si, como se asegura, se trata de un proyecto bien armado y que podría estar disponible para su estreno en la próxima edición del Festival de Cannes, en mayo de 2023.

Vuelve con los actores José Coronado y Ginés García Millán, partiendo de un guion de Michel Gaztambide

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La noticia, aunque sorprendente, se dio a conocer hace unos días: Victor Erice (Carranza, Bizkaia, 82 años), memoria viva del mejor cine español de todos los tiempos, ausente durante demasiado tiempo del cine comercial, vuelve a dirigir un nuevo largometraje: Cerrar los ojos se titula y con José Coronado y Ginés García Millán como protagonistas, partiendo de un guion de Michel Gaztambide. Tras firmar, hace tres décadas, El sol del membrillo, un meticuloso ejercicio experimental sobre el pintor hiperrealista Antonio López, que obtuvo el Premio Especial del Jurado y el de la Fipresci (Prensa Internacional) en Cannes, así como el de Mejor Película en el Festival de Chicago, el cineasta vasco acaba de generar la consiguiente expectación entre los sectores de la industria nacional más proclives al cine de autor, ámbito en el que Erice se erigió, desde su glorioso debut con El espíritu de la colmena en 1973, en uno de sus máximos exponentes gracias, en gran medida, a un soberbio libreto escrito, al alimón, por Ángel Fernández Santos y el propio director y una íntima, sutil y expresiva paleta de colores a cargo del malogrado Luis Cuadrado, maestro incuestionable del claroscuro al que le avalan filmes tan icónicos como El jardín de las delicias (1970) y Ana y los lobos (1973), de Carlos Saura, Habla mudita (1973), de Manuel Gutiérrez Aragón, Mi querida señorita (1972), de Jaime de Armiñán o Pascual Duarte (1976), de Ricardo Franco.

Tal convergencia de talentos, con Elías Querejeta como productor y Ana Torrent, Fernando Fernán Gómez y Teresa Gimpera como intérpretes, dio como resultado eso que en el argot de los críticos e historiadores denominamos el “milagro de la creación”, cuando el gran cine alcanza ese grado de perfección estética capaz de absorbernos toda nuestra potencia emocional ante una pantalla y de concitar el impulso irrefrenable de visionarla una y otra vez como paradigma del rigor conceptual y de la armonía formal en la pantalla. Al igual que Gutiérrez Aragón, Carlos Saura, Mario Camus o Francisco Regueiro, otros cuatro grandes referentes del cine español de los setenta, Erice consiguió ensanchar el perímetro de influencia del séptimo arte en la cultura española e internacional, dejando un inmenso poso de creatividad visual que nos ha perseguido durante nuestra larguísima experiencia como espectador, aportándonos un hito imborrable al que hemos de apelar cada vez que intentemos ejemplificar lo que es una obra cinematográfica de primer orden.

Y aunque en 1994 se implicó a fondo en la adaptación de la novela de Juan Marsé El embrujo de Shanghai sin que, por diversas razones, el proyecto llegase a buen puerto y de haber realizado durante todos estos años numerosas piezas cortas de enorme calado internacional, como La morte rouge (2006), Alumbramiento (2002), Vidrios partidos (2012), Un lugar en el cine (2008) o la apasionante correspondencia audiovisual que mantuvo, durante la década de los noventa, con el cineasta iraní Abbas Kiarostami, su largo alejamiento de las salas de proyección constituye una de las grandes incógnitas que jalonan la historia contemporánea de nuestro cine.

‘El espíritu de la colmena’, ‘El Sur’ y ‘El sol del membrillo’, una obra de un poder creativo sin precedentes

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Nadie se imaginaba, tras el apoteósico estreno en el Festival de San Sebastián de El espíritu de la colmena, donde obtuvo la Concha de Oro a la Mejor Película, que su recorrido profesional solo tuviera su prolongación en otros dos largometrajes, igualmente magistrales, como fueron, sin duda, El Sur (1983), también con Fernández Santos como coguionista, y El sol del membrillo, cuya influencia sigue absolutamente intacta en el imaginario de numerosos cineastas españoles contemporáneos como un modelo irrepetible de puesta en escena de una historia sembrada de poderosos guiños poéticos a la memoria colectiva del siglo XX, con especial referencia a los sombríos paisajes rurales de la posguerra española. En su ópera prima, Erice no solo dejó meridianamente clara cuál sería su posición como cineasta en un contexto industrial donde proliferaban producciones sujetas a las más estrictas reglas de un mercado consumista que no buscaba, salvo algunas honrosas excepciones, el aplauso de un público poco exigente a la hora de mostrar sus preferencias artísticas en el ámbito cinematográfico. La suya, por tanto, es una filmografía tan breve en el plano numérico como inmensa, en el ámbito artístico. Y si, como se prevé, Cerrar los ojos se rueda con los mismos mimbres que sus tres largometrajes precedentes, no sería disparato aventurar que nos encontramos a las puertas de una nueva razón para seguir elogiando el valioso talento creativo que preside la figura de este cineasta inclasificable.

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