La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ben Harper: dolor del alma

El cantautor reaparece con ‘Bloodline maintenance’, un disco crudo y de trayecto imprevisible en el que alude a la esclavitud y a su padre

Ben Harper en una imagen promocional La Provincia

Aunque en la gira que lo trae estos días a nuestros escenarios se presenta acompañado de los venerables The Innocent Criminals, el nuevo disco de Ben Harper, Bloodline maintenance, es fruto de la autosuficiencia ejecutiva: el californiano toca aquí casi todos los instrumentos (guitarra, bajo, batería y hasta percusiones de juguete), en una obra en la que, como sugiere el título, divaga en torno a la importancia de los conductos de sangre.

Cancionero que Harper dedica a su padre, Leonard, fallecido en 1998, con quien aparece en la portada de este trabajo en una fotografía de cuando era un niño, y donde se respira también otra ausencia, la de Juan Nelson, su fiel bajista, fallecido el año pasado. De ahí sale un trabajo que condensa diversos registros practicados por Harper, desde el receso confesional hasta el arrebato de funk y soul, todo ello sujeto a una producción de marcada crudeza, firmada por él mismo y su habitual Sheldon Gomberg.

Registro de ambiente retro, parece a veces un disco grabado en 1972, y comienza a andar con alusiones a la identidad afroamericana en el canto espiritual de Below sea level, que enlaza con la bacanal funky, digna de Sly & The Family Stone, de We need to talk about it. Pieza esta que alude a la tragedia de la esclavitud y al Black Lives Matter. «Necesitamos hablar de eso», subraya, redoblado por el cuerpo de coristas. «Quien dijo que el tiempo cura todas las heridas/ No debió ser un esclavo, imagino».

Domina el disco una amalgama de grooves granulados que llegan a abrazar cierta chatarrería en canciones como It ain’t no use, texturas que han llevado a Harper a compararlo con Mule variations, de Tom Waits. No será tanto, aunque hay cierto espíritu aventurero en ese blues cubista llamado Problem child, con metales jazzeros. Luego, en otros, Harper se muestra como un soulman más bien canónico, mirando de reojo al Curtis Mayfield baladista en More than love y Smile at the mention. Y en el tramo final, combina el chirriante blues con slide guitar de Knew the day was comin’ con el canto de cierre, intimista y severo, de Maybe I can’t, que deja un sabor a declaración de impotencia.

Con todo ello, Bloodline maintenance resulta ser un disco bello en su rugosidad y en sus vértices incómodos, una obra con aspecto de poco pautada y alejada de los episodios más accesibles de Harper. Un bienvenido regreso a su arte como cancionista tras el ejercicio instrumental, basado en la guitarra, de Winter is for lovers (2020), y que podría traer cola, ya que el autor de Diamonds on the inside se ha referido a él como posible punto de partida de una trilogía. Harper canta al dolor del alma

Compartir el artículo

stats