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Héroes de leyenda

‘La diligencia’, una de las cumbres creativas de John Ford, regresa 84 años después de su estreno

John Wayne en ‘La diligencia’. La Provincia

1939, el año que tanto condicionó el futuro vital, cultural, social y político de millones de ciudadanos de los cinco continentes gracias al estallido de una de las guerras más despiadadas y devastadoras que ha conocido nunca la humanidad, el mundo de la cultura asistía al alumbramiento de un suceso intelectual que influiría poderosamente en la percepción general de un género cinematográfico con un pasado tan irregular, ligero, inconsistente y volátil como el que mostró el western desde sus primeros pasos durante la etapa del cine mudo con pioneros infatigables, pero algo naif, como Edwin S. Porter o Thomas Harper Ince, registrando metros y más metros de celuloide con cabalgadas, persecuciones y duelos interminables entre héroes y villanos de una sola pieza.

Tachado, y con razón, por aquellos tiempos, de producto artesanal de corte escapista capaz de reunir, eso sí, a legiones de espectadores predispuestos a recibir, a cambio de unos cuantos centavos, elevadas dosis de aventuras maniqueas y moralistas, las películas del Oeste experimentaron diversos cambios estructurales, narrativos e ideológicos que, con el paso del tiempo, se convertirían en potentes instrumentos de transmisión de valores éticos y estéticos de una insospechada complejidad, como quedaría claramente patente si repasáramos meticulosamente la historia del cine estadounidense desde la década de los cuarenta a la de los setenta. La madurez, salvando la enorme cantidad de coproducciones europeas que padecimos a lo largo de los años sesenta y setenta con argumentos de una ostentosa trivialidad, acabaría transformando radicalmente el panorama, despejando así el terreno que nos permitiría contemplar el género desde una perspectiva más intelectual.

Una película de resonancias míticas y de cita obligada en cualquier debate sobre cómo se modernizó el cine

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Aludimos a esta incuestionable realidad ante la reciente reedición en formato Blu-ray Disc de La diligencia (Stagecoach, 1939), de John Ford, un filme de resonancias míticas y de cita obligada en cualquier debate sobre la modernización del cine. Escrito por Dudley Nichols, a partir del relato de Ernest Haycox Stage to Lordsburg –que se inspira a su vez en Bola de sebo, del escritor francés Guy de Maupassant– se trata de un filme en el que Ford recapitula seriamente, tras haber dirigido decenas de westerns convencionales durante los años previos al cine sonoro, aportando inspiración e intensidad no solo a las situaciones y conflictos propios del género sino a la hora de dibujar personajes, tanto los masculinos como los femeninos, alejados de cualquier imagen estereotipada. Todos, sin excepción, resultaban más verosímiles, más cercanos a la realidad al aparecer recubiertos por un sólido barniz psicológico que les proporcionaba esa credibilidad de la que carecía la inmensa mayoría de sus antecesores.

Así, a partir de esta película, los personajes del western ya no se representan únicamente a sí mismos en cuanto a arquetipos de un universo fácilmente identificable, como sucede en demasiados títulos de infausto recuerdo. Desde el estreno de La diligencia todo ha experimentado un giro hacia la complejidad y un claro alejamiento del esquematismo para encontrar un point de rencontre en el que, a través de la historia, han convergido figuras de la talla de Howard Hawks, Raoul Walsh, Sam Peckinpah, Michael Curtiz, Anthony Mann, Sam Fuller, Robert Aldrich, Arthur Penn, Nicholas Ray, John Sturges, Gordon Douglas, William Wyler, Henry Hathaway, Budd Boetticher, Henry King, Abraham L. Polonsky y un largo rosario de grandes cineastas que, en algún momento de sus carreras, supieron elegir las pautas estilísticas marcadas por Ford en 1939 en su afán por elevar la nota de un género que, además, representa como ningún otro la idiosincrasia de un país tan peculiar y desconcertante como los Estados Unidos de América.

Dallas (Claire Trevor), Ringo Kid (John Wayne), Buck (Andy Devine), Hatfield (John Carradine), Lucy Mallory (Louise Platt), Josiah Doc Boone (Thomas Mitchell), Henry Gatewood (Berton Churchill), Samuel Peacock (Donald Meek) y el marshall Curley Wilcox) son personajes con autonomía propia y con códigos éticos muy diferenciados. Ninguno es la consecuencia de un diseño convencional, ni de la pereza de un guionista sin un ápice de inspiración porque se trata, en resumidas cuentas, de un puñado de seres dotados de vida propia, asediados por sus contradicciones y víctimas a su manera de una sociedad cuajada de prejuicios a la que intentan combatir con las armas dialécticas que le proporciona su peculiar noción de la dignidad y de la moral en un escenario histórico poco propicio para el desarrollo de semejantes virtudes.

Un grupo pequeño de personajes atípicos por su compromiso moral y su actitud de oposición a unos valores trasnochados

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Dallas, la prostituta generosa y solidaria a la que los vecinos bien pensantes del pueblo observan con displicencia y desconfianza; Doc Boone, el doctor alcohólico capaz de superar temporalmente su adicción por salvar a una parturienta; Hatfield, el jugador profesional y antiguo oficial de la Confederación que, pese a su erosionada reputación muestra sus sentimientos hacia la joven Lucy; Ringo Kid, el pistolero redimido que busca su destino lejos de su turbio pasado; el Marshall Curley Wilcox, saltándose las normas legales ante el deber moral de defender a quienes han sido injustamente condenados por la justicia, constituyen un grupo de pequeños héroes atípicos cuyo compromiso moral y su actitud de oposición a un mundo de valores trasnochados los convierte en auténticos personajes de leyenda.

Ganadora del Oscar al Mejor Actor de Reparto (Thomas Mitchell) y el de Mejor Banda Sonora (Richard Hageman, Louis Gruenberg, John Leipold, Franke Harling y Leo Shuken), estuvo nominada también a las categorías de Mejor Película, Mejor Fotografía en Blanco y Negro, Mejor Montaje y Mejor Dirección Artística, galardones que le arrebataría nada menos que Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind), otra legendaria producción que, como La diligencia, forma parte integral de los más sólidos cimientos que sostienen la historia grande de la cinematografía desarrollada en los Estado Unidos.

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